La periodista británica Andrea BusfieldBajo un millón de sombras, una historia de amor que retrata la compleja realidad de Afganistán tras la caída de los talibanes y en la que ha volcado su experiencia profesional en aquel país.
Busfield explicó hoy en Madrid que llegó por primera vez a Afganistán en 2001 para cubrir como corresponsal del periódico News of the World la guerra contra el régimen talibán y que desde el primer momento se enamoró de aquel país.
Años después pasó a trabajar para el periódico afgano Sadae azadi, puesto en marcha por la misión de la OTAN.
"Respondí a una oferta de trabajo para ser la subdirectora del periódico y a los cuatro meses estaba trabajando allí", recordó.
La periodista decidió recoger sus impresiones sobre el país en forma de novela a través de la mirada de un niño llamado Fawad, inspirado según la autora en "un chico encantador de ocho años que hablaba un estupendo inglés".
La fascinación de Busfield por este niño fue tal que incluso mantuvo su nombre real para la historia.
"Él lo sabe y le parece estupendo", afirmó convencida.
Bajo un millón de sombras (Ediciones B), que transcurre en Kabul durante la época postalibán, pretende reflejar un aspecto distinto de Afganistán al que muestran los medios de comunicación habitualmente.
"Lo que vende son las malas noticias, pero las hay maravillosas, como la llegada de agua potable a un pueblo", declaró su autora.
Respecto a la situación actual de Afganistán, Busfield aseguró que se avanza, aunque el proceso es muy lento, y que la sombra de los talibanes es "creciente", debido a los problemas de criminalidad y corrupción que afectan al país.
"La gente mira al gobierno con cierto desprecio y buscan otro poder que restaure el orden. Hay que enviar el mensaje de que el gobierno es legítimo y de que va a encargarse de cumplir con esa misión", concluyó.
La periodista aseguró que, aunque problemas como la escolarización de las niñas o la violencia doméstica van mejorando, se han cometido errores en la normalización de la región.
Según Busfield, los afganos aprecian la presencia de los occidentales y las labores de reconstrucción, pero también afirmó que "a veces los militares no entienden la realidad del país" a la hora de aplicar determinadas medidas.
Sin embargo, pese a la situación convulsa que se encontraba en Afganistán, la escritora aseguró no haber pasado miedo en ningún momento.
"No sentí la necesidad de tener un arma. Lo más peligroso que había en mi casa era el hornillo de gas", bromeó.