Llegar a Tierra Amarilla no reviste mayor problema. Luego de tres semanas desde que el río Copiapó se desbordó, las principales calles de la ciudad ya han sido despejadas, sólo faltan algunas casas que aún están con barro, en el sector sur oriente de la comuna. Por ello, para sus habitantes, la prioridad es levantar sus casas y volver al trabajo.
Javier Flores llegó desde Vallenar a Tierra Amarilla hace 35 años y desde entonces vive en la comuna. Perdió su casa y taller mecánico cuando el agua y el barro ingresaron desde el río, luego de que una tolva chocara con el puente y provocara el desborde. "Vimos que el agua se venía y le dije a mis hijos que nos teníamos que ir, los metí en la camioneta y nos fuimos calle abajo con el agua, usamos la camioneta como bote. Dejé mi casa, el taller, todo bajo el barro", cuenta este viudo, padre de cuatro hijos.
"Era soldador. Empecé de cero armándome el taller y lo único que me interesa es recuperarlo. Yo teniendo trabajo estoy listo, sólo necesito un empujoncito para empezar de nuevo", agrega Flores.
La familia de Javier es una de las 30 que serán trasladadas a viviendas de emergencia en los próximos días, gracias a un convenio que hizo la Municipalidad de Tierra Amarilla y TECHO. En esta localidad son cinco los colegios que han servido de albergue y la idea es dejar habilitados los establecimientos para el retorno a clases. "Nos dijeron que de aquí al 4 de mayo teníamos que estar instalados en Antoco (5 km al interior de Tierra Amarilla). Ahí me voy con mis niños mientras trato de reparar mi casa", dijo Flores.
El caso de este hombre se replica en varias zonas. La mayoría de los vecinos se empeña en despejar el barro y volver a sus oficios. Daniel González llegó de San Bernardo hace nueve años, y ahora vive en el taller de vulcanización donde trabaja. Fue embestido por el agua que venía de las quebradas, ya que el inmueble está ubicado a la salida oriente de Tierra Amarilla. "Quedamos con unos 50 centímetros de barro. Lo primero que hicimos al otro día fue comenzar a limpiar. A los tres o cuatro días abrimos y se llenó de particulares que necesitaban arreglar sus vehículos, éramos los únicos abiertos", relata.
González agrega que "pese a que igual nos anegamos, hay gente que está peor, como mi vecina, que vive sola con su hija y quedó en la calle. Aquí hay que apurar el tema de las casas, porque ahí están viviendo en una escuela y esa no es la idea".
Humberto Berríos (83) es otro vecino cuya casa quedó en el suelo. Asegura que su vivienda la levantó para él y su mujer, que falleció hace varios años. "Igual me da pena ver mi casa. Me estoy quedando con uno de mis hijos, porque aquí no se puede. Fue harto el sacrificio para levantarla y ahora verla así, con la tele en el barro, el refrigerador, todo destruido... No sé qué hacer ni de dónde voy a sacar plata para construir, si mi pensión no me alcanza", se lamenta.
Berríos agrega que lo peor fue "el río, porque además de todo lo que traía, se juntó con la basura que lleva años ahí. Esa es una lección que aprender, si el río hubiese estado limpio a lo mejor fluye y no se viene hacia nosotros".