Corría 1982 y Raúl Zurita (1950) veía cómo 15 frases de su poema La vida nueva eran escritas por cinco aviones en el cielo de Nueva York.
La hazaña la venía ideando hacía más de ocho años, cuando marcado por los acontecimientos del Golpe Militar en Chile, sintió la necesidad de realizar una acción que demostrara la magnitud del quiebre histórico en que vivía.
El poeta volvió a repetir el ejercicio en 1993. Esta vez fue la rúbrica Ni pena ni miedo la que trazó con la ayuda de una retroexcavadora en el desierto de Atacama. La frase, de más de 3 mil metros de largo, es sólo posible de ver desde un avión o, incluso, en Google Earth.
"Esas primeras obras miraban al cielo, a las montañas, porque en esas grandes distancias yo creía que estaban escritas las señales de nuestros destinos", recuerda el Premio Nacional de Literatura 2000 y reciente ganador del Premio Iberoamericano José Donoso.
Han pasado más de dos décadas y el poeta pretende completar la trilogía de piezas monumentales con Verás un dios de hambre, un poema de 22 frases que espera proyectar con reflectores -y sólo por una noche- sobre los acantilados de Iquique y Pisagua.
La idea la tuvo en 2002 sobrevolando la zona. "El encuentro del Pacífico con el desierto, es uno de los paisajes más dramáticos y sobrecogedores del mundo", dice. "Me imaginé inmediatamente un poema trazado sobre los acantilados, que solo se viera desde el mar y representara lo que un ser humano ve en su paso sobre la tierra hasta su fin", agrega el autor de Purgatorio.
El proyecto, ambicioso en su logística, fue apoyado por el Consejo de la Cultura con $31.460.500 en su primera etapa, que contempló el reconocimiento del terreno, la filmación y registro fotográfico de las quebradas, a cargo del cineasta chileno Pepe Torres.
Ese primer avance es el que se exhibe en la nueva sede de la galería Isabel Aninat, que inaugura su espacio con la muestra. "Quisimos dar inicio a esta nueva etapa de la galería incorporando la poesía al espacio expositivo", explica Javiera García-Huidobro, una de sus directoras.
La galerista agrega que el tamaño de la sala principal (de más de 14 metros de largo) y la forma en que está dispuesta la obra en un lugar oscurecido, "genera un ambiente envolvente, íntimo, de introspección entre la obra y el espectador. Ese es parte del sello que tendrá el espacio: queremos priviligiar la experiencia del público con el arte".
La muestra está compuesta por la proyección de seis grabaciones aéreas y marítimas. Su sonido natural del oleaje y viento se combina con la voz en off del artista recitando Verás un dios de hambre, el poema que espera proyectar sobre las quebradas y con el que cierra su libro Zurita (2011), una publicación de más de 700 páginas que el autor ha definido como su "máximo esfuerzo como ser humano y artista".
Respecto a este último poema, Zurita explica: "Hace tiempo me di cuenta que (esta obra) era la imagen de mi propia muerte, que era mi último proyecto. Como en una película, la escena del final no es necesariamente la última que se filma, pero sí sé que este es el final". Y agrega: "Si he trabajado con mi vida, también debo trabajar con imágenes de mi muerte".
El difícil camino
Planificar cómo se realizará técnicamente el proyecto, no ha sido fácil. El poeta aún no cuenta con fecha ni financiamiento para su segunda etapa, y la zona es de acceso limitado para su ejecución.
Pepe Torres, a cargo del registro audiovisual de la obra, explica que literalmente ha recorrido el lugar por cielo, mar y tierra, en búsqueda de las mejores zonas para realizarlo. "Primero, hice un viaje en un barco de la Armada. Luego, sobrevolé el lugar en un helicóptero. Finalmente, intenté ir por tierra por un camino que apenas es una huella en el paisaje", cuenta. "Ahí encontré un pequeño espacio llamado Caleta Junin. Es un terreno difícil, pero que podría ser apto para la instalación de la obra".
Torres lleva tres años realizando el documental Zurita de Chile. En esas conversaciones, ambos le han dado forma al proyecto. "Raúl no quiere que sea algo demasiado invasivo, se siente cómodo con algo más análogo, que no interfiera muy tecnológicamente el paisaje", cuenta. "Hemos pensado, por ejemplo, en los cañones que se usaban antiguamente en el teatro, pero es algo que aún no tenemos claro", agrega.
En tanto, mientras el proyecto espera por financiamiento, el poeta es paciente. "Mi obra transita desde lo íntimo hasta la gran escala del paisaje, que para mí también es una dimensión íntima", explica. "Estas ideas conviven largo tiempo sólo en mí antes de realizarse (...). Son años en que yo sólo puedo verlas en toda su belleza y demencia", concluye el autor de la antología Tu vida rompiéndose.