Cuatro actos dice el programa de la noche del jueves y espacio Riesco está prácticamente al tope de su capacidad. No parece un concierto regular donde Pet shop boys presentará su excelente nuevo álbum Super, sino una fiesta. Hay chicas guapas y muchos chicos que se preocupan de lucir casuales aunque no hay azar alguno en sus aspectos, ni en sus cabelleras bien recortadas, el detalle de sus tatuajes, ni los brazos tonificados. También figura púbico que probablemente tiene nietos y que no está muy al tanto de los últimos lanzamientos del dúo británico. Solo aguardan los clásicos a la espera de la magia del pop, que por un rato te convierte en un adolescente otra vez.
El programa dice 21:30 horas y Neil Tennant y Chris Lowe aparecen puntuales. El espacio Riesco, ese gigantesco hangar apto para cualquier cosa menos para la música en vivo, apaga sus luces y solo se concentra en el escenario donde destacan las estructuras de dos gigantescos círculos.
Las piezas giran para mostrar el anverso y aparece la pareja con sus rostros escondidos. Arranca Inner sanctum, una de las nuevas y de inmediato sigue West end girls, ese hit de hace 31 años que sorprendió a todo el mundo con ese tipo blanco que rapeaba circunspecto para decantar en un coro sugerente. La versión en vivo prescinde de algunos arreglos -desaparece el bronce por ejemplo- y parece algo desnuda. El escenario solo ofrece el teclado de Tennant, las luces que no son muchas, y un fondo blanco. Esa austeridad cambia en la primera media hora cuando cae el telón y aparecieron dos percusionistas y una tecladista.
Pero el guión de esta nueva visita de Pet shop boys se alarga demasiado esperando que el espectáculo visual logre captar los sentidos a la par de la música. Digamos que las proyecciones de videos recordaban más la resolución de un viejo plasma, antes que la última tecnología HD. Las nuevas canciones como The pop kids, Twenty something y The dictator decides, todas en posición de integrar un futuro compilatorio con lo mejor del dúo, reciben una tibia reacción, típica ante la novedad. El público quiere clásicos como New York city boy y Se a vida e (that's the way life is), y la actitud cambia cuando llegan.
El show de aire contenido varió a partir de The enigma, cuando la variedad de luces se hizo voluptuosa, caleidoscópica, finalmente cautivante sin reparos. La última media hora fue de ensueño con clásicos como It's a sin, Left to my own devices, Go west, Domino dancing y Always on my mind, donde solo faltaba la espuma para convertir el lugar en un carnaval completo, con Neil Tennant y Chris Lowe como unos caballeros flemáticos que seducen tranquilos. En algún momento te entregarás y lo saben.