En el sector de aislados de la cárcel de Coyhaique hay dos celdas y en cada una hay un camarote. En uno de esos espacios, de tres por dos, se encuentra Mauricio Ortega (42), condenado a 26 años por el femicidio frustrado de Nabila Rifo, además de lesiones graves gravísimas. En su celda, que comparte con un compañero, hay una silla y un pequeño televisor. Ortega tiene derecho a una visita semanal -siempre los lunes- de su familia y amigos. La visita va de 14 a 17 horas y, según su hermana, Gladys Ortega (58), siempre quedan amigos afuera. "Llegan como 10, y como ya está la familia, no entran todos en la sala", explica.

La rutina de Ortega se completa con alguna salida ocasional al gimnasio del recinto y con salidas diarias de dos horas al patio que comparte con los otros tres reos del sector de aislados. Con el resto de los presos casi no se topa, salvo cuando lo veían pasar para salir del penal e ir a las audiencias en el tribunal de Coyhaique por el caso Nabila. La familia y amigos de Ortega dicen que ha sido bien tratado por los presos y por los gendarmes, que adentro del penal no ha sufrido los peligros ni la condena social que deben enfrentar violadores y femicidas, una condena que sí ha enfrentado con gran parte del país.

Ricardo Flores, el abogado vocero de la Defensoría de Aysén en este caso, tiene su teoría: "A diferencia de lo que pasa en el norte, donde la gran mayoría piensa que Mauricio es culpable, en Aysén existen muchas dudas sobre su culpabilidad y mucha gente cree que es derechamente inocente". Para graficarlo, cuenta una historia: "Mauricio está aislado en la cárcel, pero al regreso de una de sus audiencias, se atrasó y se topó con los reos comunes que estaban en su hora de visita. Muchos lo empezaron a aplaudir para apoyarlo, porque no creen que haya cometido el crimen que sufrió Nabila".

Sin embargo, la Fiscalía tiene un antecedente que fue tomado por la justicia para emitir la sentencia: la invasión violenta de morada que hizo Ortega-con hacha en mano- a la casa de Nabila el 5 de junio de 2015 (vivían separados) cuando ella estaba con una pareja, sus hijos y su hermano. Por eso, a Ortega se le agregaron 540 días días de presidio. También están los testimonios de la gente que asistió a la fiesta en la casa de Ortega el día del ataque a Nabila que hablan de insultos y una relación tensa entre la pareja esa noche, aunque ninguno de ellos fue testigo directo de la violencia sobre la mujer esa madrugada.

La propia víctima -tras una inicial exculpación de Ortega- ha sostenido sistemáticamente que su ex pareja fue el agresor.

Con la sentencia del 2 de mayo ya emitida, se hizo aún más evidente el simbolismo del caso Nabila para el país. Ese día la Presidenta Bachelet tuiteó: "Hoy se hizo justicia con Nabila Rifo. Es fundamental que el país defienda a mujeres de la violencia y diga con fuerza #ChileSinFemicidios". Un par de semanas antes, el 18 de abril, la propia Bachelet visitó a Nabila en Coyhaique. Era la primera vez que podían conversar. La Presidenta ya la había visitado casi un año antes, el 18 de mayo de 2015, cuando la mujer se debatía entre la vida y la muerte en el hospital de Coyhaique tras la brutal agresión.

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Para que Ortega pueda gastar las horas más rápido adentro del penal, su familia le ha llevado la Biblia, diarios y revistas, además del libro Sombras bajo la lluvia, una novela de Eleodoro Sanhueza sobre los 12 adolescentes fallecidos en extrañas circunstancias en la Región de Aysén a fines de los 90. Entre sus cercanos está la sensación de que el Poder Judicial de Aysén no ha sabido solucionar casos emblemáticos, como el de los 12 adolescentes, además del femicidio de Carmen Montiel, una mujer que murió degollada en su casa en 2012, o el de María Vargas, quien desapareció en 2012 y fue encontrada varios meses después, cerca del río Aysén. Las pericias arrojaron que Vargas murió por asfixia por inmersión, pero nunca se encontró al culpable, tal como en el caso de Montiel. La familia y los amigos de Ortega dicen que el caso de Nabila entraría en esta categoría, porque para ellos, no existen dudas de que Mauricio Ortega no estuvo implicado en el homicidio frustrado de Nabila.

En su entorno dicen que, pese al golpe del resultado adverso, Ortega, aunque se desmoralizó en un principio, volvió a una cierta calma, probablemente a instancias de sus abogados defensores, quienes no consideran el resultado como una derrota absoluta. La votación de los tres jueces se inclinó en contra de Ortega, pero uno de ellos consideró que no había pruebas suficientes para condenarlo en ninguno de los dos cargos principales que se le imputan: femicidio frustrado y lesiones graves gravísimas. Ese es uno de los antecedentes que la defensa tomó en cuenta para preparar y presentar ante la Corte Suprema el viernes 12 un recurso de nulidad.

La estrategia es hacer un alegato por infracciones constitucionales, principalmente por el proceso de detención de Ortega, en el que la Defensoría de Aysén alega hubo faltas que terminaron influyendo en la sentencia.

Uno de los puntos que hace la defensa en el recurso es que Ortega, "estando en el cuartel policial, aproximadamente seis horas después de ser conducido y mantenido ilegalmente en una supuesta calidad de testigo –materialmente detenido–, durante el control de identidad, a éste se le toma una declaración voluntaria como testigo, no teniendo -en consecuencia- derecho a guardar silencio, ser asistido por un abogado o cualquiera de los otros establecidos para la persona del imputado". Otro argumento es que la casa de Ortega se registró sin la presencia de un fiscal, y que el carabinero que lo hizo y que declaró en el juicio oral no realizó el informe respectivo.

