Luego de que la Corte de Apelaciones de Santiago condenara a presidio perpetuo calificado a Alejandro Schayman Klein como autor del parricidio de su hija que quedó en coma y murió después de seis años de agonía, las sospechas sobre su escape se acrecentaron.
El publicista boliviano aún no ha sido notificado de la sentencia por parte de la Policía de Investigaciones y su paradero es desconocido. Hasta hoy, los registros de la PDI indican que el hombre no registra salidas desde Chile utilizando su identidad, no obstante podría haberlo hecho con un nombre falso o por un paso fronterizo ilegal.
El hecho ocurrió el 28 de marzo de 1996 cuando la pequeña sólo tenía cuatro meses de vida y fue internada por un paro cardiorespiratorio en la Clínica Las Condes. Tras salvarle la vida, los facultativos descubrieron que la pequeña presentaba múltiples fracturas y hemorragias atribuibles a golpes proporcionados por su padre.
En 1998 la justicia le otorgó la libertad bajo fianza a Schayman, sin embargo, desde hace tres años dejó de firmar periódicamente ante el tribunal. "No firmar el libro por tres años, por supuesto que no es un plazo prudente" dijo hoy el presidente de la Corte de Apelaciones de Santiago, Jorge Dahm, quien al ser consultado sobre quién tenía que fiscalizar este incumplimiento, precisó que es "el juez o el tribunal".
Dahm explicó que la firma del libro de excarcelación por parte de los procesados "no es automático. Si la persona no firma un día, el juez lo debe citar y ponderar su razón. Si no concurre, está facultado para dictar la orden de detención".
En el tribunal de alzada explican que la fusión de los juzgados del crimen pudo favorecer el incumplimiento de Schayman, no obstante el expediente del caso indica que a fines de 2008 un receptor judicial concurrió al domicilio del condenado a notificarlo de la situación.
EL CASO
A fines de marzo de 1996, la menor Tamara Schayman fue ingresada de urgencia a la Clínica Las Condes por sus padres. Tenía cuatro meses de edad y poco se pudo hacer por ella: presentaba muerte cerebral, además de un golpe en el cráneo, ceguera, hidrocefalia, diversos huesos rotos y múltiples lesiones internas. Nunca se recuperaría. Murió en junio de 2002, en la Clínica Santa María, sin abandonar su condición neurovegetativa. En sus declaraciones, Schayman confesó haber zamarreado a la menor "para que dejara de llorar", pero que nunca pretendió causarle las lesiones gravísimas.