Cuando en plena muestra de su poder, en marzo pasado, Rusia anexó Crimea a su territorio luego de un referendo a su favor, el mundo entero miró con mucha atención el proceso. Sin embargo, las consecuencias no eran iguales para todos y había tres naciones para las cuales esta acción tenía un significado especial. Se trata de los países bálticos: Estonia, Letonia y Lituania, que pertenecieron a la órbita soviética (consiguiendo su independencia en 1991), y cuentan con un importante porcentaje de minoría rusa en su población, además de fuertes lazos comerciales con Moscú y una posición estratégica dentro de Europa.
En medio de este contexto, Letonia asume mañana la presidencia semestral de la Unión Europea (UE) y deberá hacer frente a la Rusia de Vladimir Putin, desestabilizada por la caída del precio del petróleo, la baja de su moneda y las sanciones por la crisis en el este de Ucrania. "Si hay una cosa que no haremos, es desarrollar una presidencia antirrusa o prorrusa", dijo a la agencia France Presse el jefe de la diplomacia letona, Edgars Rinkevics, la semana pasada. Sin embargo, su comienzo no se presenta fácil.
Riga debe acoger el 21 y 22 de mayo una cumbre de la Asociación Oriental con Bielorrusia, Ucrania, Moldavia, Georgia, Armenia y Azerbaiyán, que buscan acercarse a la UE. Rinkevics espera poder enviar en esta ocasión "un mensaje fuerte sobre la liberalización del régimen de visados" en la Unión Europea.
Letonia, de poco más de dos millones de habitantes, se hizo miembro de la Unión Europea, al igual que los otros bálticos, en mayo de 2004. Ese mismo año, además, los tres países se integraron a la OTAN.
Por su parte, Lituania, pasará mañana a ser el miembro 19 de la zona euro. Así, el país abandonará su moneda nacional, la litas, para adherir a la moneda común. Se trata del último país báltico después de Estonia (2011) y Letonia (2014) en dar este paso, que a la luz de la crisis ucraniana asume un significado geopolítico además de económico. Porque con este paso, los bálticos completan su proceso de integración a la UE.
En una entrevista con el sitio web de Deutsche Welle, el cientista político Kai-Olaf Lang dijo que de todas las ex repúblicas soviéticas, los estados bálticos son diferentes porque son miembros de la UE y de la OTAN, por lo que Rusia no quiere una confrontación abierta con los estados bálticos, pero Moscú está preparado para considerar los deseos de la minoría hablante rusa para tomar acciones. "Los países bálticos tienen una mezcla de preocupación y de estar alerta. Las autoridades ahí no sólo están preocupadas por lo que ocurre en Ucrania, también miran de cerca a su propia comunidad hablante rusa y cómo Moscú se está comportando hacia ellas", añadió.
De hecho, a mediados de mes se reveló que sus temores por una posible ambición territorial de Moscú se han incrementado debido a la intensificación de la actividad rusa en sus fronteras y el constante paso de aviones rusos, lo que ha llevado que aumenten su gasto militar. Así, el gobierno letón compró en agosto 123 vehículos de combate en Reino Unido y el mes pasado, concluyó un acuerdo con Noruega para comprar 800 sistemas antitanque Carl Gustav y 100 camiones. Mientras que Lituania aumentó el nivel de alerta de sus tropas el 8 de diciembre, tras ver pasar un grupo de 22 navíos de guerra rusos por el Báltico, entre ellos una corbeta fuertemente armada a cinco kilómetros de sus aguas territoriales.
En seis meses las tres naciones gastaron US$ 364 millones en armamento.