Si bien en estas fiestas de Semana Santa pocos cuestionan la razón de por qué un conejo le entrega huevos de chocolate a los niños (y a los no tan niños) para celebrar la resurrección de Jesús, lo cierto es que la historia detrás de esta figura mas que ser solo producto del marketing tiene, de hecho, un origen religioso.
El conejo de Pascua tiene sus orígenes entre los luteranos alemanes, quienes veían a esta figura como un juez que evaluaba si los niños se portaban bien o mal durante la temporada de Pascua. El conejo, según indica el folklore, llevaba una canasta con huevos de colores, dulces y hasta juguetes para dejar en las casas de los niños, en un acto similar al Viejito Pascuero en la época de Navidad.
El conejo (y las liebres) en sí, era además un ícono popular en el arte de la iglesia medieval. En aquella época se creía que las liebres eran hermafroditas, y que podía reproducirse sin perder la virginidad. Este hecho los llevaba a asociar su figura con la Virgen María, por lo que se le incluía en cuadros de María y el niño Jesús, y también de a tres como la santísima trinidad.
Ya que los huevos era un símbolo de fertilidad en la época, y las liebres y conejos tenían grandes camadas, ambos íconos se fueron asociando poco a poco.
HUEVOS DE CHOCOLATE
Los huevos comenzaron a introducirse en la Pascua ya que eran una comida típica tras el ayuno de Cuaresma para aquellos de la iglesia ortodoxa. Más tarde, alemanes protestantes comenzaron a hervir los huevos junto a flores para cambiar su coloración.
El concepto de una liebre/conejo que entregaba huevos a los niños que se portaban bien llegó a Estados Unidos en el s. XVIII. En aquella época, los inmigrantes alemanes comenzaron a contarle a los niños locales la leyenda del "Osterhase", o "conejo de pascua", fecha que se celebra mundialmente hasta el día de hoy.