A principios de los 80, Orlando Lübbert vivía su exilio en Alemania, donde había rodado El paso (1978), acerca de un intento de fuga de tres militantes UP por la cordillera. Y tuvo una experiencia inusual: "La industria audiovisual alemana, en esos momentos muy potente, necesitaba guiones y para conseguirlos organizó talleres y convocó a un concurso público". Una historia de Lübbert, arquitecto de profesión pero cineasta de oficio, fue elegida: "Durante un año me pagaron para aprender guiones con los mejores maestros. Nos traían al equipo de Kieslowski, por ejemplo, directo de Polonia, y nos instalaban un fin de semana entero a trabajar con ellos".
A partir de experiencias así desarrolló una relación personal con los guiones: los escribe y reescribe, los deja, los retoma y vuelve a dejar. Asimismo enseña guión, lo que lo ha llevado de Cuba a Punta Arenas, y hace lo que llaman script doctoring: ayuda a enderezar libretos ajenos. Ahora también reflexiona sobre esta relación particular en Guión para un cine posible. Un libro que tiene que ver, dice, con "el cine que podemos lograr en las circunstancias que tenemos, haciéndonos cargo de los temas y de las historias que dan vueltas en América Latina". Pero también con lo que está a la mano: "Aunque los semiólogos y gurúes han hecho del cine y el guión algo complejo, cosas tan simples como las que planteó Aristóteles siguen vigentes".
¿Cuáles son los problemas al contar historias ?
En general, los guionistas son gente que vive en mundos muy aislados. A muchos de mis alumnos les pregunto: "¿Qué les ha pasado en la vida?", y se dan cuenta de que son parte de una clase hiperprotegida, encerrada en sus seguridades. Por ahí va el "egometraje" del que hablo en el libro. Mucho "cine terapia".
¿El guión es aún el "gran problema" del cine chileno?
Es un déficit que tenemos. Y luego está la capacidad de convertir un buen texto en un mejor gesto, digamos, desde el actor; el director es el encargado de eso, no el guionista. Ahora, la mayor parte de las veces nuestra debilidad ya está en el guión: los diálogos muchas veces son informativos y nadie piensa que un diálogo puede tener un subtexto precioso. El cine se hace así, de subtextos, de capas. Y uno de los grandes errores de los guiones está en trabajar solamente la superficie, lo aparente.
¿Falta escucharse más?
El lenguaje más importante que tenemos no es el diálogo, sino el que desarrollamos a partir de la observación y la mirada. Muchas veces lo más efectivo en una escena es una cercanía, una pausa, una mirada para el otro lado, un gesto.
¿No estamos en la etapa de la "sobreguionización"?
Un guión no es sólo estructura. La frontera, por ejemplo, tiene un guión muy interesante: está bien estructurado y tiene vida. Hay varias situaciones que hacen que esa película se mantenga.
¿Está subestimado el oficio de guionista?
Los que asignan fondos se han preocupado, pero este oficio es menospreciado en Chile. No hay proporción entre el trabajo del guión y el pago al guionista. Muchos directores o productores te hacen ofrecimientos denigrantes.
¿Son subtrabajados los personajes del cine chileno?
La evolución del personaje es, muchas veces, la gran historia. Ahí está La gran ilusión, Atrapado sin salida. También El chacal de Nahueltoro: la "bestia" del principio no es la del final. La "aventura humana" seguirá siendo el gran gancho del guión y creo que una de las cosas que tenemos en Latinoamérica son personajes extraordinarios. Gente curiosa, gente extraña, gente con rollos, con cuentos. Ahora, paralelamente, toda historia también es un crescendo. Te lleva a un punto más complejo, parte de manera simple y al minuto 40 es mucho más compleja y hacia el final es una tremenda complejidad y justamente ese es el chiste.
¿Hay guiones interesantes en la TV abierta?
La TV no tiene paciencia: cualquier pequeño fracaso se paga con la muerte inmediata. Hay que tener un "arco de tensión" a cada rato, que de repente se abre la puerta y alguien mira con los ojos desencajados, y ¡corte! Se es muy esclavo del avisaje. La construcción dramática, por el contrario, trabaja acumulativamente. Si me obligan a hacer arcos de tensión a cada rato no tengo posibilidades de trazos vigorosos, de meterme en la gente. Pero anda a convencer a la industria publicitaria, que no son dueños de la TV, pero sí de su lógica.
Han pasado ocho años desde Taxi para 3...
Me tomo mi tiempo, pero tengo varias historias en carpeta. Tuve un guión muy preciado que se llamaba Julia, la fugitiva, con un productor que después de siete meses me dejó botado con el proyecto. Ahora estoy con Circo, que ganó un fondo audiovisual: se nos ha ido aplazando por la crisis, pero lo filmaré a fines de año. Creo que la película va a tener una llegada en la gente, más allá de su trasfondo político. Hay mucha pasión ahí. Creo que el cine chileno no tiene pasión. Hay miedo a la emoción y al melodrama, que tiene tanto que ver con nuestra idiosincrasia.