Palestino vio desaparecer anoche casi todas sus opciones de clasificar a octavos de final de la Copa Libertadores al empatar 1-1 ante Montevideo Wanderers, en Santa Laura. Así, los uruguayos sumaron siete unidades, y los cisterninos, cuatro, cuando faltan dos fechas para que cese la lucha en el Grupo Cinco, liderado con pasmosa comodidad por Boca Juniors.

Hace una semana, en el Parque Central, Wanderers había realizado un trabajo casi perfecto en el primer tiempo, facilitado por los problemas de la defensa de Palestino para frenar los pelotazos hacia Joaquín Verges y Leandro Reymúndez. Ayer, eso no sucedió, pues desde el primer minuto los árabes mantuvieron a sus centrales metidos en el área o apenas saliendo de ella, y sólo cuando la posesión del balón les diera garantías.

Lo malo es que el encuentro estuvo marcado por el desorden. Se lograba así un propósito: anular el trabajo de los rivales, pero no el otro, que era sumar ocasiones de anotar.

Aún así, Nicolás Albarracín se las arregló para apurar a Darío Melo y sus defensores. Tanto, que ya a los 7' Germán Lanaro, en su afán por frenar un tiro del volante, cometía una mano penal no advertida por el juez Víctor Carrillo.

En esas circunstancias no se expresaron con plenitud los talentos de Leonardo Valencia y César Valenzuela, principales armas de creación. Sobre todo porque el juego carecía de orden y, en muchos pasajes, pareció casi práctica de vóleibol, con el balón pasando por el aire de un lado a otro.
Pese a todo, hubo entradas como la de Esteban Carvajal, quien a los 30' se metió hasta la línea de fondo. Con escaso ángulo, trató de fusilar a Leonardo Burián, pero envió la pelota a la tribuna oriente.

Lo contrario sucedió seis minutos después, cuando en posición similar, y tras una gran acción colectiva, Alex Silva sí fusiló a Darío Melo, con un tiro que se metió rozando el primer palo para terminar incrustado en la red por el costado opuesto. Un golazo y premio a una muestra de destreza grupal y personal. Con eso, los Bohemios se pusieron en ventaja y comenzaron a sentenciar cualquier asomo de misterio sobre cuáles serán los clasificados a octavos.

En el segundo tiempo, Pablo Guede decidió aumentar el volumen ofensivo, con cambios muy atrevidos, como por ejemplo el ingreso de Diego Chaves en lugar del lesionado Germán Lanaro.

La historia pareció reescribirse cuando un centro de Valencia fue tocado por Marcos Riquelme. El balón llegó a los pies de Jason Silva, quien disimuló en algo su irregularidad al anotar la igualdad (65').

Luego, vendrían ocasiones desperdiciadas por Riquelme, Chaves y el juvenil Jorge Guajardo, pero también abortadas por la viveza de Burián.

Ahora no queda más que esperar un milagro. Que los uruguayos dejen algún punto en el camino y que en Buenos Aires, en la última fecha, Palestino protagonice una leyenda que, por ahora, parece absolutamente imposible de alcanzar.