Leonardo Valencia amagaba y amagaba. Se acomodaba, hacía que iba a patear, pero se arrepentía. Hasta que Juan Antonio Pizzi perdió la paciencia y le lanzó la mayor reprimenda del primer día de entrenamientos de la selección nacional en Juan Pinto Durán. "¡Animate, Leo! ¡Pegale al arco también!", le gritó con fuerza, con acentuación argentina.
A partir de ahí, el volante de Palestino tomaba el balón y de inmediato lo direccionaba hacia la portería custodiada por uno de los sparring de la Roja. La orden del entrenador hispano argentino había sido clara y se extendió a todos los compañeros que se sumaron al picado que se disputó en la cancha principal de Juan Pinto Durán. Era un siete contra siete, en donde participaron alternadamente Valdivia, Aránguiz, Felipe Gutiérrez, Silva, Vargas, Fuenzalida, Opazo y Valencia, además de los juveniles que ayudan en cada práctica.
Fueron cuatro mini partidos. De mucha intensidad y mucho movimiento. Valdivia, particularmente participativo, se vio cómodo en todos. Y lejos de estar preocupado de asistir, era de los que más probaba las manos del portero. Sólo por eso se ganó la felicitación del entrenador: "¡Eso Jorge!". A partir de ahí, el resto de los jugadores, especialmente el Torta Opazo, empezaron a terminar todas las jugadas. Si los tiros salían desviados, poco le importaba a Pizzi. Lo que el entrenador exigía era que ningún ataque se quedara a medias.
Porque el adiestrador de la Roja tiene claro algo. En Buenos Aires, en un estadio que posiblemente será una caldera y con toda la presión en contra del local, las oportunidades de llegar al arco de la Albiceleste no serán numerosas. Lo único que quiere el seleccionador chileno es que los ataques de sus dirigidos no se queden a mitad a camino, que no suceda lo que ya sufrió Chile ante Argentina en el primer partido de la Copa Centenario 2016, donde los dos goles de la victoria transandina (2-1) llegaron por balones perdidos en el mediocampo. Pizzi lo sabe: un ataque chileno sin final se traduce en una oportunidad de gol argentina a la contra.
Jorge Valdivia es una de las incógnitas de la Selección, respecto del nivel físico con que llega desde el Al-Wahda de Emiratos Árabes. Como se esperaba, Pizzi no le hizo ningún trabajo especial y le exigió al máximo desde un comienzo. "¡Buena intensidad, eso es!", les expresó a los jugadores durante el entrenamiento, especialmente al Mago. Valdivia aprovechó después la tarde libre que concedió el técnico para irse al Monumental y dirigir una charla a la división Sub 15 de Colo Colo. Tan sólo unas horas después de comenzar la convocatoria, y a tres días del duelo, Pizzi regaló tiempo de asueto a sus citados. Sana normalidad o condescendencia con los jugadores, hay opiniones para todos los gustos.
Frente a las ausencias de Marcelo Díaz y Arturo Vidal, Valdivia pelea por un puesto de titular en Buenos Aires. En todo caso, ayer en Pinto Durán se vieron pistas de los reemplazantes de las dos figuras claves. Francisco Silva aparece como una carta fija, fue de los pocos que nunca dejó los ejercicios encargados por el DT.
Charla con Hernández
Pablo Hernández, quien ayer hizo un trabajo diferenciado porque el domingo disputó con Celta el duelo contra el Deportivo, es otro que está en la lista de alternativas del argentino. De hecho, uno de los pocos diálogos individuales de Pizzi, lo tuvo con el Tucu. No fueron más de 10 minutos. La conversación fue justo antes del inicio de la práctica. El técnico también sostuvo una charla particular con Gary Medel, quien le indicó las zonas de su molestia física. Un cruce de palabras de cinco minutos, que terminó con el jugador del Inter directo en el gimnasio para trabajo diferenciado. La condición del PitBull se mantiene en estudio (ver página 35).
"¡Vamos muchachos, esta es la última oportunidad!", como si fuera una competencia por ganarse el puesto. Así aleonó Pizzi a sus pupilos en la primera sesión de la Roja de cara al duelo con Argentina en Buenos Aires. La oncena se define entre hoy y mañana.