El Parlamento cubano aprobó por unanimidad este sábado una nueva Ley de Inversión Extranjera que busca atraer capitales a la isla comunista, cuya economía sigue estancada a pesar de las reformas del presidente Raúl Castro.
La ley, que ofrece beneficios tributarios y garantías de que los capitales no serán expropiados, fue aprobada "con el voto unánime de los diputados" en una sesión de menos de cuatro horas encabezada por Raúl Castro, informó la agencia Prensa Latina.
Raúl Castro ha dicho que esta norma es "crucial" para la economía cubana, que creció en 2013 apenas un 2,7%, por debajo de la meta de 3,6%, manteniendo el pobre desempeño de los años anteriores.
"Es necesario alcanzar ritmos de crecimiento del producto interno bruto (PIB) en el orden del 7% (anual) y tasas de acumulación o inversiones del 20%" para que la economía cubana despegue, dijo en la sesión parlamentaria el vicepresidente Marino Murillo, responsable del sector económico.
"Esto demanda un necesario crecimiento externo con el que hoy el país no cuenta", agregó Murillo, afirmando que "una inversión bien hecha no es regalar el país en pedazos".
"La nueva Ley de Inversión Extranjera es la última oportunidad para que las reformas alcancen las metas de crecimiento planeado", advirtió el economista cubano Pavel Vidal, de la Universidad Javeriana de Cali, Colombia.
Esta fue la primera sesión extraordinaria en cuatro años del Parlamento -en el que no hay ningún opositor entre sus 612 diputados- y fue convocada especialmente para aprobar esta ley, que sustituyó a una dictada en 1995 por Fidel Castro en la peor fase de la crisis económica sobrevenida en Cuba tras el colapso de la Unión Soviética.
La nueva ley garantiza "la plena protección y seguridad al inversionista, el cual no podrá ser expropiado, salvo por motivos de utilidad pública o interés social" y con una indemnización, dijo al Parlamento el ministro de Comercio Exterior y la Inversión Extranjera, Rodrigo Malmierca, citado por Prensa Latina.
El gobierno ha prometido seguridad a los capitales para matar el fantasma de las nacionalizaciones que hizo Fidel Castro en los años 1960.