Doce días estuvo desparecido Mateo Riquelme, de dos años de edad. Su búsqueda movilizó a cientos de personas y mantuvo una alta expectación en Calama. Esto, hasta el 16 de diciembre pasado, cuando su padre adoptivo declaró al fiscal saber dónde estaba el cuerpo del niño. Carabineros lo encontró muerto en una quebrada cerca de la ciudad.
De acuerdo a cifras de la PDI, los casos de menores extraviados llegaron a 3.960 entre 2012 y noviembre de 2014. De ellos, la policía seguía indagando, hasta noviembre de este año, 93 casos sin obtener resultados sobre sus paraderos.
Según el subcomisario César Brevis, de la Jefatura Nacional de Ubicación de Personas de la PDI, todos estas causas pendientes continúan siendo indagadas. "La víctimas jamás dejan de serlo hasta poder ser ubicadas", señala.
El subcomisario explica que situaciones como la ocurrida en Calama con la desaparición de Mateo Riquelme, son poco frecuentes en el país y de una alta complejidad investigativa.
"Los casos como el que tuvimos en Calama son muy pocos, donde generalmente hay implicancias de familiares directos que están asociados a la pérdida del menor", dice.
Agrega que "respecto al fenómeno de presuntas desgracias infantiles en Chile, estamos hablando generalmente de menores que abandonan voluntariamente el hogar por diversas razones, especialmente por conflictos de índole familiar, fracaso escolar, problemas sentimentales y violencia intrafamiliar".
Para Brevis "muchos de esos menores pueden haber sido ubicados por los padres, pero, de alguna u otra manera, utilizan a la PDI para que podamos reprimir al menor y llevarlo hasta el papá y decirle 'aquí está su hijo'. Entonces, como ellos ya perdieron el control de sus hijos, nos utilizan a nosotros".
Otra tendencia en estos casos, dice el subcomisario, es que "muchos menores abandonan sus hogares varias veces y son reincidentes en el tema. También son comunes los casos de adolescentes que viven en hogares de menores, que se fugan de los establecimientos y vuelven" (ver recuadro).
Brevis indica que no todos los menores perdidos son dados a conocer en la web de la Brigada de Ubicación de Personas, ni tienen la difusión necesaria para dar con su paradero. Esto se debe a que "no todas las familias quieren que los casos de sus niños sean exhibidos, especialmente las familias de estrato socioeconómico más alto", señala.
APOYO
Para la consejera orientadora María Teresa Gazmuri, jefa del área académica del Centro Nacional de la Familia (Cenfa), en estos casos es importante "acoger a la familia, ya que aquí hay una pérdida, pero que no se siente como tal, porque está la incertidumbre".
Gazumri manifiesta que es importante que cada integrante del grupo familiar pueda expresar lo que le pasa con esta pérdida. Señala que en estas situaciones es necesario también un acompañamiento de tipo legal.
"En términos generales, lo normal que un duelo puede durar es entre seis meses hasta dos años, pero cada persona tiene su tiempo y su proceso. Sin embargo, los especialistas no somos quienes para decir cuando superar esto, porque es un nivel de incertidumbre muy difícil de sobrellevar".