Los paramilitares paquistaníes desfilaron el lunes en la frontera con India, desafiando a los islamistas que la víspera cometieron un mortífero atentado en Pakistán, en "estado de alerta" por temor a nuevos actos de violencia.
Por lo menos 55 personas perdieron la vida en ese ataque, el más mortífero de este año, cometido el domingo al anochecer, cuando la multitud abandonaba el puesto fronterizo de Wagah, donde todos los días hay celebraciones nacionalistas con música y pequeños desfiles militares de soldados indios y paquistaníes.
Diversos grupos de los talibanes paquistaníes se atribuyeron este raro ataque en la frontera entre Pakistán e India, dos potencias nucleares rivales, perpetrado, según ellos, en represalia por la operación militar lanzada a mediados de junio en los bastiones insurgentes, cerca de la frontera afgana.
Desde entonces, más de 1.100 insurgentes murieron, según las fuerzas paquistaníes, un balance que los islamistas cuestionan.
El atentado del domingo en Wagah quería vengar aparentemente "el apoyo a las fuerzas armadas" manifestado por la población civil que asiste a las ceremonias en la frontera, señaló el lunes el diario Dawn en un editorial.
Las autoridades paquistaníes anunciaron que Wagah, el principal puesto fronterizo entre India y Pakistán, atravesado todos los días por caravanas y viajeros, permanecerá abierto este lunes, pero que la ceremonia nacionalista cotidiana será interrumpida al menos durante tres días.
La policía estaba "en estado de alerta" en todo el país el lunes, y había reforzado sus efectivos para proteger las procesiones de la Ashura, la conmemoración anual de la muerte del imán Husein, en el año 680 en Kerbala, Irak, uno de los acontecimientos más importantes del calendario de la minoría musulmana chiita.
Durante los últimos años, grupos islamistas sunitas armados atacaron las procesiones de los chiitas, que constituyen aproximadamente el 20% de la población de Pakistán, un país musulmán de más de 180 millones de habitantes.
En Islamabad, la capital, y en la ciudad vecina de Rawalpindi, donde se han producido numerosos atentados antichiitas, 10.000 policías, militares y paramilitares fueron desplegados para proteger las procesiones previstas el lunes y el martes.
"Se instalaron detectores de metales en los lugares de entrada de las procesiones, y está prohibido estacionar un vehículo cerca de los desfiles", declaró a la AFP un portavoz de la policía de Rawalpindi, para evitar un atentado con coche bomba.