Parma parece una Italia en miniatura: una ciudad bella hasta quitar el aliento, rica en monumentos e historia, pero herida por años de mala gestión, una red de cohechos que la hundieron en una deuda de casi mil millones de euros.
Sobre esos escombros, en mayo del año pasado, empezaron a brillar las cinco estrellas del Movimiento de Beppe Grillo: su candidato Federico Pizzarotti, de 39 años, fue elegido alcalde, con el 60% de los votos. Fue la primera gran conquista del movimiento, que por primera vez era llamado a cambiar sus reproches al sistema político por la gestión cotidiana de una de las ciudades más ricas del país (con sus 188.000 habitantes), patria del queso parmesano y sede de grandes empresas, como la pasta Barilla.
Marco Vagnozzi, de jeans y abrigo algo desteñido, 38 años, soltero, tenía un empleo como asesor informático que dejó para presidir el consejo municipal. Activo en el movimiento cuando aún nadie contemplaba que pudiera transformarse en una fuerza política, que, aunque presumiendo de no tener dirigentes, congresos ni líder, se presentó a las elecciones. Y las ganó.
"Representamos el cambio, un plan renovado de una clase política que elige a los representantes sin consultar a los ciudadanos y sin criterios de mérito". "Elegimos a gente capacitada y entusiasta de la sociedad civil. No teníamos que respetar ninguna cuota minoritaria interna al partido, complacer a ningún ala, silenciar a ningún disidente", señala.
La plaza central de Parma alberga edificios renacentistas, tiendas, bares y muchas bicicletas. En una esquina, un gran arco da la entrada al municipio. Allí, en diciembre, el alcalde del movimiento puso un árbol de Navidad ecológico, que se iluminaba cuando los ciudadanos pedaleaban para darle energía: en pocos días rompieron las bicicletas enganchadas al pino.
Aquí, bajo los soportes de ladrillo a la vista del antiguo Palacio Ducal, está estacionado el Opel Zafira, a gas natural y de segunda mano, que lleva el alcalde en sus traslados: la administración precedente había comprado unos Mercedes, hasta uno "de muchos caballos y con motor eléctrico. Costaba 120.000 euros. Los devolvimos y ahorramos 250.000 euros al año", exclama Vagnozzi. También se recortaron el sueldo un 10%. El alcalde actual gana unos 3.000 euros mensuales. "Son gestos que no han cambiado la vida de la ciudad. De momento", sostiene Augusto Pizzi, de 62 años, que regenta el café San Pietro. "Voté por ellos porque me transmitieron entusiasmo, pero sigo esperando. Creo que pagan un poco por su inexperiencia". "No consiguieron cambiar de paso. El planteamiento siempre es el mismo", coincide Stefania Corradini, 58 años, funcionaria. Mario Castiglione, de la misma edad, pero carabinero jubilado, dice en cambio: "¿A quién le das tu voto si no a ellos? Al menos, no llevan años metiendo mano en mi bolsillo y todavía no se han corrompido por el poder". "La situación que heredamos es devastadora", se justifica Vagnozzi y añade: "La estamos desmantelando poco a poco".
Uno de los temas en los que más insisten es el de las obras públicas inútiles. Tampoco gusta la gestión de las guarderías y de los asilos, servicios que en la rica y progresista región de Emilia Romaña siempre fueron públicos. "A mí hasta me puede entrar en la cabeza que un municipio delegue la formación de sus niños a manos privadas. Pero exijo que controle la línea pedagógica", dice Roberta Roberti, profesora de italiano e historia en un instituto. "De momento, será la inexperiencia, pero la verdad es que parecen navegar costeando", asegura.
Bersani desecha pacto con Berlusconi y crecen dudas
Tras unas elecciones que no arrojaron una mayoría clara en Italia y gatillaron un marcado estancamiento político, la centroizquierda busca jugar su carta más difícil en su afán de formar gobierno, aunque en el papel se torna en una misión muy ardua. El líder del Partido Democrático (PD), Pier Luigi Bersani, cerró la puerta a una gran alianza con la centroderecha del ex premier Silvio Berlusconi y lanzó sobre la mesa una fórmula riesgosa: lograr el voto de confianza de ambas cámaras del Parlamento y tratar de gobernar en minoría. Bersani, que consiguió la mayoría en la Cámara de Diputados con 345 escaños de 630, pero no en el Senado, donde logró 120 escaños de 315, presentará el próximo miércoles a su coalición y después mostrará al Presidente Giorgio Napolitano, una propuesta de "un gobierno de cambio", compuesto de siete u ocho puntos, con el que busca persuadir a los demás partidos y evaluar quién está preparado para entregarle a él la responsabilidad. Si Bersani no logra el voto de confianza para su gobierno, la parálisis en Italia se agudizaría, ya que habría que esperar al 15 de abril para que el nuevo Parlamento elija al que será el nuevo Presidente, pues el actual no puede disolver las cámaras y convocar a elecciones en los últimos seis meses de su mandato, que termina el 15 de mayo.