Próximo a cumplir tres años como consejero del Banco Central (BC), Pablo García hace un balance de lo que fue el último Informe de Política Monetaria (IPoM) que se presentó el lunes, pero, además, entra en la discusión más de fondo acerca de la nueva realidad de crecimiento que enfrenta Chile. Considera que el acostumbrarnos a que el nuevo potencial "de esta economía está entre 3% y 3,5% aún no cala lo suficiente". No obstante ello, desestima las visiones más catastrofistas: "Cuando se dice que un país se jodió, la gente quiere arrancar de su moneda, prefiere los dólares, hay crisis de la balanza de pagos, los bancos quiebran. Estamos muy lejos de eso, es exagerado usar ese tipo de terminología".
Quedó una sensación un tanto sombría después del escenario delineado para la economía en el IPoM. ¿Estamos ante un panorama peor de cara a 2017?
Creo que la razón por la cual se pudo haber dado esa percepción se refiere a dos factores. Primero, la proyección de un escenario algo más lento para el crecimiento, lo cual sigue dando esta visión de una economía que se expande poco y que, obviamente, no deja a nadie muy contento. Y segundo, un panorama de incertidumbre que está hoy más abierto de lo que se veía hace un tiempo. Lo que hemos visto, por ejemplo, en términos del impacto financiero de las elecciones en EE.UU., las perspectivas de tasas de interés en el mundo que han tendido a subir un poco, abren este abanico de riesgos.
¿Por qué redujeron su estimación de crecimiento de 2016 y de 2017?
Básicamente, por un comportamiento peor de la actividad minera de 2016. Si bien el precio del cobre ha subido en las últimas semanas, viendo la constelación de factores que lo determinan, como el precio del dólar, el dinamismo de las economías emergentes y las tasas de interés, no creemos que vaya a persistir. Nuestro escenario 2017 es con un precio más bajo del que tenemos hoy. Otro elemento negativo es que las condiciones financieras para economías emergentes se han vuelto más estrechas, con la posibilidad de que la Fed suba las tasas de manera más agresiva el próximo año y que cualquier efecto de mayor crecimiento en EE.UU. sea algo que quizás veamos muy hacia adelante.
Pero en algún minuto del año el ministro de Hacienda llegó a hablar de aires primaverales en la economía, ¿qué pasó que se frustró ese repunte?
Los datos del tercer trimestre mostraron un crecimiento algo mayor de lo que pensábamos, pero el cuarto se ve bastante más malo y en eso ha contribuido, en gran medida, que la producción minera ha sido mucho más decepcionante.
Las expectativas tampoco han mejorado.
Uno ve los indicadores de expectativas de hogares que han tenido un leve repunte, porque probablemente por las fluctuaciones del dólar y las condiciones financieras perciben mejores condiciones para adquirir distintos artículos, pero por el lado de las expectativas de empresas sigue existiendo bastante pesimismo. Ahora, eso es parte del shock autónomo que mencionamos un tiempo atrás.
¿Sigue presente?
Está ahí todavía aparentemente. Es una constatación de que el pesimismo en el ambiente se mantiene.
Si eso es así, ¿sobre qué base plantean que en 2017 la economía irá de menos a más? Lo mismo dijeron para 2016 y se va a cerrar con el trimestre más frío del año.
Hay dos cosas importantes. Lo primero es que avizorar que la economía va a retomar tasas de crecimiento más cercanas al potencial en nuestro horizonte de proyección es algo coherente con que en buena medida lo que estamos viviendo es por razones cíclicas. Es porque la caída de la inversión minera ha sido un lastre muy significativo en la evolución de la macro y hemos tenido este ambiente de pesimismo.
De hecho, hace un año usted decía que esto no era permanente, pero aquí seguimos.
Pero insisto en mi punto: me cuesta pensar que estas cosas sean permanentes. Que estemos de manera indefinida con la inversión minera contrayéndose y en un ambiente de pesimismo. La misma evolución de la inflación de cierta forma valida el diagnóstico de que esto es fundamentalmente cíclico.
¿En qué sentido?
