A Paulo Méndez (26) le gusta retirarse del mundanal ruido. No vive en el barrio Lastarria, muy de su onda, ni en Vitacura, La Dehesa o El Gof, donde están las cuatro boutiques que venden su ropa: Porquetevistes, Carola Muñoz Atelier, Tienda Elisa y La Pasarela. Su casa y su taller están en Pirque, cerca de la naturaleza. Además, cuando entró a estudiar diseño de vestuario, escogió formarse en el Inacap de Temuco y no en la capital, donde vivía. ¿La razón? Estar relajado, facilitar su proceso interior y encontrar menos bullicio; con más introspección y menos glamour.
A Paulo tampoco le atrae demasiado ir a fiestas, salir de noche o figurar en eventos de moda. No es que sea ultra tímido, muy inseguro o agrandado. Nada de eso. De hecho, es bastante simpático. Lo que sucede es que le gusta demasiado trabajar y, cuando empieza, no para. "Soy un obsesivo", explica. "No hago mucha vida social, porque lo paso increíblemente bien en mi estudio y a eso le dedico casi todo mi tiempo. Me encanta. Trabajo de lunes a lunes. Si no estoy cortando o dibujando, busco información: tengo recopilado suficiente material como para 50 desfiles. Al principio era tan maníaco que me daba hasta rabia tener sueño. Ahora sé que también tengo que dormir".
En su taller, Méndez no prende la radio ni escucha CDs ni ve televisión. Su única compañía –y también su principal fuente de inspiración– es el cine, asunto en el que también resulta ser bastante obsesivo, sobre todo cuando se trata de producciones españolas. "No sé porqué me gustan tanto. He visto unas 50 veces Mujeres al Borde de un Ataque de Nervios, de Almodóvar. Hasta me sé los diálogos de memoria. Me encanta diseñar con esta película puesta en mi computador. También puede ser con otras, pero tienen que ser cintas que haya visto en varias oportunidades. Cuando son nuevas, no me funciona tanto el sistema, porque me obligan a concentrarme en ellas y dejan de ser una especie de música de fondo".
Pero como no toda la vida de un diseñador con ganas de ser exitoso puede ser puertas adentro, en diciembre pasado Paulo decidió venirse a Santiago para terminar de estudiar. Durante el verano, recibió una tentadora invitación: presentar una colección en Viña del Mar, como parte de la pasarela emergente de Viña D Moda, en el hotel Sheraton Miramar. En tres semanas tuvo lista su colección. Y cosechó tan buenos comentarios, que las ofertas laborales no tardaron en llegar. Entre invitaciones a otros eventos de moda, boutiques interesadas en su ropa y elogiosos comentarios en sitios web especializados, Méndez se vio obligado a trabajar y congelar sus estudios. El título quedará para más adelante.
Lo que Paulo mostró en Viña fue una creativa fusión entre Oriente y Occidente, con prendas para el día y la noche que aludían a la irrupción ochentera de tecnología japonesa. El fuerte eran las mangas kimono, las que transformó lúdicamente. A esta colección le siguió Ballet Holocausto, que hizo desfilar en el evento Colecciones 2009, en Sheraton Santiago, donde también participaron grandes del diseño local como Luciano Brancoli y Jaime Troncoso. Ahí, Méndez preparó un desfile que comenzaba en rosado y terminaba en negro, con vestidos cuyos bustos tenían formas geométricas. ¿Su tema? El Diario de Ana Frank. "Quería mostrar cómo la invasión armada se metía en el corazón de Ana, y tocar con delicadeza, sin demasiada agresividad, el tema de la masacre judía", explica.
Con esta presentación, llegó el primer llamado internacional. Y nada menos que para convidarlo a participar en la Semana de la Moda de Shanghai. Durante el resto del año, ha recibido también invitaciones para ir a eventos de moda en Tokio, Buenos Aires e, incluso, París, donde querían que formara parte de un workshop con diseñadores emergentes latinoamericanos en paralelo a la Semana de la Moda. Muchos matarían por participar en ese evento. Pero él, no.
–Algunas de estas opciones estuvieron a punto de concretarse. Pero te quedaste en Santiago. ¿Por qué?
–Siempre he dicho que internacionalizarme es mi meta. Por eso, al principio me encandilé un poco con estas invitaciones; estaba como en éxtasis. Pero después pensé que si esto me estaba ocurriendo cuando apenas llevaba meses de trabajo, ¿por qué no me iba a pasar después? Pienso que necesito consolidarme aquí primero, para poder salir tranquilo. Quedarme acá es, simplemente, lo que tenía que hacer.
