A manotazos y muy, muy enojada trataba de abrirse paso Pamela Anderson en el aeropuerto de Pudahuel. La ex modelo Playboy que se hizo famosa por su curvas y su traje de baño rojo en la serie Guardianes de la Bahía, apareció con el pelo desordenado y el peinado estropeado tras el viaje desde Estados Unidos.
Llevaba medio rostro tapado por enormes anteojos oscuros, sin maquillaje, aunque sus gruesos labios sobresalían en sus angulosas facciones. Arribó con un mini vestido de jersey blanco, sin mangas, y aunque tampoco tenía escote, el traje era lo suficientemente ceñido como para que la veintena de admiradores que se agrupó para verla en su llegada a Chile, a las siete de esta mañana, la celebraran con gritos.
Pero ella estaba furiosa ante el acoso de los camarógrafos y reporteros de matinal de farándula que armaron una batalla campal por obtener el mejor ángulo.
La rubia de 42 años aterrizó pasadas las 6 AM en un vuelo LAN desde Los Angeles. Sin embargo, terminó los trámites sólo una hora después. Y los siete guardias contratados especialmente para ella, más dos del terminal aéreo, no pudieron controlar el desmadre que se vino ante su presencia. Anderson enfrentó al grupo de prensa y curiosos mirando hacia abajo y con desgano.
Y se lanzaron sobre ella. La apretaron y empujaron. La actriz arrugaba la frente. Ponía gestos de suma molestia. De rabia. "¡Me están apretando demasiado fuerte!", se quejaba. Intentaba caminar sobre sus sandalias de tiras de cuero negro. Apenas podía. Los guardias la sujetaban de los brazos.
Las cámaras casi la golpeaban. Entonces Anderson, que en una mano llevaba su cartera amarilla y en la otra una especie de agenda blanca, comenzó a lanzar manotazos hacia adelante y los lados y caían sobre noteros como Andrés Súnico, del programa Alfombra Roja.
Detrás de ella estaba muy asustado uno de sus asistentes. Y como pudo, la figura que esta noche está invitada estelar, en vivo, en la segunda edición de El Hormiguero -el programa de Tonka Tomicic y Sergio Lagos en Canal 13-, subió a la limusina Hummer que la conduciría al Hotel Sheraton, donde se hospeda en esta visita de dos días.
Dentro del vehículo, Anderson vociferaba, reclamaba, trataba de ordenar sus cosas y se mostraba demasiado molesta.