Todo fue en un casting normal y corriente. De aquellos donde llegan los suficientes postulantes como para que los jefes de producción se agarren las cabezas a dos manos y finalmente no tengan claro a quien elegir. Pero también de aquellos donde a última hora aparece el hombre indicado, el actor que todos necesitaban y que nadie sospechaba. En esta ocasión aquel histrión fue Alejandro Sieveking, el actor y dramaturgo chileno de 82 años con una trayectoria que el realizador argentino Emiliano Torres ni sospechaba. Era el hombre perfecto: por físico, edad y peso específico nadie más podía hacer de ese estanciero con aspecto de gringo llamado Evans.
En la película argentina El invierno, que ganó el Premio Especial del Jurado en el reciente Festival de San Sebastián, Sieveking entró por primera vez a un plató cinematográfico fuera de Chile. Lo hizo poco después de interpretar a un sacerdote paralítico en El club (2015), pero en rigor Emiliano Torres no tenía idea ni de El club ni de Sieveking antes del casting del invierno pasado en Santiago. Su caso, sin embargo, es más bien atípico entre los actores locales en producciones extranjeras. Varios otros, particularmente Alfredo Castro, llegaron tras ser descubiertos en el cine chileno que se ve en los festivales internacionales.
"Mi papel es de nacionalidad indeterminada, pero se supone que tiene un aspecto de gringo. Al principio quería darle un acento argentino, pero el director me dijo que no, que él debía ser más bien neutro. Rodamos en una zona muy bonita de la Patagonia argentina, cerca del monte Fitz Roy y de la ciudad de El Calafate", cuenta Sieveking, que por su actuación en esta cinta ganó hace dos semanas el Premio a Mejor Actor en el Festival de Biarritz (Francia). El invierno es un largometraje que tiene algo de western y de análisis social: tras muchos años como fiel capataz en una estancia ovejera, Evans es reemplazado por Jara (Cristian Salguero), un humilde muchacho que habla tan poco como Evans, pero es más útil al patrón. La situación de Sieveking es de cierta manera similar a la de Héctor Noguera, que con 77 años protagonizó la uruguaya Mr. Kaplan y a quien su realizador Alvaro Brechner jamás había visto en el cine chileno.
A quien si vieron en otra película, específicamente en Gloria, fue a Paulina García, que actualmente filma La cordillera en Buenos Aires. Ahí es una ficticia presidenta de Chile en una historia donde el primer mandatario argentino (Ricardo Darín), enfrenta una serie de problemas en una cumbre latinoamericana. En la producción comparte con Alfredo Castro, en el rol de un médico que atiende a la hija del presidente argentino.
García logró tal nivel de exposición en Gloria (por la que ganó el premio a Mejor Actriz en Berlín), que en tres años logró estar en al menos tres producciones de perfil internacional: la muy elogiada Little men de Ira Sachs, donde actúa junto a Greg Kinnear y que llegará a Chile a principios del próximo año; la serie Narcos, en que interpreta a la madre de Pablo Escobar; y la citada La cordillera, de Santiago Mitre (El estudiante).
Pero si la actriz logró trasladarse a Estados Unidos (Little men) y Argentina (donde luego hará además La novia del desierto de Valeria Pivato y Cecilia Aitán), Alfredo Castro ha podido estar en dos películas italianas y, más recientemente, en Desde allá, la cinta venezolana ganadora de Venecia 2015 y representante al Oscar extranjero por su país. "Básicamente mis ofertas en el extranjero comenzaron con Tony Manero. Para los actores chilenos, la única manera de encontrar exposición fuera del país es a través del cine. No tenemos los contactos ni redes que pueden tener los argentinos, brasileños o mexicanos con Europa o Estados Unidos y la ventana nuestra es el cine chileno", dice Castro, que ha estado en todas las películas de Pablo Larraín, menos Jackie (2017).
Su primera producción fuera de Chile fue en la italiana È stato il figlio (2012), una comedia de Daniele Ciprì donde compartió cartel con Toni Servillo (La gran belleza) e hizo del hijo desencantado de la familia Ciraulo, un clan de chatarreros sicilianos. "Llegué precisamente por Tony Manero. El director Daniele Ciprì la vio y se le cruzó la idea de que yo debía estar en su filme. Yo no sabía nada de italiano ni menos de dialectos sicilianos así es que tuve que aprenderme los diálogos tras leerlos en unos papelitos pegados bajo la cámara" cuenta sobre la producción. Un año después tuvo un papel más pequeño como un ecologista chileno en Il mondo fino in fondo, largometaje de Alessandro Lunardelli que empezaba en el Piamonte y terminaba en la Patagonia. Dentro de unos meses volverá a Argentina a rodar Rojo, del trasandino Benjamín Naishtat (El movimiento), y mientras tanto sigue cosechando los frutos de Desde allá, donde es un hombre maduro que se relaciona sexualmente con chicos pobres de Caracas.
"Creo que en general es iluso pensar que a uno se le van a abrir las puertas en el extranjero sólo a través de las películas, pero si me parece interesante el escenario de las coproducciones internacionales. Muchos directores de casting extranjeros se han llevado una gran sorpresa al venir a Chile y ver el nivel de los actores. Me acuerdo la grata impresión que se llevó el director español Fernando Trueba cuando vino a rodar El baile de la Victoria, a Chile", dice Luis Gnecco que ha estado en la serie de Netflix Narcos y que el año pasado actuó en la itaiana La prima luce de Vincenzo Marra. "Interpreté a un abogado y una de las razones por las que yo creo llegué ahí es porque entiendo italiano y en general no me cuestan los idiomas. Por lo demás, el rodaje fue muy agradable. Aprendí mucho con Riccardo Scamarcio, el protagonista, como también aprendí mucho de Darín en El baile de la Victoria", agrega.