¿Qué hay detrás de la vida de un lanza en una micro del Transantiago? ¿Qué historia esconde una  inmigrante colombiana que trabaja en un café con piernas en pleno centro de la capital? ¿Qué podría contar  una mujer de 50 años que se pasea del brazo de su madre de 90 en una mortecina plaza de San Francisco de Mostazal? Las respuestas se agolpan en varias películas que en los últimos años han dado  las escuelas de cine. Han ganado premios y siembran un paisaje cinematográfico nuevo en el país. Es algo así como el novísimo cine local, sucesor del llamado Nuevo Cine representado  por Sebastián Lelio o Matías Bize en la primera década del  nuevo siglo. Es más, varios de estos directores son sus maestros en las aulas.

Una de estas películas se exhibe por estos días en salas de Santiago y regiones, mostrando retazos de aquel territorio nacional escasamente visitado. Se trata de Volantín cortao, de Aníbal Jofré y Diego Ayala, directores de  26 y 25 años respectivamente. Egresados de la Universidad del Desarrollo, Jofré y Ayala ganaron el año pasado el Premio del Público con este filme en el Festival de Valdivia.

La cinta es  vigorosa, directa y no predica nada: sólo muestra desde el punto de vista de una joven estudiante de Trabajo Social como son las calles, las esquinas y los puntos muertos de la población La Pincoya o el sector de Lo Valledor.  Sus dos realizadores, uno de la comuna de Las Condes y otro de La Florida, tienen claro que  no querían  "postales de la miseria", sino un relato creíble.

"Antes de filmar Volantín cortao hicimos una larga investigación. Yo no vivo ahí y por lo mismo no quería mostrar una visión superficial, que es la que uno puede detectar  en un noticiero. Por la misma razón el muchacho que interpreta a Manuel,  que se llama René Miranda, no es actor profesional. Es de la zona y lo contactamos a través de la investigación", explica Jofré. En la trama, Paulina (Loreto Velásquez) llega a hacer su práctica al Servicio Nacional de Menores (Sename), donde conoce a Manuel, con quien establece una relación.

"La película se nos vino a la mente al tratar de ver que hay detrás de la vida de un muchacho que delinque en las micros: un clásico lanza. ¿Dónde vive? ¿Qué hace?  Lo importante era ser honestos, pues de lo contrario iba a resultar una clásica película del estilo Mala leche (2004), donde hay una caricatura de los pobres", explica Diego Ayala. El y Jofré evitan el solipsismo  de cierto cine chileno entre el 2000 y el 2010. "Eso lo hemos aprendido con varios profesores de la escuela, pero también es parte de nuestra manera de ver el cine: contar historias que conecten", afirma Jofré.

Conscientes del prejuicio que puede despertar venir  de la U. del Desarrollo, Jofré ataja cualquier calificación de "abajismo" en su película: "Entiendo que alguien pueda pensar eso y además sacar conclusiones sobre que la universidad esté relacionada con la UDI, pero lo que yo puedo decir es que la carrera de cine en la universidad es totalmente abierta y libre, con una mirada amplia y plural sobre la realidad local".

Poseedora de un contingente de cintas que continuamente ha dado que hablar en el Festival de Valdivia, la Escuela de Cine de la U. del Desarrollo ha logrado llevar al menos tres trabajos al Festival de San Sebastián: Anónimo, acerca de la reinsercion de un ex presidiario; La chupilca del diablo, ambientada en el barrio Estación Central; y La madre del cordero, exhibida con éxito de público en Valdivia 2014 y con estreno para el próximo año. Todas indagan en las superficies y profundidades de una realidad  que hasta ahora no había aparecido en su total dimensión en la gran pantalla.

"No sé si hay una tendencia, pero lo que sí puedo decir es que estas películas nuevas, de muchachos recién salidos de la universidad, al menos no se miran tanto el ombligo como las de la generación inmediatamente anterior", dice el crítico Ascanio Cavallo.

MUJERES Y TRANSEXUALES

Tanto los realizadores de Volantín cortao como los de La madre del cordero reconocen influencias del cine de los belgas Jean-Pierre y Luc Dardenne, del mexicano  Nicolás Pereda y del cine chileno realista de los 60 que va de Largo viaje a Valparaíso mi amor. "A nosotros nos interesaba indagar en aquellas mujeres solas, tan comunes y poco representadas en el cine local, que viven con sus madres y quedan solteronas. Es una realidad que conozco por motivos personales y que gatilla la historia de La madre del cordero", dice Enrique Farías, director de la obra junto a Rosario Espinoza.

En un nivel diferente se mueve Naomi Campbel dirigida por Camila Donoso y Nicolás Videla. Egresados de la U. Mayor y la U. Católica respecticamente, la preocupación de ambos va por el lado de identificación con minorías. Su cinta, que es la historia de la transexual Paula Dinamarca, se entrelaza con el universo de los cafés con piernas en el centro de Stgo. Tanto Paula -que vive en la población La Victoria- como la inmigrante colombiana Ingrid Mancilla -que busca parecerse a la modelo Naomi Campbell mediante cirugía plástica- son personajes reales y la cinta juega en el terreno que divide ficción con realidad.

"No me gusta el término marginal: no es que yo vaya a buscar la marginalidad con la película. Por el contrario, este mundo no me es ajeno y lo conozco. Prefiriría llamarlo periférico", dice Camila Donoso, que conoció a Nicolás Videla en Barcelona.

"La cinta nace porque yo conocía de antes a Paula. Ahora bien, es evidente que hay una peocupación inherente sobre los temas gay-lésbicos y de minorías", explica Videla. El trabajo, que obtuvo una mención especial en Valdivia 2013, debería estrenarse en el primer semestre del próximo año.

Mientras Nicolás Videla trabaja en un próximo filme sobre la vida de un inmigrante chileno en Europa y Camila Donoso se apresta a dirigir a su propia abuela en su largometraje ambientado en la costa, Enrique Farías prepara una obra sobre las mujeres de la tercera edad que integran las Damas de Rojo. Aníbal Jofré y Diego Ayala optan por seguir colaborando y su nuevo filme será The chilean way, acerca de las experiencias de un inspector de colegio público. Es un territorio de contingencia, que va más allá del metro cuadrado de los conflictos personales y que  escarba en la realidad cotidiana. Es una parte no menor del cine que viene.