"Doy gracias a Dios por permitirme visitar esta linda parte de nuestro continente, La Araucanía". Así, el Papa Francisco dio inicio a su segunda liturgia en Chile, esta vez ante más de 200 mil personas que llegaron hasta la Base Aérea de Maquehue, en Temuco.
Fue una ceremonia de 90 minutos que destacó por los gestos que se hicieron hacia el pueblo mapuche, comenzando por una rogativa, los sonidos de la trutruca que dieron inicio a la misa (en vez de campana) y el propio saludo que realizó el Pontífice en mapudungún: mari mari (buenos días).
Como ha sido costumbre durante sus discursos en Chile, el Papa citó a exponentes de casa. Esta vez fue el turno de Violeta Parra, a través de la cual dio comienzo a la eucaristía, en la que llamó a la unidad y al diálogo en la zona. "Arauco tiene una pena que no la puedo callar, son injusticias de siglos que todos ven aplicar", indicó Francisco.
El discurso, que fue seguido con banderas y pañuelos, por gente que se instaló desde la madrugada en el recinto, aunque las 35 hectáreas de la base no se alcanzaron a repletar y la concurrencia estuvo por debajo de las 400 mil personas esperadas. Sin embargo, la algarabía por la presencia del líder de la Iglesia Católica se dejó sentir desde el instante mismo en que la autoridad religiosa recorrió los cuadrantes en que se ubicaban los fieles. Esta vez, a diferencia de lo ocurrido en Santiago, el Papa no rompió el protocolo y no bajó nunca del Papamóvil.
Los asistentes lo aguardaron por casi 10 horas. Desde Temuco a Rancagua, pasando por Coyhaique, Valdivia y Concepción. Fueron muchos los que legaron de distintas ciudades del sur de Chile a escuchar al Papa. Pese a lo esperado, la presencia de argentinos fue baja.
La jornada se inició a la una de la mañana del miércoles, momento en que abrieron los tres accesos a Maquehue. A esa hora, ya eran miles los feligreses que recorrían los 3,5 kilómetros dispuestos para el peregrinaje. Siempre resguardados por un amplio operativo policial (ver secundaria página 4).
Claudia Muñoz (50) llegó desde Rancagua para presenciar la misa. Dijo que por motivos laborales no pudo asistir a la liturgia en Santiago. Al saber que en Temuco se permitiría el ingreso sin entrada, no dudó en viajar todo el día y recorrer los más de 700 kilómetros que separan ambas ciudades.
"Cuando vino Juan Pablo II no pude ir. Quedé con una espina de aquella vez; por eso el sacrificio", relató.
Los largos viajes durante el día y la vigilia durante la noche fueron una tendencia entre quienes recorrieron grandes trayectos para asistir a la ceremonia. Fue el caso de Tatiana Jiménez (28) y Lady Sánchez (26), ciudadanas colombianas que viajaron desde Concepción y Chillán, respectivamente, para ver al Papa. Pese al sacrificio del traslado y la posterior caminata, enfatizaron que se trata de una oportunidad que no podían dejar pasar. "Si no lo vemos esta vez, no lo vemos más. Es lo mejor que nos puede pasar", indicaron las mujeres, mientras sus maridos cargaban a sus exhaustos hijos.
"Buenos días, bienvenidos", era la frase que repetían una y otra vez los voluntarios a quienes ingresaban al recinto. En total fueron cerca de 350 "guardias papales" que se instalaron en el aeródromo durante 15 horas para preparar, recibir, ubicar y permitir la comodidad de los miles de asistentes. Una tarea que reconocen difícil, dado el frío y la incomodidad. "Nos pusimos a correr en un momento de la noche por el frío que hacía. Eso y bastante café para soportar toda la noche", reconocieron Yigliola Vega (19) y Juan Pablo Martínez (18).
No obstante el sacrificio, se mostraron reconfortados por lo hecho. Asumen que lo vivido se trató de "una experiencia de vida".