El próximo sábado cumple 28 años, pero Lana del Rey todavía le saca partido a su edad. La semana pasada disparó un "desearía estar muerta", aludiendo al fatídico club de los 27, donde militan Jimi Hendrix, Jim Morrison y Kurt Cobain, entre otros. Elizabeth Woolridge Grant, su verdadero nombre, sigue dando clases de promoción con los elementos precisos para levantar polvareda, justo cuando aparece Ultraviolence, su tercer trabajo de estudio. En esas mismas declaraciones al diario británico The Guardian, reveló cuánto sufre como estrella pop de diseño indie. Su vida sería una mala película. No disfrutó en lo más mínimo el éxito proverbial de Video games, la canción y el clip correspondiente de 2011, que la convirtió en un verdadero suceso mediático y de redes. Allí rescataba el glamour de las divas del pop y del jazz de los años 50 y 60, mezclado con una imaginería evocadora del retorcido filtro de David Lynch.

La imagen y la voz de Lana del Rey desataron pasiones y odios. El origen acomodado, con un padre millonario gracias a internet, la figura curvilínea y los sospechosos labios de ensueño, eran esgrimidos en cada nota. The New York Times la calificó en un comienzo de fraude y luego la puso en una de sus portadas, mientras su actuación en Saturday Night Live, en enero de 2012, provocó berrinches en James Murphy, que jamás consiguió invitación con LCD Soundsystem. Sin embargo, el juicio de Lana sobre aquel éxito es categórico: "Todo fue malo, todo". Es el epílogo de un álbum titulado Born to die, el quinto más vendido en 2012 y que hasta ahora timbra siete millones de copias a nivel mundial.

YO LA LLEVO

Con esa cifra, las expectativas en torno a Ultraviolence son altísimas -175.000 copias debiera timbrar esta semana sólo en EE.UU- y los créditos del disco así lo confirman. Dan Auerbach, el líder de The Black Keys, produce la mayor parte del listado de canciones. La historia oficial dice que ninguno de los dos conocía el trabajo del otro, pero que tras conversar en una fiesta y hablar de música, descubrieron gustos mutuos. En el estudio, Auerbach tuvo que enfrentar el carácter de la cantante, así lo contó a revista Mojo. "Hubo momentos en que peleaba conmigo. Podía sentir que tal vez ella no quería tener a nadie pensando que no estaba al mando, porque estoy seguro que es muy difícil ser una mujer en el negocio de la música. Chocamos un poco, pero al final del día estábamos bailando las canciones".

En el disco, Lana del Rey aprovecha de devolverle la mano a Lorde, una de sus competidoras más notorias del último tiempo. La neozelandesa la puso de ejemplo como "poco saludable" para las adolescentes, por sus letras de amor sometido. La respuesta es el tema Fucked my way up to the top, contenido en Ultraviolence y sintetizado en la línea "imitarme es jodidamente aburrido". Según ella, "es sobre una cantante que me acusó de no ser auténtica, pero luego me robó el estilo y lo copió descaradamente. Actúa como si yo fuera la obra de arte y ella la verdadera artista".

PERSONA PERSONAJE

La gran duda en torno a Lana del Rey es cuánta autenticidad contiene. Confesó haber sido alcohólica a los 15, vivir en casas rodantes y realizar trabajo comunitario. A la vez se sabe de la ayuda de su exitoso padre en estrategias de marketing y que compró su propio contrato a un sello menor para firmar en Interscope. "Mi personaje público y su carrera no tienen nada que ver con mi proceso interno o mi vida personal". La declaración coincide con los distintos roles y situaciones descritas en Ultraviolence, cuyas letras parecen episodios de novelas de Bret Easton Ellis convertidas en teleseries. Los escenarios oscilan entre la costa californiana y Nueva York, los ambientes destilan alcohol y drogas, y las parejas románticas son apasionadas e incompatibles en canciones como Shades of cool, Brooklyn baby, West coast y Cruel world. Incluye, además, un logrado cover de The other woman, interpretado originalmente por Nina Simone.

Aunque el título Ultraviolence alude al famoso término de La naranja mecánica, de Anthony Burgess, la canción homónima está basada en una oscura experiencia personal de Lana del Rey, que de paso alimenta el mito de su debilidad por hombres mayores y dominantes. "Fui miembro de una secta subterránea regida por un gurú. El se rodeaba de chicas jóvenes. Pensaba que debía quebrar a las personas primero para levantarlas otra vez. Al final abandoné la secta".

Auerbach destacó la consistencia de los demos y que solo puso una banda al servicio de la artista. Si es así, a pesar de su mundo en sepia, Lana del Rey expone en Ultraviolence un cuadro de alta definición, donde logra aludir más que a determinadas cantantes, a períodos generosos del pop femenino de hace medio siglo revestidos de incomparable elegancia y sensualidad, con exactos toques modernos. A pesar de no desplegar grandes melodías y cierta uniformidad rítmica, su poder sugestivo es inevitable, gracias a una voz expresiva, antes que acrobática o de gran volumen. Con este nuevo álbum, pule aún más la cualidad cinematográfica de su música, donde el amor no considera mesura.