Pepe Herrera celebra 50 años de teatro con nuevo montaje
El actor protagoniza Esperando a papá, de Marcelo Simonetti, una obra sobre la ausencia del padre que hoy llega al Teatro de la Aurora.
"¿Y… y el Mario?", pregunta Marta tras despertar de un salto. Emilio le contesta sin ponerle los ojos encima: "Menos mal que dispertaste, ya me teníai preocupao".
Estas, las primeras líneas de Hechos consumados, la obra con que Juan Radrigán consagró tempranamente su carrera en 1981, quedaron grabadas en la mente de José Pepe Herrera (1938). Bajo las órdenes de Nelson Brodt, el actor dio vida a Emilio, quien junto a Marta (Silvia Marín), su mujer, y una fogata alimentada con astillas, expuso la marginalidad, el hambre, la urgencia política, el humor negro, el miedo a la muerte y el amor en un país desesperanzado.
"Por rigor personal, decidí nunca hacerle ni un solo cambio a mi personaje, y aunque hicimos muchas funciones, mi sudor solo rompió dos camisas de su vestuario", recuerda el actor, quien desde hoy, en el Teatro de la Aurora, celebrará medio siglo sobre las tablas con Esperando a papá, la nueva obra del escritor Marcelo Simonetti (Valparaíso, 1966). "Egresé de la U. Católica en 1966, pero venía haciendo teatro de antes, en el Estadio Español", cuenta Herrera, quien formó parte del grupo El Telón, encabezado por Radrigán entre 1980 y 1994. "La historia recordará a Juan como un símbolo del teatro popular por su escritura sencilla y única. Tenía el mejor oído que yo haya conocido", dice sobre el autor fallecido el 16 de octubre.
Mía y Milo, protagonistas de Esperando a papá, tienen algo de los seres creados por Radrigán, opina Herrera: "Quizá su eterna añoranza del pasado". La historia de dos hermanos abandonados por su padre, interpretados por María José Pizarro y Miguel Angel Acevedo, llegó junto a una carta, dice Simonetti: "Hace dos años tomé un taller con la dramaturga argentina Leticia Arbelo y en uno de los ejercicios nos entregó objetos que había encontrado y atesorado: fotos, dibujos, textos y cartas. A mí me tocó una de las últimas, y en ella, un hombre le escribía a una mujer, no sé si su hija, hermana o esposa, pero la extrañaba mucho", recuerda el autor de El fotógrafo de Dios.
Dirigida por Adolfo Albornoz, la escena da un giro cuando un tercer personaje, encarnado por Herrera, aparece ante ambos hermanos con la excusa de entregarles una pizza que ni uno de los dos pidió. "Ahí viene el equívoco", dice Herrera. "Mía y Milo dudan de si ese hombre es su padre, y razones no les faltan". La obra, que en octubre pasado se presentó en la localidad Carahue, en la Araucanía, cuestiona el origen, concluye su autor: "Siempre nos detenemos en la madre, en su rol biológico, en el apego. Era tiempo de preguntarnos también quiénes somos y de dónde venimos a partir de la figura del padre".
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