"Junto con la voz, puede que el dibujo sea la más primitiva de las expresiones", dice la curadora Andrea Pacheco

aludiendo al hecho de que el acto reflejo de trazar líneas se esté colando espontáneamente en el arte contemporáneo, independiente si se trata de una escultura, un video o una instalación. Para Pacheco, existe una tendencia actual por incorporar el dibujo con otras disciplinas: todo parte de un dibujo, o todo puede traducirse en un dibujo invadiendo un espacio.

Fue a partir de esa idea y del filme Drawing by numbers, de Peter Greenaway, que la curadora concibió la muestra homónima, Dibujando con número, que se abre hoy en la Fundación Cultural de Providencia y que reúne a 16 artistas iberoamericanos, de países como España, Perú, México, Portugal, Brasil y Chile, quienes trabajan el dibujo como elemento esencial de sus obras.

"No me interesaba hacer una muestra de género, pero sí me interesó la idea de que a través del dibujo se expresaran las emociones más ocultas, porque es el gesto más intuitvo y básico. De ahí que muchas de estas artistas trabajen con temas muy femeninos como el amor, el hogar, la familia, pero desde una mirada perversa, más oscura", dice la curadora, quien además se desempeña como coordinadora de las muestras del MAC Quinta Normal y responsable del programa de residencia Just Residence, en Madrid.

Entre las artistas de la muestra que desplazan el dibujo hacia la instalación está la mexicana Daphne Bally (1984), quien diseña una casa en el espacio construida a partir de jaulas de pájaros de colores, para cuestionar la idea del hogar como un espacio agradable, y la portuguesa Carla Rebelo (1973), quien teje una trama en el suelo con hilos rojos, sujetos por piedras, como si fuese el plano de un laberinto que está por construirse.

Hay otras artistas más tradicionales que dibujan sobre papel, aunque con técnicas variadas. La más clásica es la chilena Marcela Trujillo (1969), quien exhibe un gran dibujo mural que refleja el empoderamiento femenino actual a través de una alegoría de mujeres que vuelan sobre órganos humanos. También está Manuela Viera-Gallo (1977), con una relectura del mito griego de Sísifo: con aserrín dibuja en la pared mujeres cargando pesadas piedras a través de una montaña.

En el plano escultórico, destaca Francisca Sánchez (1975), quien exhibe una serie de esculturas creadas a partir del ejercicio de cavar o "dibujar" hoyos en la arena. También está la delicada obra de la boliviana Liliana Zapata (1985), autora de frágiles volúmenes de papel, a partir de cortes muy complejos que hace con un bisturí y que ella reconoce como si fuesen líneas sobre el espacio.

En video, en tanto, destaca el trabajo de dibujo mezclado con stopmotion que realiza la española Rosana Antolí (1981), donde dos amantes se devoran para luego volver a nacer, o la peruana Rita Ponce de León (1982), quien filma un video poético sobre el gesto cotidiano de dibujar.

Con volumen

La chilena Raisa Bosich (1988) es la única que realiza un guiño directo, aunque sutil, a la comedia negra de Greenaway que inspiró la muestra. En ella se narra la historia de tres mujeres de diferentes edades que asesinan a sus maridos ahogándolos en el agua de una bañera, de una piscina y del mar, respectivamente. A partir de esto, la artista realiza en miniatura una serie de torres de salvavidas abandonadas, ironizando sobre la protección que les faltó a las víctimas en el filme.

Por último, también destaca el trabajo que realizará la artista Pilar Quinteros (1988), quien suele trabajar en base a dibujos y maquetas. Durante todo el mes trabajará in situ contruyendo la réplica en cartón forrado de una antigüa casa en Providencia, que fue demolida en 2012 para construir la Línea 6 del metro, y donde se encontró un cementerio indígena. "Ella va a estar trabajando aquí mismo, y la gente podrá observar cómo sus dibujos se desplazan a la realidad, en maquetas con volumen", dice la curadora Andrea Pacheco.