"No quiero ir ahí, no quiero ver a gente entusiasta por el cine nunca más en mi vida". El que refunfuña, algo borracho, es Emir Kusturica, el director bosnio de Underground (1995) y Gato negro y gato blanco (1998). Tras recibir un premio honorífico en el Festival de Cine de La Habana, Kusturica le dice a su chofer que lo lleve a otra parte y no a la cena oficial del certamen. Después, la historia -y el conductor que lo guía- toma un rumbo inesperado.
Esto no forma parte de un documental, aunque la imagen de excesivo y rompe esquemas es afín a Emir Kusturica. Es una de la historias de 7 días en La Habana, película que debutó el 2012 en el Festival de Cine de Cannes y que se estrena este jueves en las salas nacionales. Como dice el título, siete realizadores se hacen cargo de igual número de relatos ambientados en la capital cubana, cortos que se asoman a dimensiones y a personajes desconocidos que buscan reflejar el contexto actual de la isla.
Benicio del Toro (debutando como director), Julio Medem, Elia Suleiman, Gaspar Noé, Juan Carlos Tabío y Laurent Cantet son parte del grupo de realizadores de este filme colectivo. Uno que se suma a cierta moda de hacer cintas sobre ciudades, con segmentos a cargo de reconocidos directores. Paris, je t'aime (2006) fue la primera, a la que siguieron otras como Tokyo (2008) y New York, I love you (2009).
Uno de los cortos más alabados de 7 días en La Habana es justamente Jam Sessions, título de esta historia que sigue los pasos de Kusturica por La Habana con un taxista, que resulta ser un músico notable. Un relato escrito y dirigido por el argentino Pablo Trapero, quien gracias a películas como Leonera (2008), Carancho (2010) y Elefante blanco (2012), se ha consolidado como uno de los nombres más prestigiosos del cine transandino actual.
"Participar de este proyecto era una manera de devolverle a la ciudad todo lo que me había dado", dice Trapero a La Tercera. Desde Mundo grúa (1999), su alabado debut, que fue destacado como uno de los filmes que dio inicio al Nuevo Cine Argentino, todas sus cintas se han exhibido en el Festival de La Habana. "Por eso quería situar la película alrededor del festival, como un homenaje", agrega.
Realizada con capitales franceses y españoles, la idea de los productores era, además, coordinar las agendas de los directores convocados, para que así todos intercambiaran experiencias. "Había un poco esa complicidad, era como un trabajo de escuela, porque nos encontrábamos en el hotel y veíamos el trabajo del otro, leíamos el guión, íbamos al rodaje a ver cómo iba. Había un espíritu de colaboración".
Sobre esta historia de un destacado director que parece estar atormentado por un problema amoroso, que se emborracha y se pierde por La Habana, Trapero apunta que "creo que tiene más que ver con lo que pasa muchas veces con el cine que no tiene que ver tanto con el cine, alrededor sabemos que hay mucha parte frívola".
Kusturica no fue la primera alternativa para protagonizar Jam Sessions (se pensó en Woody Allen y Scorsese previamente), pero su disponibilidad favoreció su colaboración. "No teníamos una relación previa, habíamos compartido en festivales. Sabía que él tenía una relación especial con La Habana, además viene a Argentina a menudo, y uno se imagina que la propuesta le podía interesar".
Al final, la elección no pudo ser mejor, dice Trapero. "Emir probó ser un gran actor", afirma. Su experiencia ayudó a entender lo que el argentino quería: un filme libre, de largas secuencias, donde el serbio jugara con "su carácter fuerte y volátil".
Para Trapero, 7 días en La Habana, tal como la actuación de Kusturica, es un descubrimiento: "Con tanto mito que hay sobre la ciudad, la película descubre rincones nuevos".