Apenas José Luis Sierra marcó el gol con que Chile rescató el empate 1-1 frente a Ecuador, naturalmente, corrió a festejar. Sin embargo, más que de la celebración, el delantero de Unión Española se enfocó en acallar bocas. Lo graficó llevándose a la suya el dedo índice derecho, acompañado por una sonrisa burlona.
En principio, quedó la duda respecto del destinatario del gesto, que refleja la inmadurez de una escuadra que ya ha pagado el precio de la juventud con las expulsiones de Jeisson Vargas y Jaime Carreño en el debut frente a Brasil, dos situaciones perfectamente evitables si sus protagonistas hubiesen medido las consecuencias que podían derivar de sus actos.
Un día después pudo descifrarse el misterio. Internamente, el delantero estaba dolido con quienes, sobre todo en las redes sociales, han asegurado que integra la Selección no por méritos propios, sino por el lazo sanguíneo con el ex técnico de Colo Colo y mundialista en Francia 1998. Un estigma ineludible con el que ha debido cargar durante toda su carrera y sobre todo cuando, en Santa Laura, fue dirigido e incluido en el primer equipo por su padre, más allá de sus incuestionables condiciones técnicas, que siempre han sido elogiadas en Independencia.
Su amigo y compañero en el cuadro hispano, Pablo Galdames, celebró la anotación en su cuenta de Twitter, aportando absoluta claridad respecto del origen del festejo. "¿Apitutado? Sigue tapando bocas, perri", escribió. "Un puto crack", añadió. Después de ese testimonio, quedaba claro que Sierra estaba enfocado en sus eventuales detractores. El punto, ahora, es determinar si ese factor puede distraerlo del objetivo principal que debería moverlo: avanzar con Chile primero al hexagonal final y luego buscar un cupo en el Mundial de Corea del Sur, que se jugará a mediados de año.