Plácido Domingo (1941) tiene 77 años, de los cuales más de medio siglo ha dedicado a su carrera musical, pero su desplante escénico y energías parecen intactas. Basta con ver su agenda de conciertos alrededor del mundo con una ruta no menos ambiciosa: después de presentarse ayer en el Estadio Nacional, el próximo sábado 20 estará en la capital de Eslovenia para luego partir raudo a Estados Unidos, donde dará un concierto en la ciudad de San Antonio, en Texas, el miércoles 24. No menos impresionante es que ya estén agotadas todas las entradas de los conciertos que tiene programados en Barcelona y Austria para mayo y, en agosto, en Munich, Alemania.

Esa lluvia de éxitos, la misma que lo declara por muchos como el cantante lírico vivo más importante del mundo, se mostró ayer en un espectáculo poderoso marcado por la atención y ovación de más de 43 mil personas en el Estadio Nacional.

Y es que su presentación no solo es enérgica, sino que también se adapta a las distintas plataformas. Después de cantar el jueves en el teatro de CorpArtes, en un concierto que en contraste con el Estadio Nacional se podría llamar un show íntimo, para no más de 900 personas, Domingo demostró que maneja el formato masivo con el mismo desplante y magnetismo que exhibió en la década de los 90, cuando junto a Luciano Pavarotti y José Carreras protagonizaron el fenómeno de Los Tres Tenores, que por primera vez llenó estadios con música clásica.

Acompañado de la Orquesta Filarmónica de Bogotá dirigida por el norteamericano Eugene Kohn, y con sus invitados especiales, la soprano portorriqueña Ana María Martínez y el guitarrista español Pablo Sáinz-Villegas, Domingo encaró un concierto proyectado para más de una hora y media, con un repertorio similar al del jueves: ópera, musicales, zarzuelas y canciones latinoamericanas.

Con un público de todas las generaciones, desde niños y jóvenes hasta adultos mayores, el espectáculo comenzó a las 20.20. A esa hora los músicos ejecutaron la Obertura de El barbero de Sevilla de Rossini. Plácido Domingo salió cinco minutos después y recibió un aplauso que recorrió todo el estadio. El tenor hizo una reverencia y abrió su repertorio con Nemico della patria de la ópera Andrea Chénier, de Umberto Giordano. Enseguida subió al escenario, bordeado de flores, la soprano Ana María Martínez para cantar un aria de Cosí fan tutte de Mozart. Ambos unieron sus voces luego en pasajes de Don Giovanni de Mozart y Laura Miller de Verdi.

El concierto prosiguió con canciones como I could have danced all night de la película My Fair Lady, de Loewe, y Tonight! de West Side Story, de Leonard Bernstein, así como Libertango de Astor Piazzolla y la zarzuela Amor, vida de mi vida de Moreno Torroba.

A esa altura el tenor hizo subir al escenario a su hijo Plácido, con quien presentó Sabor a mí de Alvaro Carrillo y Adoro de Armando Manzanero.

Sin duda la invitada estrella y muy esperada por el público fue la cantante chilena radicada en México, Mon Laferte. Estaba previsto que la intérprete ganadora del Grammy Latino saliera al escenario en la última parte del concierto. La de anoche era la primera vez que ella presentaba sus temas en versión sinfónica.

De acuerdo con el programa, la cantante interpretaría Tormento, tema de su primer disco Mon Laferte Vol. 1. Luego de ello, Plácido Domingo y Mon Laferte juntarían sus voces en un medley compuesto por clásicos de la canción popular: Perfidia, Frenesí y la Ultima noche. De esta forma el tenor despedía sus dos conciertos por los 50 años de su debut en Chile, en 1967.