Se acaba de cumplir el minuto 90 de partido en el Parque Central de Montevideo y Nacional vence 2-1 a Palestino. El gol logrado de visita por Renato Ramos da ventaja al conjunto árabe en el global de la eliminatoria. El Tino sólo tiene que aguantar las últimas embestidas de su rival para colarse, 36 años después, en una fase final de la Copa Libertadores. Leonardo Valencia se duele en área propia tras chocar con un adversario. Es el momento perfecto para dejar que el cronómetro avance. La acción no reviste peligro para el elenco tricolor, y el arco enemigo está demasiado lejos como para acometer el contraataque. Cualquiera vería en dicha acción la coartada perfecta para perder tiempo. Cualquiera, pero no Pablo Guede. El DT salta de la banca como un resorte, exigiendo a su futbolista que se ponga en pie y siga jugando: "Que se pare", vocifera en repetidas ocasiones el DT.

Y es que el argentino pertenece a otra estirpe. A la raza de entrenadores que sólo disfrutan viendo jugar al fútbol. Tal vez por eso, cuando el duelo ingresa en el tiempo de prolongación y la pelota se marcha por la línea de banda, el estratega se apresura a recogerla personalmente y se la entrega inmediatamente a uno de sus futbolistas para que vuelva a ponerla en juego. Deliciosamente Insólito.

Una imagen poco usual, tan llamativa como elocuente. No hay lugar para las artimañas en el ideario del entrenador bonaerense. Guede no quiere que se acabe la fiesta. "Este equipo busca jugar siempre, no está diseñado para perder tiempo. El resultado se consigue jugando, no haciendo pillerías. No nos interesan esas cuestiones, porque sabemos que un partido sólo se puede ganar jugando al fútbol", asegura Valencia, orgulloso del planteamiento ambicioso y ofensivo de su entrenador.

Un entrenador del que destaca su rigurosa meticulosidad a la hora de afrontar cada compromiso: "Es una persona que prepara mucho los partidos y que analiza en detalle a cada rival para dárnoslo a conocer después a nosotros", desvela.

Un trabajo casi obsesivo que, sumado a una vocación puramente ofensiva y a un refinado gusto por la posesión del balón, ha terminado por conferir a Palestino un estilo de juego propio, innnegociable, que ha cautivado la admiración del fútbol más allá de la frontera.

La clave del éxito, como reconocen los propios jugadores, pasa por una obstinada labor de presión y por una intensidad inagotable. Si bien para Renato Ramos, autor del gol de la clasificación en Montevideo, la receta es tan simple que no esconde ningún secreto: "Con trabajo se logra la intensidad, no hay ningún misterio en eso. Guede busca día a día ese objetivo porque es así, estudioso e intenso. No te da relajo nunca, ni en los entrenamientos. Todo el trabajo empieza ahí, pero no puedo dar las claves, porque sería una ventaja para nuestros rivales".

Una intensidad que, como recuerda José María Movilla, ex compañero de Guede en la década de los 90 en las filas del Málaga español, ya formaba parte de su carácter: "Era un jugador con mucha personalidad. Un jugador de lucha, incisivo. Conociéndolo, estoy seguro de que lo mejor que puede tener Pablo (Guede) como entrenador es su capacidad para transmitir al grupo el talante que él tiene y la capacidad de motivar a sus jugadores para romper fronteras", destaca el ex futbolista de Atlético de Madrid.

Apuesta y revolución

Poco más de medio año de trabajo en el club de La Cisterna ha bastado a Guede para dar la razón a quienes confiaron en él. Y es que antes de su llegada a Palestino, el técnico de 40 años apenas contaba en su currículum como entrenador con dos breves experiencias en clubes de Tercera División de España y Argentina. "Él es un técnico que, antes de llegar a Chile, era un absoluto desconocido. Cuando vimos su perfil, lo que más nos gustó fue lo apasionado que era en su trabajo", confiesa Fernando Aguad, presidente de la entidad, antes de agregar: "Pero Pablo Guede representa absolutamente lo que nosotros queremos para el club. Palestino es un equipo de pasión y amor por el fútbol. Eso es Guede."

Eso es Guede y, en consecuencia, esto es ahora Palestino. "No es fácil cambiar la mentalidad de un equipo, su identidad. Y él fue capaz de hacerlo. Revolucionó nuestra forma de jugar", sentecia Aguad.

Una revolución profunda, basada en la superación del legado de Emiliano Astorga -anterior DT del cuadro árabe- que, como aseguran desde la gerencia, partió desde la base: "No pudimos iniciar el proceso de renovación antes porque necesitábamos disponer de un colchón de puntos para hacerlo. En las categorías inferiores se venía trabajando con un sistema 4-3-3 muy ofensivo, y queríamos aplicarlo al primer plantel, conectar al público con una propuesta futbolística llamativa".

Fue así como entró en escena el nombre de Pablo Guede. "Era una apuesta, y las apuestas son siempre riesgosas, pero queríamos salir del esquema cuadrado de los  técnicos pragmáticos que bundan en el fútbol. Queríamos que la gente que no fuera de Palestino, viera también los partidos de Palestino", argumentan desde el seno del club.

Un club que asegura estar encantado con las excentricidades de su loco lindo, un tipo que no duda en decir a sus jugadores, en el entretiempo del duelo ante Nacional: "Cuando entre Recoba, ganamos el partido", pese a la indudable calidad del Chino. Un entrenador que mima hasta el último detalle de cada encuentro, y que  recuerda -dicen desde La Cisterna- "a Marcelo Bielsa, por su carácter obsesivo". Un técnico que, en pleno vuelo de regreso, mientras los futbolistas celebran la histórica clasificación, se pone a visionar vídeos de San Marcos de Arica y Boca Juniors, sus próximos rivales en Liga y Libertadores.

Así es Pablo Guede, el mago de la banca de Palestino, el revolucionaro del Municipal de La Cisterna.