A la práctica del domingo de la selección peruana llegan varios periodistas chilenos. Lucen sus respectivas credenciales en el control de ingreso a La Videna. Uno de ellos es alto, muy delgado y un poco tímido. Luce un chaleco amarrado al cuello y una acreditación. Viste casual. Se incorpora al grupo y se presenta como uno más. Intercambia información, pero, fundamentalmente, escucha y recibe datos de Perú y de sus jugadores.
En rigor, no es un reportero. Se trata de Cristián Leiva, uno de los colaboradores de Jorge Sampaoli. Y, por añadidura, uno de los espías del cuerpo técnico del técnico de la Selección. Un funcionario que, hasta este momento, había desarrollado su trabajo bajo un estricto anonimato, pero que fue captado por un periodista del diario local El Líbero, que publicó la historia y, por cierto, puso en riesgo su futuro en la estratégica función que, precisamente, invade el aspecto que más cuida el técnico casildense en Juan Pinto Durán: la privacidad de la preparación. Es decir, Sampaoli hace justamente lo que no quiere que le hagan.
En el medio estaban alertados de la metodología que ocupa el seleccionador chileno para recolectar señales de sus rivales. La conocían desde el paso del estratega por Perú, donde dirigió a Juan Aurich, Sport Boys y Sporting Cristal. Sin embargo, no sabían con precisión si Leiva sería el infiltrado en esa jornada.
¿Cómo opera un espía de Sampaoli? De varias formas. Algunos se han caracterizado como hinchas. También se han subido a árboles, techos y edificios contiguos. Todo sirve. Pero la figura del periodista es la que suele acomodarles más. En la Copa América, por ejemplo, el argentino Matías Manna ingresó a una conferencia de Bolivia apoderándose del mismo rol. No fue interceptado. La clave es la discreción. En el Mundial ya había caído Francisco Varela, quien después fue separado del grupo de “investigadores”.
Leiva se unió a los reporteros, entre los que había chilenos. Se acercó a los peruanos. Se enteró de los problemas físicos del lateral Luis Advíncula. "Estuvo en el entrenamiento durante los veinte minutos que nos permiten a los medios de comunicación. Conversó con varios de nosotros. No tomó apuntes ni grabó nada", revela Carlos Lara, de Perú 21.
Después de ganarse la confianza de los profesionales locales, comenzó a recibir más información. "Le contamos de las dudas que tenía Gareca por el sector izquierdo de la defensa. También nos preguntó si jugaba (Jefferson) Farfán. Sólo escuchaba. Nunca tomó notas. Eso nos llamó la atención. Lo habitual es que un periodista lo haga", amplía Lara. En la conversación, Leiva se enteró de que los profesionales solían ocupar edificios vecinos a La Videna, el complejo de concentración de la selección peruana, para observar las prácticas. Visitó algunas.
El "Flaco" buscó seguir aumentando la empatía con algunas referencias a la gastronomía peruana. "Nos dijo que la comida de acá es muy rica y que había probado muchas cosas. Y, después, se comprometió a invitarnos a comer", dice el testigo. Como buen investigador, ocultó datos clave. Jamás levantó sospechas de su verdadera identidad y, cuando se le consultó donde estaba alojado, entregó un dato falso. Lara expone: "Nos dijo que estaba en el Sheraton. Como cayó bien, hubo gente que se ofreció a ir a dejarlo. No aceptó y dijo que prefería irse solo".
En Santiago, Sampaoli, increíblemente, negó que Leiva fuera el invasor. "Cristián trabaja con nosotros y está con nosotros. A lo mejor el nombre no salió de allá, salió de acá. Tenemos un grupo de trabajo que busca la mejor información para el partido que corresponde. (Cristián) está con nosotros", dijo en la conferencia de ayer en el complejo Fernando Riera.