–¿Qué opinión tienes del diseño emergente nacional?
–Me encanta lo que está pasando con el diseño, porque grita fuerte. Ya no es un ruido subterráneo. Antes los emergentes apenas podíamos estar en alguna tienda por ahí; ahora también estamos en los desfiles y nos atrevemos a mostrar nuevas opciones, nuevas miradas.
–Sin embargo, se critica bastante la mala confección de la ropa hecha por esta generación.
–Es que algunos diseñadores todavía tienen la idea errada de que deben estar en las ferias, vendiendo camisetas a un público joven, interesado en moda, pero con poco presupuesto para invertir en prendas bien hechas. Antes ese era el único nicho posible, pero ya no. Cada vez hay más gente que valora y paga el diseño.
–¿Cómo diferencias hacer diseño de confeccionar ropa?
–Ambas cosas están a años luz de distancia. Cualquiera tiene buen gusto; cualquiera puede hacer vestidos bonitos y preocuparse de que se vean bien en una pasarela. Pero no hay diseño en un sentido estricto si no hay un concepto detrás. Tiene que haber una intención de comunicar un mensaje a través de la ropa. Hay que leer mucho; saber de historia, de tendencias, de todo. Y no quedarse con lo literal a la hora de crear; no hacer un vestido con hojas cuando se quiere hablar de hojas.
Justamente por su capacidad de hacer más que "vestidos bonitos", Méndez recibió este invierno el primer premio de su corta vida profesional. Majo Arévalo, gestora del blog vistelacalle.cl, invitó a creadores jóvenes a presentar una propuesta. Recibió 140 proyectos; a la recta final llegaron apenas 15. Un jurado, compuesto por cinco personas (productoras, diseñadoras y la periodista que firma este artículo) dio el primer lugar a Méndez por un elegante vestido de fiesta en brocato. Un modelo en el que el tradicional cuello isabelino, con sus rígidos pliegues, se había convertido en una falda.
REINAS DE LA FIESTA
De las cinco colecciones que este año ha hecho Méndez, una de las que más ha llamado la atención es Queen of the Class (La Reina del Curso). Se trata de una profusión de vestidos cortos de fiesta, en silueta globo –una de sus favoritas–, en raso opaco de colores intensos (en las fotos). Una propuesta de gran trabajo en moldería y mucho énfasis en los ruedos y el movimiento, que destierra la idea de que lo sexy debe ser ceñido y ofrecer escotes hasta el ombligo.
"Leyendo en el diario una noticia sobre el bullying, me acordé de la película Carrie, que Brian de Palma estrenó en 1976. Esta cinta habla sobre este fenómeno y confirma mi teoría de que el pasado no es algo tan lejano, porque es un tema súper actual", explica Paulo. "Trabajé con los cinco segundos que ocurren antes de que la protagonista sea humillada por toda su escuela, mientras ella está soñando con ser reina. En el fondo, lo que quise hacer fue darle color y brillo a los celos, a la envidia".
–¿Por qué haces todos tus vestidos cortos? Las chilenas, sobre todo las que pueden pagar los 150 mil pesos que en promedio cuestan tus creaciones, no suelen querer mostrar sus rodillas…
–¡Es que unas piernas largas hacen todo el look! Yo no sé qué ven las mujeres cuando se miran al espejo. Las escucho en los probadores diciendo cosas como "no tengo cintura" o "tengo la espalda ancha", y la verdad es que la mayoría de las veces no es así. De hecho, las mido, y están más que OK. Yo soy de la idea de que a las mujeres nada les queda mal, y me da rabia cuando veo que tengo clientas que aman mi ropa, pero no se atreven a ponérsela. Y eso que yo no hago locuras. Lo mío es creativo, nada más. No es un cliché, pero es más moderado de lo que yo podría hacer.
–¿No te interesa la experimentación?
–La experimentación es una búsqueda personal, que no trae lucas. Fuera de Chile, tampoco es negocio, pero al menos trasciende, se valora, y se convierte en una apuesta que potencia al mundo de la moda. En Chile, en cambio, el diseño y lo comercial van de la mano. Como estudiante, uno no entiende lo que es vivir de su trabajo y crea con total libertad, pero hay que ser realista. El desafío es ir mostrándole a la gente algo novedoso, pero no extravagante. Cuando empiezan a haber más opciones, los consumidores se familiarizan con apuestas más jugadas y las piden. No les interesa lo raro, pero sí lo diferente. Y para eso está el diseño de autor.