El periodista inglés Paul Trynka no piensa en el primer año que ha transcurrido desde ese 10 de enero de 2016 en que el mundo pareció tumbarse sin consuelo cuando se informó de la muerte de David Bowie. Tampoco imagina la huella del artista cuando se cumpla una década de ese shock y el paso del tiempo multiplique los homenajes. El también escritor se proyecta mucho más a largo plazo: cuando pasen cien años y los ciudadanos del futuro se enteren que la cultura del lejano siglo XX estuvo marcada por un personaje llamado precisamente David Bowie.
"A veces las viejas obras de arte no disminuyen en energía. Todavía el público se emociona cuando escucha una línea de Shakespeare o una melodía de Edward Elgar. En un siglo más, creo que Bowie estará al lado de ellos, en el mismo grupo. Más bien, me pregunto cómo Inglaterra se percibirá en los años venideros, ahora que algunos de nosotros le hemos dado la espalda al mundo con el Brexit. Pero siento que su apertura, su disposición a experimentar y su ánimo de asumir riesgos, siempre representarán lo mejor de algo que es peculiarmente británico", dice Trynka, autor de Starman, la última y más completa biografía del fallecido cantante, disponible en español desde el año pasado.
Y aunque observa a largo plazo, el periodista también puede teorizar en lo inmediato. Para él, de todo el puñado de muertes que sacudieron la música en 2016, Bowie fue por lejos la figura más relevante en partir.
"De todos, fue el artista más importante que falleció en esa temporada, básicamente porque ha influido en una diversidad que incluye músicos, diseñadores de moda y un paisaje gigantesco de expresiones culturales. Eso sí, personalmente, no encontré que su muerte fuera tan impactante, ya que en retrospectiva dejó muchas señales previas que advertían que eso iba a suceder. De hecho, siento que el deceso de Prince fue mucho más chocante".
Muchos trazaron un lazo entre Prince, George Michael y Bowie, por tratarse de astros provocativos. ¿Coincide?
Totalmente, están en esa misma línea. Son artistas que tenían algo en común: cada uno en su estilo desafió el establishment y su visión acerca de la masculinidad, y de cómo ella tenía que aplicarse en el mundo real.
Tras su muerte, ¿cree que el legado de Bowie se ha revalorizado?
Siento que es muy pronto para una evaluación completa. Pero también creo que la gente va a empezar a reevaluar muchos de sus discos más tardíos, como Heathen (2002). El público va a comenzar a convencerse de lo buenos que son y de lo buena que es esa etapa. En cuanto a la totalidad de los álbumes, va a tomar más tiempo, pero con los años se acumulará mucho más respeto.
¿Cómo fueron sus últimos años en Nueva York?
El siempre se describió como un maestro de la desaparición. En muchos sentidos, sus últimos años representaron a uno de sus más grandes personajes, el David Jones, hombre de familia. Además, cuando sabía que estaba enfermo e iba a morir, transformó esa catástrofe en una fuente de inspiración. Es como si le hubiese asignado un sentido de misión a ese momento, por lo que se acercó a su propia muerte casi como si fuera un proyecto de arte. Hablando con personas que trabajaron con él hacia el final, ellos encontraron profundamente inspiradora esa etapa, plasmada en el álbum Blackstar, que editó dos días antes de morir. Realmente él creía que, con su trabajo, podía trascender a la muerte, lo que es un gran mensaje para todos nosotros.
¿Qué lugar ocupa Blackstar en su discografía?
Tiene una energía oscura y una iconografía que hará que se mantenga como algo interesante por los próximos 20 años. Y no porque tenga canciones pegadizas, sino que por su potencia e intensidad. Tomó algo tan fuerte como la muerte inminente y lo transformó en un viaje fascinante, desafiante y emotivo. Eso hace que se convierta en uno de los grandes álbumes que sacó en su trayectoria.
Aunque la vida del autor de Space oddity se apagó tras Blackstar, su destino discográfico siguió en marcha. Como era previsible, en la segunda mitad de 2016 aparecieron sus primeros proyectos póstumos: Who can I be now?, un intimidante box set que compilaba su llamada "fase americana" de mediados de los 70; y Lazarus, el título con la banda sonora del musical del mismo nombre y que presentaba tres tracks inéditos.
Pero, ¿están a la altura de su brillante obra? Trynka responde: "Son lanzamientos muy interesantes. Uno ofrece otra versión de lo que pudo haber sido el disco Young americans (1975) y otro lo muestra en su último año, lo que refleja lo muy creativo que estaba en diferentes períodos".
¿Qué material póstumo se podría esperar ahora?
Ojalá una buena recopilación de rarezas. Hay canciones increíbles, como Shadow man, junto con otras que son muy difíciles de encontrar. Fácilmente se podría hacer un álbum doble de grandes temas que la mayoría del público desconoce.
En el festival Desert Trip que reunió a las mayores leyendas del rock, The Who exhibió en las pantallas este mensaje: "Estamos seguro que a David le habría encantado estar en este evento". ¿Lo cree así?
No, por supuesto que no. Bowie se preocupaba mucho de su catálogo, pero nunca estuvo interesado en ser un artista nostálgico.
Bowie casi desapareció del mapa en este siglo. ¿Hay alguien que hoy pueda ocupar sus zapatos?
Bueno, él tenía una gran cantidad de diferentes pares de zapatos, ¿no? Hay muchos músicos que pueden continuar o incluso mejorar en distintos aspectos su legado. Pero no creo que alguien pueda tener el mismo impacto, porque hoy la cultura está más fracturada. Ya la gente no se sienta junta a ver un programa en la misma TV, como sucedió cuando Bowie saltó a la fama en Reino Unido con su show en Top of the tops. Es casi imposible que aparezca otro como él.