El papa Francisco condenó hoy el ataque que costó la vida a cuatro personas en el Museo Judío de Bruselas e instó, a su llegada a Israel, a israelíes y palestinos a aplicar la solución de los dos estados para poner fin al sufrimiento en la región.
El pontífice, que llegó a Tel Aviv procedente de la ciudad palestina de Belén, hizo una condena enérgica del antisemitismo en el discurso pronunciado ante el presidente Shimon Peres y el primer ministro, Benjamin Netanyahu, que le recibieron en la pista.
Francisco, que había llegado en un helicóptero jordano procedente de la ciudad palestina de Belén, se mostró "profundamente dolorido" por la pérdida de vidas en un ataque que calificó de "crimen de odio antisemita".
Minutos antes, en sus respectivos discursos de bienvenida, tanto el presidente israelí como el primer ministro condenaron los hechos y agradecieron al papa "su postura sensible y firme" en la lucha contra el antisemitismo.
"No hay peor que el odio ciego", recordó el presidente israelí al exhortar a la tolerancia, y referirse también a los recientes ataques anti-cristianos por parte de nacionalistas judíos.
La Policía israelí arrestó la pasada madrugada a 26 nacionalistas judíos que se habían atrincherado desde la noche del sábado en el lugar en el que la tradición judía marca la ubicación de la tumba del rey David.
Alrededor de 150 radicales se adentraron en el recinto para protestar por la visita del papa y la posibilidad -negada por el Gobierno israelí- de que la parte superior, donde se haya el Cenáculo, sea transferida al Vaticano.
La Policía evacuó a los activistas de madrugada después de una redada en la que los agentes fueron apedreados.
Por su parte, Netanyahu, que recibió a Francisco con un "Bienvenido a Israel" en español, le dijo que trae "el espíritu de la reconciliación y la paz de muchos cristianos por el mundo, y de muchos otros que no son cristianos pero que se apegan a su espíritu humanista".
Francisco también mencionó su visita al Museo del Holocausto, mañana, como uno de los momentos más "intensos" de este peregrinaje y dijo que ese oscuro episodio de la historia es el "símbolo de hasta dónde puede llegar la maldad del hombre cuando, alimentada por falsas ideologías, se olvida de la dignidad fundamental de la persona".
El pontífice apeló igualmente en su discurso a la necesidad de "retomar, siempre con audacia y sin cansarse, el camino del diálogo, de la reconciliación y de la paz" para que israelíes y palestinos vivan con normalidad, porque "no hay otro camino".
"Así pues, renuevo el llamamiento que Benedicto XVI hizo en este lugar: que sea universalmente reconocido que el Estado de Israel tiene derecho a existir y a gozar de paz y seguridad dentro de unas fronteras internacionalmente reconocidas", subrayó.
"Y que se reconozca igualmente que el pueblo palestino tiene derecho a una patria soberana, a vivir con dignidad y a desplazarse libremente", precisó, en cerrada defensa de la solución de los dos estados.
Además, mostró su pesar por el hecho de que Jerusalén, la urbe histórica de las tres religiones monoteístas, no sea la ciudad de la paz esperada.
"Desgraciadamente esta ciudad padece todavía las consecuencias de largos conflictos. Todos sabemos que la necesidad de la paz es urgente, no sólo para Israel, sino para toda la región. Que se redoblen, por tanto, los esfuerzos y las energías para alcanzar una resolución justa y duradera de los conflictos que han causado tantos sufrimientos", concluyó.