A los turistas que viajan estos días a Moscú les espera una sorpresa: la Plaza Roja está en obras, su adoquinado levantado y la inscripción "Lenin" del mausoleo en paradero desconocido.

Y es que el Kremlin decidió tirar la casa por la ventana con tal de engalanar la principal plaza de Rusia para el desfile militar del 9 de mayo, con el que celebrará por todo lo alto el 65 aniversario de la victoria sobre la Alemania nazi en la Segunda Guerra Mundial.

La primera sorpresa con que se encuentra el turista desprevenido que se dirige hacia la plaza desde los Jardines de Alejandro son los trabajadores que cubren con un inmaculado césped los terraplenes que limitan con los muros del Kremlin.

LA PLAZA
La plaza misma -de 400 metros de largo y 150 de ancho, corazón político e histórico de Rusia- aparece cubierta de vallas, volquetes y pequeñas excavadoras que distribuyen la arena rojiza que sirve de almohada al empedrado.

Los obreros levantan los adoquines, sustituyen la arena vieja por la nueva y recolocan las piedras, apisonándolas a golpe de martillos de madera.

Parecería un solar de construcción cualquiera si no tuviera como trasfondo las torres del Kremlin y las cúpulas de la Catedral de San Basilio, mezclando el rugido de los motores y el traqueteo de los martillos hidráulicos con las voces de los turistas y los altavoces de los guías que ofrecen excursiones por la ciudad.

Mientras, el nombre del fundador de la Urss aparece pudorosamente tapado en su mausoleo y no porque el Kremlin haya cedido ante la presión de los anticomunistas, que sueñan con retirar del corazón del país la momia de Lenin para darle una sepultura definitiva.

Simplemente, las autoridades dispusieron renovar las letras del nombre del líder bolchevique que, casi veinte años después de la desaparición de la Unión Soviética, todavía sigue coronando la principal plaza del país.

Para ello, sobre un pequeño andamio se ha acondicionado un modesto habitáculo en el que, oculto a las miradas indiscretas, un obrero se afana en pulir, una tras otra, las cinco letras hechas de cuarcita roja sobre una placa de mineral negro.

MAUSOLEO
El Kremlin anunció que, a causa de las obras y preparativos para el desfile, el mausoleo permanecerá cerrado al público hasta el 11 de mayo, sin precisar si los expertos aprovecharán este paréntesis para retocar también el cuerpo momificado y embalsamado de Lenin.

A pocos metros del mausoleo, unos obreros hacen una pausa, cuelgan sus sudorosos monos en las vallas para que se sequen al sol y se sientan entre las piedras a fumar un cigarrillo, mientras observan a los turistas que deambulan a su alrededor.

TRADICION

Entre los visitantes no faltan los novios que, por tradición, acuden a la Plaza Roja con familiares y amigos para abrir una botella de champán y hacerse una foto junto al Kremlin y que ahora observan, con confusión y entre bromas, el singular escenario.

Este es el segundo año consecutivo en que Moscú pone en obras la Plaza Roja, después de que en 2008 el entonces presidente saliente y actual primer ministro ruso, Vladímir Putin, reanudara los grandiosos desfiles militares de la era soviética para conmemorar anualmente el aniversario de la victoria sobre Hitler.

Y es que en estas paradas participan más de un centenar de carros de combate, blindados, lanzaderas de misiles y otros vehículos militares que a todas luces dañan el adoquinado de la plaza, a pesar de estar dotados para la ocasión de unas orugas de protección.

Basta decir que las estrellas del desfile son varias plataformas móviles con misiles balísticos intercontinentales Tópol-M, el arma más temible del arsenal ruso, que tiene una ojiva de un megatón de potencia y se desplaza en una plataforma automotriz de siete ejes, 22,7 metros de largo y cien toneladas de peso.

Tan grande es la importancia que concede el Kremlin a ese acto que el Ayuntamiento de Moscú ha destinado más de un millón de euros para garantizar el buen tiempo y dispersar las nubes durante el desfile, al que acudirán numerosos mandatarios extranjeros.

Han confirmado ya su presencia el presidente francés, Nicolas Sarkozy, y la canciller alemana, Angela Merkel, y también ha sido invitado al acto el mandatario estadounidense, Barack Obama.