La solución, al parecer, estaba en casa, entre las cuatro paredes del Estadio Monumental, el recinto que ayer acogió el duelo ante Venezuela. La solución estaba, quién iba a decirlo, en el torneo doméstico, en la figura de su actual máximo goleador. Esteban Paredes, la gran novedad en la oncena presentada por Pizzi para medirse al cuadro llanera, no decepcionó. Llegó al estadio convertido en el 7 de Colo Colo, pero se marchó transformado en el 9 de la Selección.
Con el mismo número que lucía Zamorano en su camiseta hace 20 años, el día en que -en el mismo escenario y también por Eliminatorias- despedazó a la Vinotinto endosándole cinco goles, el Tanque saltó al césped del Estadio Monumental como si de un imberbe debutante se tratara. Con rictus de concentración, entonó el himno chileno con fervor y aceptó los consejos preliminares de Mauricio Isla como si se dispusiese a afrontar su primer partido como seleccionado.
Pero una vez que la pelota echó a rodar en Macul, sus 36 años comenzaron a hacerse notar mucho más que los casi cuatro que acumulaba sin ser de la partida en un duelo clasificatorio de la Roja.
Siete minutos tardó en ver portería. Alexis trazó la diagonal, Paredes hizo pantalla y se dirigió al corazón del área chica para esperar la asistencia de Aránguiz y firmar el 2-0. Como si pasease por el salón de su casa.
Con ese primer tanto -Sánchez ya había abierto la cuenta cuatro minutos antes, con un tiro libre que Esteban no se atrevió siquiera a reclamar, consciente de su menor jerarquía en la Selección- el ariete de Colo Colo se convertía, con 36 años, 7 meses y 27 días, en el futbolista de mayor edad en convertir un gol en partido oficial con la elástica chilena, desbancando a Carlos Caszely (34).
Catorce minutos más tarde llegaba el 3-0, su segunda diana de la tarde, su 12º gol con la Roja adulta, con un cabezazo en línea de meta, oportunista. Las dos anotaciones anunciaron la aparición del verdadero Paredes, el veterano de mil batallas. Solidario en la marca, comenzó a repartir instrucciones entre sus compañeros. Felicitó a Beausejour, pidió paciencia a Vargas, y hasta se lamentó de un error propio que dilapidó su hat-trick sonriendo.
Al entretiempo, un sector de la Garra Blanca empezó a corear su nombre, el del cuarto artillero más longevo de Sudámerica en perforar las redes en Eliminatorias.
En el minuto 56 de partido, dejó su lugar a Valdivia. Se marchó ovacionado. No hubo más goles chilenos. Al emprender su camino hacia los camarines, el bigoleador sonreía. No era para menos. Chile había ganado como local, pero el verdadero dueño de casa, como tantas otras noches en Pedreros, había sido él. Esteban Paredes.