Una verdadera aventura protagonizó la holandesa Monique Verbert. La mujer logró regresar la semana pasada acompañada de su hija desde Siria, quien apenas llegar a su país fue arrestada y procesada bajo la acusación de haberse unido a una fuerza enemiga.
Todo comenzó a principios de año cuando la televisión local entrevistó a Omar Yilmaz un ex soldado holandés de origen turco que explicaba por qué se había sumado al Estado Islámico (EI) y unido a la lucha en Siria. Las palabras de Yilmaz calaron hondo en Aisha, la hija de Monique, de 18 años, que hacía muy poco se había convertido al islam. "Mi hija vio a Omar como una especie de Robin Hood", dijo la mujer. Pero el interés de Aisha no quedó ahí. Logró ponerse en contacto por internet con Yilmaz, se empezó a enamorar de él y un mes después viajó hasta Medio Oriente para casarse y sumarse al Estado Islámico.
Hasta ahí la historia de esta joven no es muy distinta a la de unos 3.000 jóvenes musulmanes europeos que se sintieron atraídos por la lucha de ese grupo yihadista y partieron hasta Irak o Siria para sumarse a sus filas. Eso, hasta antes de que los extremistas comenzaran a degollar a extranjeros.
En los primeros meses parecía que todo iba bien entre Aisha y Omar. Incluso, el combatiente islamista escribió en su cuenta de Twitter que ambos soñaban con "morir juntos" como mártires. Pero en octubre Monique Verbert recibió un mensaje de su hija pidiéndole que la ayudara, que se había separado de Yilmaz y que quería regresar a Holanda.
Desesperada, la madre buscó ayuda en la alcaldía de su ciudad, Maastricht, y luego en la Cancillería holandesa, pero no tuvo respuestas positivas en vista de lo cual decidió preparar su propio plan de rescate. Viajó hasta Siria, llegó hasta la ciudad de Raqqa, bastión del Estado Islámico, y se reencontró con su hija. Disfrazadas, lograron cruzar la frontera hacia Turquía y de ahí regresar a Holanda donde Aisha fue detenida.
La abogada de la joven, Francoise Landerloo, declaró al diario español La Vanguardia que es muy posible que Aisha quede libre pronto ya que "es muy joven e ingenua, que no fue a Siria para luchar, sino por un hombre".
Casos como el Monique no son pocos, claro que no todos consiguen llevar a sus hijos de regreso a sus países, ya sea porque no los encuentran o porque los mismos jóvenes se niegan a dejar su vida de yihadista.
El belga Dimitri Bontinck, de 41 años, también partió a Siria en febrero pasado para recuperar a su hijo Jejoen, de 19 años, que se había convertido al islam y se sumó al EI en febrero de 2013. Pero no fue una travesía simple para buscar a su hijo, quien había desertado del Estado Islámico en octubre y escapado tras ser acusado de espía. Apenas cruzar la frontera de Turquía, Dimitri fue capturado por el brazo de Al Qaeda en Siria, el Frente al Nusra, fue hecho prisionero y sometido a torturas. Poco después fue liberado, logró ubicar a Jejoen y llevarlo a Bélgica. Su hijo también fue procesado por pertenencia a organización terrorista. "Nuestros hijos no son terroristas sino víctimas de esta historia", dijo Bontinck.
Pero tras enterarse de las historias de otros padres que buscaban a sus hijos en Siria, este veterano del Ejército belga armó una red de contactos entre los jóvenes rebeldes. E incluso ha viajado ya varias veces a la zona de conflicto para rescatar a otros cuatro europeos, razón por la cual recibió el apodo de "El cazador de yihadistas".