Escasa era la ilusión de Palestino en la Copa Sudamericana. La derrota por 5-2 ante Flamengo, jugada en San Carlos de Apoquindo, había apagado todo asomo de esperanza en el equipo de Germán Cavalieri.

Tal disposición fue evidente, en el estadio Luso Brasileiro, en el barrio de Galeao. Los cariocas, en todo caso, tenían todo a favor, aparte de la localía: el ya mencionado marcador de la ida, la jerarquía superior de su plantel y el estado de reconstrucción en el que se encuentran los árabes, que dejaron partir a la mayor parte de los jugadores que lo defendieron en la pasada temporada. Y tampoco contó con algunos de sus actuales titulares, como Richard Paredes, Diego Rosende, Eric Pino o Marcos González (los dos últimos no alcanzaron a ser inscritos para el torneo subcontinental).

Todo eso, sin embargo, no puede justificar la bochornosa presentación de Palestino, que fue incapaz de establecer el menos un mínimo orden defensivo como para evitar el descalabro, cerrando así la vergonzosa presentación de los equipos nacionales en los torneos de la Conmebol. Que los tricolores hayan sido los últimos sobrevivientes, sólo se debió a las circunstancias de toparse con un rival muy débil en la primera ronda (Atlético Venezuela, al que superó por penales) y al extenso al extenso calendario de las competencias internacionales de esta zona del mundo, que pasaron de ser semestrales a anuales.

Los tantos de los rojinegros, quienes acaban de cambiar de técnico por tres malos resultados en el Brasileirao, fueron producto de las habilidades clásicas de los brasileños y, por cierto, de la indolencia de un antagonista que tuvo poco de tal, pues el 5-0 se produjo en un partido en el que apenas hubo una tarjeta amarilla, en una demostración que puede parecer juego limpio, pero también escaso afán de luchar por el balón.

Fue cosa fácil: desbordes sin apuro, centros precisos y aparición de un pivote que les ganó siempre a los centrales.O bien algunos más patéticos, como el quinto, cuando Vinicius Junior aprovechó el desgano de Rodrigo Tapia para anotar. Así, el marcador final parece, incluso, modesto.