Porque si la inflación se hubiese quedado arriba y nuestro déficit en cuenta corriente se hubiese ampliado, habría significado que la economía, aun creciendo a 1,5%-2%, estaba topando con brechas de capacidad, sea en producción interna, sea en financiamiento externo, y ninguna de esas dos cosas ocurre. Eso me dice que hay espacio para que estos lastres, estas cosas que van pesando en la economía se disipen y se agarre más vuelo.
¿Y el BC se conforma con ir constatando esta evolución o tiene responsabilidad en anticipar la situación para actuar frente a ella?
Esa pregunta tiene que ver con cómo usamos nuestro instrumental de política. Ahí lo fundamental es que la proyección de inflación en este escenario, que suponemos de una salida más lenta, esté en 3% de aquí a dos años. Y para hacer eso, si la economía está más floja y el dólar ha bajado, ello implica menos presión inflacionaria y, por lo tanto, una política monetaria más laxa. Esa es la manera como el BC va acomodando el instrumental monetario. El cuarto trimestre va a ser flojo y eso posiblemente indique que el primer trimestre de 2017 también va a ser débil. Frente a eso nosotros estamos con una política monetaria que está señalizando recortes de tasas. En marzo vamos a tener otro IPoM y veremos cómo la macro evolucionó en este punto de debilidad que estamos viendo. Dependiendo de eso, vamos a poder calibrar de nuevo y con todas las reuniones mensuales que tenemos, nuestras decisiones de política. El punto final del argumento que nosotros hacemos no es la proyección de crecimiento, sino qué vamos a hacer con la política monetaria. Entiendo que hay mucho interés en cuáles son las proyecciones del BC, pero reitero que son un medio para que podamos hacer nuestra política monetaria de manera razonable, no un fin.
¿Se puede recuperar la inversión en 2017, porque ustedes plantean un aumento bien marginal?
Más allá del número agregado, es importante mirar la composición de la inversión. Ahí uno ve que la caída de la inversión minera le quitó el 2015 casi siete puntos a la inversión total y este año entre tres y cuatro puntos. En cambio, la inversión no minera en 2016 creció y en 2017 también esperamos que le agregue a la inversión total. Todavía la inversión minera le va a restar a la total en 2017, mientras que la no minera debiera crecer parecido a este año.
¿Y cuál es el riesgo de que caiga por cuarto año consecutivo?
Para el próximo año, si la inversión cae, debiera ser porque tuvimos un shock no anticipado grande por condiciones externas, o porque la inversión postergó su estabilización más de lo que pensábamos.
¿Han medido si en la dinámica de la inversión hay algún efecto de la reforma tributaria?
Lo más evidente del impacto tributario ha sido el adelantamiento de las compras de vivienda. Eso tiene efecto en la inversión, porque afecta cómo se van ejecutando las obras, pero ya no debiese influir demasiado en 2017. Respecto del contexto más general de la reforma tributaria, es difícil aventurar alguna magnitud de cuánto eso puede afectar y cuál sería su timing.
Tanto la inversión como el ahorro seguirán retrocediendo como porcentaje del PIB el próximo año, ¿les preocupa?
Por el lado de la inversión como porcentaje del PIB, lo fundamental que explica la disminución de esta cifra respecto de 2012-2013 es justamente la parte minera. La inversión minera era habitualmente tres puntos del PIB y pasó a ser ocho puntos del PIB, con lo que la inversión total subió en cinco puntos del PIB y eso se ha estado retrotrayendo. Por el lado del ahorro, en situaciones donde la economía está más floja y los ingresos se ven afectados, es la variable a ajustar. Porque si uno quiere mantener el mismo nivel de ahorro, dados los menores ingresos, se genera un efecto mucho más contractivo en el gasto, tanto de consumo de los hogares como en el fiscal.
¿Entonces no les inquieta?
Desde el punto de vista cíclico yo no veo un tema de preocupación, sobre todo porque el ahorro que estamos teniendo en Chile, que es el ahorro de las empresas, de los hogares y del gobierno, es suficiente para cubrir una buena parte de la demanda por inversión, sin tener que recurrir a grandes déficits en cuenta corriente, a endeudamiento externo.
¿Y tampoco les preocupa el aumento de la deuda pública, que fue parte de lo que argumentó Fitch para ponernos en perspectiva negativa?
