La declaración del Rey Hussein de Jordania, del 31 de julio de 1988, marcó un punto de inflexión en Medio Oriente. Meses después del comienzo de la primera intifada en 1987 en los territorios palestinos controlados u ocupados por Israel desde 1967, el monarca hachemita (que falleció en 1999) pronunció un discurso histórico en el que anunció la ruptura de todos los lazos legales y administrativos con Cisjordania -con la excepción del patrocinio jordano de los sitios sagrados musulmanes en Jerusalén. De tal forma, renunció a reclamar ese territorio (que había sido anexado por Amman en 1950) como jordano y abrió la puerta a la creación allí de un Estado palestino independiente.

Hasta ese momento, el mundo político israelí aspiraba a lograr la paz con los países árabes a cambio de la entrega de territorios controlados tras la Guerra de los Seis Días, de 1967. Así, logró la paz con Egipto, cuando le devolvió la península del Sinaí. Y buscaba la entrega de Cisjordania a Jordania y, eventualmente, de los Altos del Golán a Siria. Ninguno de los gobernantes israelíes hasta entonces consideraba el nacimiento de un Estado palestino junto a las fronteras del Estado judío. Pero la declaración del Rey Hussein los obligó a pensar de otra forma. Vino la Conferencia de Madrid (1991) y las negociaciones de Oslo (1993) y se instaló la "solución de los dos Estados", como la salida más viable para el conflicto palestino-israelí. Una figura que ha estado siendo negociada en estos años para la creación de un Estado palestino en Cisjordania y la Franja de Gaza, con las fronteras, con más o menos ajustes, previas a 1967.

Casi tres décadas después, el pasado 15 de febrero, Donald Trump, en presencia del primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu, no se amarró a la opción de los "dos estados" que habían apoyado sus cuatro predecesores en la Casa Blanca. "Estoy mirando a una solución de dos Estados y de un Estado. Me gustará la que le guste a las dos partes. Puedo vivir con cualquiera de las dos soluciones", dijo.

Bastó que dijera eso para que los analistas y los medios elucubraran con el fin de la opción de los "dos Estados" y se animaran a evaluar el escenario de una negociación entre israelíes y palestinos con la opción de "un Estado sobre la mesa".

El primer ministro palestino Rami Hamdala sostuvo que "si Israel elige un Estado y está preparado para uno solo con dos naciones y los mismos derechos, creo que los líderes palestinos estarían felices de considerarlo. Pero no es lo que quiere Netanyahu. Lo que intenta es un Estado con dos sistemas", aseguró.

Netanyahu se mostró conforme con la declaración de Trump, pero no porque apoye la solución de "un Estado". El analista israelí Alberto Spektoroski, en diálogo con La Tercera aseguró que "Netanyahu se mostró contento porque quiere mantener el status quo y estas declaraciones le permiten mantener en pie su coalición de gobierno. El no puede dar marcha atrás, pero tampoco quiere ir hacia adelante".

Como explicó a este diario el ex embajador israelí en Chile David Dadonn "fue tan imprecisa esa idea de la solución de un Estado (de Trump), que uno puede confundirse, creer que hay un plan completo ya pensado. Pero la verdad es que entre los políticos israelíes ninguno da un mismo modelo".

Algunos políticos nacionalistas plantean la posibilidad de que en un plazo de entre cinco y 25 años se realice un proceso de otorgar ciudadanía israelí a los palestinos de Cisjordania, con los mismos derechos de los judíos, junto con la anexión de ese territorio a Israel. No incluyen a la Franja de Gaza debido a que, por ahora, no vislumbran una salida para ese territorio controlado por los islamistas de Hamas. Incluso algunos más radicales, como el ministro de Educación israelí, Naftali Bennett, plantean la opción de no anexar alrededor del 20% de las zonas palestinas, cosa que queden con un estatus no definido, como los batustanes en la Sudafrica del apartheid.

Desde la centroizquierda se habla de la opción de constituir una especie de confederación palestina-israelí, que le permita tener dos entidades separadas, pero con algunas instituciones comunes, muy al estilo de la Unión Europea. En todo caso también hay otras propuestas como la puesta sobre la mesa por el actual Presidente israelí Reuven Rivlin (Likud, derecha), en 2015, de apostar por un modelo de dos Estados, que integren una confederación pero con fronteras abiertas, algo que recibió el respaldo del periodista de izquierda del diario Haaretz Gideon Levy.

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