Papa sorprende a fieles que le mandan cartas llamándolos por telefóno

El Pontífice llamó en las últimas semanas a un estudiante que lo quería conocer y a un hombre cuyo hermano fue asesinado.




"¿Sí, hola?", toma el teléfono Stefano Cabizza, estudiante de Ingeniería de 19 años, en Padua. "Hola, soy Papa Francisco, vamos a tutearnos, ¿te parece?", contestó una voz que llegaba 400 kilómetros más al sur, desde el pequeño despacho de la residencia Santa Marta del Vaticano. El joven no tuvo tiempo de pensar en una broma: reconoció, al otro lado del aparato, la voz y el ligero acento argentino del Pontífice latinoamericano. No es la primera vez que Jorge Mario Bergoglio se pone frente al teléfono y llama a personas sencillas. Un gesto más del espíritu de cercanía que caracteriza su idea de Iglesia.

Stefano recibió la llamada más inesperada de su vida el domingo. "¿Crees que los apóstoles llamaban de usted a Jesús? -le preguntó el Pontífice, según lo que cuentan los medios italianos-. O que lo llamaban Su Excelencia? Eran amigos como lo somos ahora tú y yo. Y yo a mis amigos los tuteo".

La ocasión para entrar en contacto con el Pontífice se presentó el día de la Asunción de la Virgen, el jueves 15 de agosto, que en Italia -al igual que en Chile- es feriado. El estudiante participó en la misa que el Papa celebró en la mansión estival de los pontífices, en el pueblo de Castel Gandolfo, a unos 25 kilómetros de Roma. Cabizza llevó consigo una carta que había escrito con la esperanza de podérsela entregar al Papa. Así lo contó al diario local de Padua, Il Gazzettino: "Sinceramente, no pensaba que lo lograría, pero al final de la ceremonia la puse en las manos de uno de los 20 cardenales que distribuyeron la eucaristía". Stefano es un joven normal que le gusta el fútbol, estudia y tiene una familia tranquila Pero tenía ganas de conocer al Papa y de hablar con él. El mensajero debe de haber cumplido con la petición de aquel joven, porque apenas tres días después, en la casa de Cabizza sonó el teléfono. La primera vez nadie contestó. La segunda vez, sí, sobre las 17 horas. Y era el Papa.

"Me pidió que rezara a San Esteban y para él. Me bendijo. Sentí una gran fuerza dentro de mí, me transmitió las ganas de creer en mí mismo hasta el fondo", relató sobre aquellos ocho minutos especiales. "Fue un gesto del que me decidí a hablar públicamente para sacar a luz la gran humildad y cercanía del Papa Francisco".

Lo mismo hizo la semana anterior, el 9 de agosto, cuando llamó a Michele Ferri, de 40 años. Su hermano Andrea, que administraba gasolineras en Pesaro (este de Italia), fue asesinado hace pocos meses por su socio y un cómplice que le quisieron robar. El crimen hirió y enfureció profundamente a Michele, cuya vida ya había sido plagada por desdichas. Gritó su rabia desesperada en su perfil de Facebook: "Siempre te perdoné cualquier cosa. Pero esta vez no puedo, Dios", señaló. Y tomó papel y lápiz y escribió al Papa para contarle su sufrimiento. Nunca pensó que el Papa le iba a contestar, y hasta que lo llamaría directamente. "Tu carta me hizo llorar", contó que le dijo el Pontífice.

El sucesor de Benedicto XVI suele saltarse el protocolo: rehúsa vivir en el apartamento apostólico; sube al avión que lo lleva a Brasil cargando él mismo con su maleta; utiliza un auto abierto para desfilar entre los fieles y se para a beber mate o recoger regalitos. Tenía el hábito de llamar a "fieles normales" cuando era obispo de Buenos Aires, como contó el vocero del vaticano, Federico Lombardi, quien reveló que en Roma mantiene la costumbre de llamar a una cárcel de su ciudad. "Hay que ser personas normales", ha dicho el Papa.

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