Lo dijo hace pocos días y sus palabras resonaron en la escena artística: "Es mucho más importante el mecenazgo que el coleccionismo. Cualquiera puede coleccionar. Es la parte fácil de este mundo. Para mí lo más importante es velar por el bienestar del artista". Patricia Phelps de Cisneros es la mecenas venezonala con uno de los acervos más importantes de arte latinoamericano, una prestigiosa colección a nivel mundial sobre la que viene trabajando hace más de 40 años, y que probablemente pasaría desapercibida por muchos si no fuera por su propósito fundamental: compartirlo con instituciones y difundir así la cultura local.
"Mi esposo Gustavo (Cisneros) y yo nos propusimos desde el inicio que el objetivo de la colección fuera la integración del arte de América Latina al canon global de la historia del arte", dijo a principios de este mes, cuando anunció una nueva donación -a mediados del año pasado había realizado otra- de 200 obras a seis museos: el Museum of Modern Art (MoMA), el Museo de Arte Reina Sofía, el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires, el Museo de Arte de Lima, el Bronx Museum of Arts y el Blanton Museum of Arts de la Universidad de Texas.
"Para esta donación, así como para las anteriores de arte moderno y colonial, trabajamos de cerca con cada institución para analizar su perfil y hacer una selección que se integre de manera orgánica al museo. En algunos casos fueron años de conversaciones", cuenta De Cisneros. Y sobre la decisión de no donar a una institución chilena, se apresura en explicar: "No conozco suficientemente bien el contexto para saber si hay un museo con las características adecuadas para recibir una donación, pero estoy abierta a considerarla".
En efecto, su relación con Chile es reciente: a principios de 2016, la coleccionista visitó el país, ocasión en que aprovechó para reunirse con figuras de la escena, como los galeristas Patricia Ready y Paul Birke, y también Claudia Zaldívar, directora del Museo de la Solidaridad Salvador Allende. De esa visita, hoy recuerda: "Me resultó interesantísimo conocer un poco la escena chilena. Me impresionó de manera muy positiva esfuerzos de los propios artistas para organizarse. Me gusta también que una de las plataformas más importantes para nuestro medio, Artishock, tenga su base en Chile, y ver que existe una nueva generación de coleccionistas con ganas de contribuir al medio local".
Acervo itinerante
Con sede en Caracas y Nueva York, la Colección Patricia Phelps de Cisneros (CPPC) -aunque no da cifras del total de sus piezas- es conocida por su gran fondo de vanguardia y arte actual en América Latina. Pero, además de su acervo de arte moderno y contemporáneo, figuran otros menos conocidos e igualmente importantes para el relato historiográfico de la región. Entre ellos la Colección Orinoco, compuesta por documentos y objetos etnográficos de etnias de la cuenca venezolana, o la Colección Artistas Viajeros a Latinoamérica, que traza la historia de la representación del paisaje con obras que datan desde 1638 hasta fines del siglo XIX.
La rigurosidad curatorial de su acervo la hizo ser escogida en 2016 como la coleccionista número 19 más importante del planeta, según la página especializada Artnet. Comparte puesto, por ejemplo, con Jorge Pérez, un multimillonario estadounidense que en 2013 creó el Pérez Art Museum Miami (PAMM) al que donó 1.300 obras de su colección privada. O con Ella Fontanals-Cisneros, una cubana con un acervo que asciende a 3.300 obras y que en 2005 decidió abrir un salón expositivo en Miami (Cisneros Fontanals Art Foundation, CIFO). Pero, a diferencia de ellos, De Cisneros siempre ha mantenido la decisión de no crear un espacio donde exhibir su acervo, y en cambio hacerlo itinerar por diversas instituciones.
¿Cuál es la razón de no contar con una sede permanente?
Desde el inicio de la colección tomamos la decisión de no construir un museo propio. Son varios motivos: por una parte, nuestra misión es dar a conocer el arte latinoamericano en un contexto global, y eso requiere salir a buscar diferentes contextos y no esperar a que las personas vengan a nosotros. También estamos en contra de construir un museo justamente porque eso limitaría las conversaciones con el arte de otros países. Y, por último, nos parece importante apoyar a las instituciones públicas y no competir. Un museo se hace fuerte cuantas más personas contribuyen.
Después de todos estos años, ¿cómo cree que ha cambiado la percepción del arte latinoamericano en el mundo?
En las dos últimas décadas ha habido un cambio muy radical. De ser considerado algo folclórico, derivativo y marginal, hoy se entiende su papel fundamental en la historia del arte occidental: desde la época precolombina, pasando por la colonia y la república, hasta hoy. Son muchos los factores que han hecho posible este cambio, y me siento afortunada de haber podido contribuir. Pero más allá de todo, me alegro por los artistas que hoy tienen posibilidades de visibilidad y trabajo que antes les era negado por su condición latinoamericana. Ese me parece el mayor logro.