El economista francés Thomas Piketty le movió el piso a sus seguidores con un nuevo artículo en el que busca "clarificar" los planteamientos sobre desigualdad que hizo en su libro Capital en el siglo 21.
El libro -que pese a sus más de 700 páginas sobre un tema complejo y en un lenguaje técnico- se convirtió en un best seller global y en tema de discusión obligada el año pasado. Su tesis central era que con el tiempo, la tasa de retorno sobre el capital (propiedades, acciones, bonos y otros activos financieros) supera la del crecimiento económico, contribuyendo a aumentar indefinidamente la desigualdad de la riqueza. Esto quedó resumido en la ecuación r>g (retorno mayor que crecimiento).
Economistas como Paul Krugman encontraron en sus páginas argumentos para plantear que el sistema económico capitalista había generado niveles inaceptables de desigualdad y que esa brecha seguiría creciendo, a menos que el estado actuara para corregir esa distorsión con impuestos.
Ahora Piketty dice que con toda la discusión sus planteamientos fueron excesivamente simplificados, que su libro es sobre todo una narración histórica analítica y que la trayectoria de la desigualdad en el futuro es incierta.
En Reflexiones sobre El capital en el siglo 21, un artículo incluido en la edición de mayo de la American Economic Review, el economista dice que "no veo r>g como la única, ni siquiera como la principal herramienta para considerar los cambios en ingresos y riqueza en el siglo 20, o para proyectar el camino de la desigualdad de ingresos y riqueza en el siglo 21". Y añade que cambios políticos e institucionales jugaron un rol mayor en el pasado y probablemente lo seguirán haciendo en el futuro. "La desigualdad de la riqueza es hoy mucho menos extrema que hace un siglo", escribe.
Marcando la diferencia entre riqueza e ingresos, Piketty afirma que la mayor desigualdad en Estados Unidos en los últimos años no se debe a la acumulación de capital, sino a la brecha cada vez más amplia entre los ingresos del trabajo de los altos ejecutivos de empresas y el resto de los trabajadores. Y él mismo admite que su ecuación no explica este fenómeno: "ciertamente no creo que r>g sea una herramienta útil para la discusión de la desigualdad creciente en los ingresos del trabajo: aquí otros mecanismos y políticas son mucho más relevantes, por ejemplo, la oferta y demanda de capacidades y educación".
Pese a todas las clarificaciones, el autor reitera su apoyo a un impuesto sobre la acumulación de riqueza. La tasa óptima de impuesto a la herencia, dice, "puede ser tan alta como 50% o 60%, o incluso mayor para los grandes patrimonios".
Además, aboga por una mejor coordinación entre países para establecer un impuesto común a las ganancias de las empresas y establecer un sistema confiable de intercambio automático de información que permita elevar la tasa efectiva del impuesto sobre el capital, conduciendo a una menor desigualdad.