Creció en el campo odiando a todos a su alrededor. A los 35 años decidió cambiarlo todo: "Voy a amar a la gente que tanto detesté", dijo Pierre Michon, y se puso a escribir los textos de Vidas minúsculas, su primer libro, y el que rápidamente lo transformaría en un escritor de culto en Francia. Su fin era, sin embargo, otro. El mismo que todavía lo guía: "Lo que pido a la literatura es transformar lo negativo de mi vida en algo positivo".
Autor de libros en la frontera del ensayo con la ficción, como Señores y sirvientes y Los once, ayer Michon (1945) mantuvo una conversación de casi una hora con Cristián Warnken, en el marco del ciclo La Ciudad y las Palabras, que organiza el doctorado de Arquitectura de la Universidad Católica, con apoyo de La Tercera. Calvo, de camisa blanca y ameno, dijo vivir la experiencia literaria intensamente: "No me interesa una profesión de escritor, nunca sé si volveré a escribir, pero en la escritura es cuando logro ser quien soy".
Ante unas 300 personas, que coparon el auditorio del Campus Lo Contador, Michon repasó su historia literaria, comentando el efecto que tuvo en su obra la lectura de autores tan disímiles como Faulkner ("Los escritores se dividen entre los que están bajo su influencia y el resto"), Borges, Victor Hugo (de quien leyó un poema) y, entre otros, Arthur Rimbaud. Sobre este último escribió el libro Rimbaud hijo y ayer ahondó en su misterio. También dijo que encarna el "modelo para todo escritor y la "perfección literaria que un autor embrutecido como yo busca incesantemente".
En el diálogo, Michon también habló de la misteriosa relación que tiene con la escritura. Dijo que escribía cuando podía, algunos días cada cierto tiempo, y en esas horas se sentía mejor que nunca. "Los momentos en que escribo son los más gozosos, es cuando puedo ser yo. Pero puedo raras veces decirlo. Soy un autor de unos pocos domingos al año. Pero ahí está la cumbre de la vida. Me parece que mi manera de escribir es patológica", señaló.
Consultado por Warnken por su relación con Dios, Michon aseguró que sólo existía al escribir. "Yo no rezo, pero cuando escribo es como si rezara. Un poder mayor se traspasa a la escritura. La escritura es como una misa. Textos de Borges o Joyce son experiencias litúrgicas. El cristianismo trabaja en mí a pesar de mí", manifestó.
Terminado el diálogo, el escritor respondió preguntas del público, firmó libros y recibió uno de regalo de un editor chileno: Vidas mínimas, de José Santos González Vera.
La visita de Michon confirmó la estrecha relación de La Ciudad y las Palabras con la literatura francesa: antes ya habían estado en el ciclo autores del peso de Michel Houellebecq, Jean Echenoz y Laurent Binet.
Para abril, el ciclo tiene preparado un programa triple: el Nobel sudafricano J.M. Coetzee regresará a Chile junto con el escritor estadounidense Paul Auster y su esposa, Siri Hustvedt.