Fanáticos trepando a las paredes, la industria pendiente y sobándose las manos, expectación consensuada. El 20 de mayo, Pink Floyd -una de las últimas fuerzas elementales del rock- partía una cuenta regresiva en su sitio web. Al llegar a cero, la revelación pinchó las expectativas: el grupo ponía en la calle una nueva edición para The division bell, el último trabajo de estudio que registra el grupo editado hace 20 años, en un empaque de lujo. Lo curioso es que hace una semana, sin bombos, sin nervio, el grupo británico anunció la publicación próxima de un nuevo disco, el primero de canciones inéditas en dos décadas. ¿Por qué no quemar esa jugada -la cuenta regresiva- con el anuncio de un álbum fresco, considerando también que The division bell ya tenía una reedición reciente, de 2011? Es la paradoja de la vieja guardia. Más de lo mismo, que no parezca lo mismo.
Porque sí: hubo una suerte de sorpresa arruinada cuando Polly Samson, la esposa del guitarrista y vocalista David Gilmour, soltó la noticia vía Twitter. "Por cierto, el álbum de Pink Floyd que sale en octubre se llama The endless river. Basado en las sesiones de 1994, es el canto de cisne de Rick Wright y muy hermoso", escribió. Con los días, se han sumado detalles, como por ejemplo, que Graham Nash y David Crosby están colaborando en el nuevo material: "Cantamos en esa canción que David escribió sobre amigos que murieron. Es una canción preciosa", comentó la banda en una entrevista radial.
Sin embargo, la curiosa sucesión de anuncios pone en relevancia un problema que es común a la primera generación del rock, que se debate entre la nostalgia, la inminente extinción y sus últimos cartuchos. ¿Puede o necesita Pink Floyd publicar nueva música, o siquiera salir a pisar escenarios? "Aquí falta el elemento de la gira. Sería lo que daría sentido a The endless river. No me trago que sea un homenaje a Rick Wright, después del maltrato que sufrió en el grupo: despedido por Waters, recuperado por los otros como asalariado. A no ser que haya un profundo sentimiento de culpa", comenta a La Tercera el crítico de música de El País, Diego Manrique.
TODOS TUS MUERTOS
"Hay fenómenos especiales convergiendo: principalmente, que se acaban los héroes vivos o activos (ver recuadros). ¿Cuánto más queda? Muy poco. Casi no hay noticias de rock frescas. Sólo que AC/DC anuncia tal cosa, o un escandalillo divertido de Mick Jagger, o que Lemmy (Kilmister de Motorhead) se enfermó", comenta Hernán Rojas, locutor radial chileno y también ingeniero de sonido, con historial en trabajos de Fleetwood Mac y Frank Zappa. Es una discusión, explica Rojas, que pone a las grandes bandas del rock a debatirse entre inyectar novedad a su catálogo y sus giras, "a riesgo de banalizar su legado. Fui a ver a Queen, por ejemplo, cuando vinieron con Paul Rodgers. No me gustó, lo dije en radio y me reventaron sus fanáticos. Ahora están girando con otro cantante (Adam Lambert) y el mismo Brian May reconoce que la experiencia anterior no fue satisfactoria. ¿Qué les están diciendo a sus seguidores?".
Pero aunque Robert Plant no vuelva más a compartir un estudio con sus ex compañeros de Led Zeppelin, o si The Rolling Stones no publique más, la industria discográfica sigue bajando a picar la veta.
"Los catálogos de Led Zeppelin, de The Rolling Stones, de The Beatles y de Pink Floyd son aún muy, muy importantes. En 2013, por ejemplo, The Beatles vendió 954 mil discos en Estados Unidos, de acuerdo con las mediciones de Nielsen SoundScan. Para ponerlo en perspectiva: el artista que más discos vendió en ese mismo período fue Justin Timberlake, con 3,4 millones. La banda de rock que más discos vendió en 2013 fue Mumford & Sons, con 1,5 millones. Así que, en suma y resta, a The Beatles les fue bastante bien en 2013", comenta Keith Cauldfield, director asociado de Listas y Ventas de la revista Billboard.
PULIR EL DIAMANTE
"Está claro que se venderá cien veces más que si el disco hubiera salido bajo el nombre de Gilmour. No creo que haya grandes novedades respecto a lo que ha sacado en solitario o con The Orb. O el mismo The division bell", apunta Manrique, sobre lo nuevo de Pink Floyd, que no contará con la participación de Roger Waters.
Y para bajar aún más la sorpresa, el baterista Nick Mason ya describió hace años el material descartado que servirá de base para The endless river, en su biografía Inside Out: "Era el tipo de música ambiental que nos agradaba ver cómo era adoptada por bandas como The Orb, aunque nunca recibimos invitación alguna a unirnos a esta generación en el escenario". Queda hasta octubre para ver si el prisma, ya avejentado, es capaz de reflectar nuevas luces.