De ser exitoso el recurso, los abogados defensores podrían lograr la nulidad de la sentencia o del juicio mismo, lo que forzaría a la justicia a iniciar un nuevo proceso con nuevos jueces. Otro escenario es que se logre un reemplazo de sentencia y que a través de éste se reduzca la pena. De darse ese caso, Ortega sería culpado solamente por lesiones graves gravísimas (12 años y 180 días) y no por femicidio frustrado, cargo que lo sentenció a otros 12 años y 180 días. Aquí, el argumento de la defensa en el recurso de nulidad es que, para determinar la pena y dividirla en dos cargos diferentes, los jueces tomaron en cuenta el testimonio de un par de adolescentes, los únicos testigos presenciales y quienes llamaron a Carabineros esa noche para alertarlos de que una mujer (Nabila) estaba siendo atacada. Por miedo, esos adolescentes no se acercaron donde estaba ocurriendo el ataque, pero narraron que el ataque se dividió en dos episodios. Primero, el agresor atentó contra Nabila con trozos de concreto, para luego abandonar el lugar, y unos minutos después volver para sacarle los ojos. Por eso, a Ortega se lo condena por lesiones graves gravísimas y femicidio frustrado. De no haber regresado al lugar para dejar ciega y al borde de la muerte a Nabila, la sentencia que recibiría Ortega u otro eventual culpable sería por lesiones graves gravísimas. "Para subir la pena, los jueces tomaron el testimonio de los adolescentes, pero los desestimaron cuando ellos describen a un hombre flaco y de más de 1,70 de estatura, que no se condice con el 1,52 m de estatura de Mauricio y su contextura gruesa", explica el vocero defensor, Ricardo Flores. Y agrega: "Todavía quedan instancias legales. Todos deberían estar esperando con mucho respeto hasta que el juicio esté terminado por completo".

Si la Corte Suprema se declara incompetente, la sentencia de Ortega no sería alterada.

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Una de las cosas que Mauricio Ortega lamenta desde que empezó su tiempo en la cárcel, hace poco más de un año, es no poder ver a los dos hijos que tuvo con Nabila Rifo. Los otros dos hijos que tuvo con su anterior esposa, que viven en la Región de Coquimbo junto a ella, han ido a visitarlo a Aysén un par de veces y se mantienen en contacto a través del teléfono.

Su principal interés antes de la cárcel eran los autos y las motos. Los fines de semana, Ortega salía a competir y a ver carreras en las afueras de Coyhaique. Su hobby tenía relación con su profesión: desabollador y pintor de autos. Por varios años, Ortega había trabajado como empleado de la Automotora Universal, pero dejó el trabajo para instalar un taller en su propia casa. En la automotora conoció hace unos 10 años a Víctor Aguila (38), uno de los amigos de Ortega que van a la cárcel a verlo. Aguila dice que nunca vio a su amigo tomar mucho, que solo le gustaba tomar cerveza y confirma que lo suyo eran las tuercas por sobre cosas como el fútbol. Ortega solo miraba los partidos de la Selección y no se le conocía afición por algún equipo.

"Nada justifica lo que le pasó a Nabila", dice Aguila. "Pero esto es un desastre, una mentira, sé que lo es. Si él lo hubiese hecho igual lo iría a ver la cárcel, pero estaría de acuerdo con que pague lo que tenga que pagar".

Su hermana Gladys cuenta que su abuelo fue uno de los pioneros de la zona. "De hecho, aquí en Coyhaique existe la Villa Ortega y es por él". Los padres de Ortega ya no viven, y de los cuatro hijos que nacieron de ese matrimonio solo quedan él y Gladys, quien por 38 años ha sido enfermera del Hospital de Coyhaique, el mismo hospital al que Nabila fue llevada la madrugada del 14 de mayo. Desde que su hermano está en la cárcel, Gladys cuenta que se ha encontrado con Nabila Rifo y dice que esa vez le preguntó por qué quiso ir a ver a su hermano a la cárcel si este le había hecho algo tan terrible. "Mi marido (el concejal UDI de la ciudad, Franklin Hernández) se la encontró una vez también", dice Ortega sobre el otro episodio en que alguno de sus familiares vio a Nabila. "Ella le dijo que la habían amenazado con quitarle la casa y su pensión si alteraba su testimonio".

Según Gladys Ortega, su hija fue amenazada en las calles de Coyhaique. "Le dijeron que a Mauricio lo iban a matar en la cárcel y al resto de la familia en la calle", asegura. "Hay un intento de atemorizarnos".

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Mauricio Ortega perdió 10 kilos en la cárcel, luego de que se le diagnosticara presión alta y diabetes y que, por esto, tuviera que cambiar su dieta. Por eso, su familia y amigos se encargan de llevarle comida sana todos los lunes de visita, además de cigarrillos y hierba mate. En la cárcel se le presta apoyo médico y psicológico, aunque no psiquiátrico. Las únicas veces en que sí recibió medicación fue para cada audiencia en el juicio que lo terminó por condenar a 26 años. En esas ocasiones, Ortega tomó ansiolíticos para poder soportar la presión de un juicio que fue transmitido a todo el país. Tener un televisor en su celda y acceso a diarios y revistas lo hacían consciente del revuelo mediático y de las repercusiones del caso.

Los ansiolíticos que pidió Ortega tenían una razón: tenía miedo a quebrarse frente a las cámaras.