Hasta último momento había sido la carrera por el Oso de Oro entre el iraní Jafar Panahi y su película Taxi y el chileno Pablo Larraín y la suya, El Club. Panahi tuvo un bono extra cinematográfico en un festival que se autocalifica como político: es un director que tiene prohibido trabajar en su país y la película misma, rodada integramente con una sola cámara giratoria dentro de un taxi, debió ser contrabandeada fuera del país para que llegara a Berlín, donde esta noche se llevó el Oso de Oro a la mejor película del festival. El premio fue también en buena parte simbólico. Panahi ha sido inhabilitado por el régimen de Teherán y no pudo acudir a Berlín. En su lugar, su sobrina, la pequeña Hana Saeidi recibió el premio entre lágrimas.

En tanto, el Gran Premio del Jurado, segundo premio más importante del festival, recayó en El Club del chileno Pablo Larraín. La directora peruana Claudia Llosa, que anunció y entregó el premio dijo: "estamos seguros de premiar a una película que se convertirá en un nuevo clásico del cine" .

"Chicos para qué tanta foto, son todas iguales" bromeó Pablo Larraín(38), quien subió solo al estrado, pero que dedicó el premio a sus compañeros de trabajo, a su hermano, el productor de la cinta Juan de Dios Larraín, y recordó a todas las víctimas que han sufrido abusos en nombre de la religión. "Hacemos películas que no estén dirigidas solamente a nuestro país, sino que se conecten con el mundo, como las hace también Sebastián Lelio y otros", agregó Larraín en la conferencia de prensa.

Antes que Larraín, ya había subido al podio otro chileno: Patricio Guzmán (73), quien sorprendió llevándose el galardón a Mejor Guión, en un festival cuya categoría no suele tener documentales. El cineasta, autor de La Batalla de Chile, subió al escenario sereno y orgulloso y dedicó El botón de nácar a todos los miembros del jurado, a la delegación chilena y a su esposa, que también hizo traer al escenario. "Me interesa mucho la geografía chilena y creo que se pueden hacer metáforas a través de esos elementos. Lo que más me interesa es la memoria.Me interesa luchar contra la amnesia de Chile, el deseo de aparentar ser un gran país que también lo es, pero donde las diferencias sociales son enormes", explicó Guzmán sobre las intenciones tras su película que muestra el asesinato de indígenas del sur mezclado con la historia de detenidos desaparecidos en dictadura.

UN OSO POLÍTICO

El director de la Berlinale, Dieter Kosslick, enfatizo su compromiso con el cine que incide en conflictos del mundo real, lo que se reflejó en el palmarés, tanto en lo que concierne al iraní Panahi, a los chilenos Larraín y Guzmán, y a los otros ganadores de América Latina.

Ixcanul del guatemalteco Jayro Bustamante, se llevó el Oso de Plata Alfred Bauer, para películas que "abren nuevas perspectivas", por una historia que explora la etnia maya y la dificultad de ser mujer. Mientras, el mexicano Gabriel Ripstein, ganó el premio a Mejor Opera Prima por 600 millas, que muestra el tráfico de armas entre EE.UU. y México.

Los premios a las mejores interpretaciones fueron para Charlotte Rampling, que obtuvo el Oso de Plata por su papel en 45 Years, de Andrew Haigh, mientras que el correspondiente a Mejor Actor fue para su marido en el filme, Tom Courtenay.

En lo que respecta a la categoría de Mejor Director, el premio fue compartido entre el rumano Radu Jude y la polaca Malgozata Szumowska, por sus películas Aferim y Body.

La alemana Victoria, de Sebastian Schipper, obtuvo un Oso de Plata a la aportación artística por el singular movimiento de la cámara del filme, rodado como secuencia única que sigue los pasos de una muchacha española en la noche berlinesa, papel interpretado por Laia Costa.

El jurado internacional de esta 65 versión, estuvo presidido por el director estadounidense Darren Aronofsky, la peruana Claudia Llosa directora de La teta asustada y otros.

DE CURAS Y VÍCTIMAS

"Este es el club de los curas perdidos" dijo Larraín a La Tercera, tras la conferencia de prensa. "Es donde van a parar todos esos curas que yo nunca más veía cuando desaparecieron de mi colegio; sólo en Chile hay más de mil sacerdotes en esta situación".

El Club muestra cuatro sacerdotes confinados en una "casa de retiro" de la Iglesia Católica por haber cometido faltas particularmente graves. La casa está al cuidado de una mujer (Antonia Zegers, también esposa de Larraín) que vive una opresiva tranquilidad hasta la llegada de un nuevo sacerdote. Este nuevo integrante rompe la asfixiante atmósfera de la casa, que luego termina por sufrir una debacle con la aparición de una desolada víctima (Roberto Farías) que repite desde el jardín de la casa, como una letanía sin tristeza, las vejaciones a las que fue sometido por el sacerdote. Un interventor de la Iglesia, comisionado para cerrarla, es quien comienza a escarbar las historias de los sacerdotes relegados.

Rodada en apenas dos semanas en la localidad de La Boca en la Sexta Región, El Club tiene una estética adusta, sin uso de luces artificiales y con una imagen "sucia" en contraposición a la tendencia moderna de imágenes brillantes. "Es una pelea personal contra ese tipo de cine" dijo Larraín.

"Actualmente se suelen concentrar los problemas de la Iglesia en la pedofilia, pero en realidad en este club hay curas que están por otras razones. La iglesia saca de circulación por muchísimos motivos: por falta de fe, por desobediencia, por enfermedad mental, es mucho más complejo", dice el director de Tony Manero y No.

En tanto, El Botón de Nácar de Guzmán, es un documental que va desde el agua como elemento universal de la vida hasta el mar como cementerio de víctimas de la dictadura de Pinochet, todo unido con un fluir de imágenes extraordinarias. "Mi personaje principal es una indígena, pero que no puede competir con Juliette Binoche. Trabajamos con personas comunes, normales, la vida de un documentalista es una pelea constante", dijo Guzmán en la conferencia de prensa. "A Chile le falta su álbum de imágenes; nuestra historia parece terminar el día anterior al Golpe de Estado de Pinochet. Tampoco se habla del genocidio a los indígenas por nosotros mismos, que es probablemente mucho mayor al que cometieron los conquistadores".