Pepe Rojas rejuvenece
José Rojas lidera en cinco meses el ascenso a Segunda A del Lorca, un club recién creado y lleno de anomalías. "Nos ha dado una lección de humildad", explican.
David Vidal, un viejo DT cargado de amores y desamores en el fútbol español, volvió a emocionarse el último día con Pepe Rojas. En el día más decisivo, frente al Albacete, había que verle pelear frente a Ariadne, un delantero de 1,91 que le sacaba la cabeza. Pero hubo que ver a Rojas ganarle por alto y por bajo, con la humildad que lo caracterizó desde el mes de febrero cuando llegó a Lorca. Y en la celebración, que se prolongó hasta la madrugada, los compañeros tomaron la palabra al DT. Y volvieron a agradecer a Pepe Rojas, un futbolista de 33 años que ha ganado la Copa de America, capaz de jugar en Segunda B sin ningún complejo, la lección de humildad que ha dado. "Es una lección que nos quedará para toda la vida", asegura Paco Zaragoza, director técnico, el hombre que lo trajo hasta Lorca y que asegura que continuará la próxima temporada. "Está encantado. Aquí ha vuelto a ser Pepenbauer y a demostrar que estaba para jugar en la U, sin ninguna duda".
En realidad, no parecía fácil explicar a un jugador como Pepe Rojas en Lorca y lo primero que llevaba a pensar era en un retiro dorado al lado del Mediterráneo con abundantes días de sol en invierno. Pero fue todo lo contrario. En estos cinco meses se convirtió en un seguro de vida, ajeno a la impaciencia del presidente que, tras un par de malos resultados, cambió de DT. Vino David Vidal que nada más llegar le dijo a Rojas: "No tengo duda de que usted ha de ser el líder del equipo". Y Rojas le contestó: "Me conformo con ser uno más". "Vino aquí para triunfar en Europa", explica Zaragoza. "Hasta entonces no se había dado la ocasión para él y ésta podría ser su última oportunidad. La realidad es que ha conseguido sacarle brillo".
Y no ha sido tan fácil. Porque el Lorca es un club lleno de anomalías, recién creado, que juega en un estadio que es propiedad del Ayuntamiento y que aún no tiene ni campo de entrenamiento propio. Su comunicación la lleva una empresa externa. Es más, la sensación es que a su alrededor sobra dinero y falta pasión. Y, aunque el último día se reunieran 8.000 espectadores en el campo, su masa social no supera los 700 socios. La afinidad de la ciudad, en la que desaparecen poco a poco las huellas de aquel terremoto de 2011, no es ni mucho menos espectacular. Así que la pasión no se parece nada a la que Pepe Rojas vivió en la U durante nueve años, entre otras cosas porque el equipo sólo pisa Lorca cada 15 días. A diario entrena en San Pedro del Pinatar, a 110 kilómetros de distancia. Mientras tanto, Pepe Rojas vive en Murcia, a mitad de camino, lo que significa que a diario ha hecho más de 100 kilómetros en coche entre ida y vuelta.
"Pero lo sabía. Sabía que éste es un proyecto distinto porque se lo dijimos, y sabía que no sería fácil", insiste Paco Zaragoza. "Por eso hoy le damos tanto mérito al ascenso y hasta nos queda la sensación de que sin él no hubiese sido posible".
Pero Pepe Rojas vino para eso. "El dueño del equipo Xu Gembao, una personalidad en el fútbol chino que fue seleccionador nacional, capitán en sus tiempos de futbolista del equipo nacional, nos dio permiso para organizar el equipo en torno a un futbolista de altos vueltos y yo pensé en Pepe Rojas". El dinero hizo su trabajo. Rojas se convirtió en el jugador mejor pagado de Segunda B y, por supuesto, de su equipo, donde el siguiente sueldo, entre los que había ex futbolistas de Primera como Noguera o Abel Gómez no llegaban casi a la mitad.
Hoy, sin embargo, el dinero es lo de menos en Lorca, donde los tres millones de euros invertidos por Xu Gembao ya descansan en Segunda A. Un milagro que, en realidad, era como una obligación. Una urgencia de los despachos que Pepe Rojas ha preferido retratar a golpe de voluntad. "Huevos es lo que le sobra a este equipo", ha dicho él, que ha jugado 17 partidos, repartidos en 1.459 minutos, en los que ha vuelto a dar la vuelta olímpica. Vino para eso y para algo más que eso, la necesidad, en realidad, de recuperar el status perdido, de ser de verdad Pepenbauer, el apodo que en Chile los hinchas rivales le colgaron como mofa, y de demostrar que, a los 33 años, todavía no es tan viejo para jugar al fútbol.
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