Esto no es una rebaja en la clasificación de riesgo, porque no hay un deterioro evidente de la solvencia del Fisco. Segundo, esto es una señal de que la preocupación por la regla fiscal y por tener cuentas fiscales ordenadas no es un eslogan. La importancia de mantener esas cosas es de verdad, tiene un valor. No es inocuo.
De acuerdo al escenario que prevé el BC para 2017, ¿es factible o no que se materialice una rebaja en la clasificación?
No me corresponde especular respecto de lo que va a hacer Fitch. Lo que sí quiero destacar es que ellos hacen el punto que se trata de un problema de crecimiento bajo, no de deuda excesiva, porque la deuda neta en Chile es bajísima.
Entonces también demuestra que no es un eslogan la necesidad de crecer más.
Yo creo que nadie cuestiona eso hoy en día.
Una cosa son los discursos a favor del crecimiento y otra las acciones…
Hay que ser bien responsable respecto de los límites de la política pública y lo difícil que es. No hay recetas mágicas para este tema del crecimiento y en Chile no ha habido un cuestionamiento a asuntos fundamentales como la importancia de un BC que se preocupe de la meta de inflación, una regla fiscal que sea responsable y una economía que sea abierta. A partir de ahí las discusiones de cómo crecer más son complejas y hay múltiples opiniones.
¿Cuándo podremos volver a crecer sobre 3%?
Ese es el crecimiento potencial y en la proyección de nuestro escenario base se supone que todas estas cosas se disipan, porque el ciclo no dura para siempre, y debiéramos volver ahí en el horizonte de dos años.
¿Eso quiere decir a fines de 2018?
Lo que tenemos es que hacia fines de 2017 estaríamos acercándonos hacia crecimientos de ese tipo y nuestra primera proyección para 2018 la daremos en marzo.
Según Latin Focus, esa convergencia sería recién en 2020 y el FMI dice que en 2019.
Para efectos de nuestra política monetaria, lo que importa es la proyección de aquí a dos años, qué ocurra después de eso no es materia de primer orden para nosotros.
Pero sí para el país.
Bueno, en ese sentido yo no descartaría que lo que nos está pasando es que acostumbrarnos a que el crecimiento de tendencia de largo plazo de esta economía está entre 3% y 3,5% aún no cala lo suficiente. Que para algunos puede ser un número muy bajo, pero que parece ser razonable para nuestro nivel de ingreso. Cambiamos de tramo porque fuimos creciendo y una economía de más de US$ 20 mil per cápita es muy distinta a una economía de US$ 5 mil per cápita, cuando podíamos crecer al 7% sin problemas, con muchas reformas que desde el punto de vista de hoy parece que fueron más fáciles de hacer. Cuesta asumir que se tiene menos espacio para gastar en todo ámbito.
¿Usted comparte en algo la mirada de economistas que dicen que "Chile se jodió", aduciendo a un largo período de un crecimiento muy mediocre?
Claramente, yo no diría que Chile se jodió. Eso no es verdad. Según antecedentes de nuestro IPoM de septiembre 2015, los países que pasaron por el nivel de ingreso per cápita que tuvo Chile en el 2014, del orden de US$ 20 mil, y que no cayeron en la trampa del ingreso medio, los 10 años después de haber pasado ese umbral crecieron entre dos y tres puntos porcentuales menos que los 10 años anteriores. Entonces, si nuestro crecimiento potencial era 5,5% en el pasado, ahora es 3,5% o 3%.
Pero lo que estos economistas advierten es que Chile puede estar casi una década creciendo en torno a 2,5%, es decir, bajo el potencial.
No quiero calificar proyecciones de otra gente. El uso de calificativos como que el país se jodió no corresponde a la realidad ni siquiera en ese escenario. Hablan de una especie de destrucción institucional que no corresponde para nada al Chile de hoy. No hay cuestionamientos a la importancia de la estabilidad macro, a un Banco Central con metas de inflación y flexibilidad cambiaria, a una regla fiscal que asegura una trayectoria sostenible en el mediano plazo y una economía abierta.
No es tema entonces…
No ha sido tema por los últimos 15 años y no se espera que lo sea en el futuro. Cuando se dice que un país se jodió, la gente quiere arrancar de su moneda, prefiere los dólares, hay crisis de la balanza de pagos, los bancos quiebran. Estamos muy lejos de eso, es exagerado usar ese tipo de terminología.