Poli Délano y Julio Cortázar: la literatura, la política y el boxeo
Una entrevista inédita, realizada hace cinco años al escritor fallecido hace dos semanas, repasa sus lazos con el cuentista argentino a través de recuerdos que retratan el sentido del humor y el compromiso del autor de Rayuela.
Es mediodía en la biblioteca de Poli Délano y el sol atraviesa la ventana para posarse en los rostros de Ernest Hemingway, de Arthur Miller, de Julio Cortázar y del propio entrevistado, quien acaba de cumplir con la cuota cotidiana de escritura ante el computador cuando están por salir de éste las últimas páginas de Hermosas bestias salvajes (2012). La casa ñuñoína en la que vivieron sus padres, el escritor Luis Enrique Délano y la fotógrafa Lola Falcón, luce generosamente obras de Pablo Neruda, de Tótila Albert y de la pléyade de intelectuales que ha compartido con tres generaciones de esta familia de artistas que desemboca en Bárbara, la hija poeta. Los recuerdos, algunos de los cuales darían forma más tarde a Un ángel de abrigo azul (2016), enfilan rápidamente hacia la figura del escritor trasandino.
¿Cómo llega a sus manos, por primera vez, un libro de Cortázar?
Fue en una revista chilena, no me acuerdo como se llamaba, fue una de esas revistas literarias que tienen poca vida, salen dos o tres números y después se acaban, no hay cómo seguir manteniéndolas... pero en esa revista, estoy hablando de los años 60, salió un cuento que me llamó mucho la atención, La Autopista del Sur. Ese cuento me fascinó, sentí que ahí había algo nuevo, que proponía exploraciones dentro de la narrativa y a raíz de eso creo que busqué al escritor Julio Cortázar.
Sobre el cuento Cortázar tiene un ensayo...
La novela puede ganar por puntos, dice, y el cuento tiene que ganar por knockout; son términos del pugilismo.
A él le gustaba mucho el boxeo... y a Ud. también.
Sí. Yo incluso boxeé un poco de adolescente, de manera amateur, pero me gustaba el boxeo...
Y también por necesidad en alguna esquina de Nueva York, ¿no?
No, no, eso ya no era boxeo, eso era a mano limpia (risas).
La pelea es un elemento importante en la obra de Cortázar.
Claro. De hecho, te cuento que, cuando llegué a Chile desde mi exilio en México, edité un libro sobre cuentos de boxeo, una antología universal, aparecía Hemingway, Jack London, Conan Doyle, y se llamó Campeones del Cuadrilátero. También aparecían escritores latinoamericanos y chilenos, como Lafourcade, Fernando Jerez, Ramón Díaz Eterovic y yo mismo. Había un cuento que puse de Cortázar y fue fatal que lo incluyera, porque había muerto y la Fundación Cortázar, que tenía los derechos, hizo una gestión que no resultó con el editor del libro y exigió que se retirara, así que hubo que sacarlo de circulación.
Ud. conoció a Cortázar para la asunción de Allende...
Ahí lo conocí. Yo era miembro del directorio de la Sociedad de Escritores de Chile. Iba a hacer un número de una revista de la SECH en cuya portada aparecería Cortázar dando la mano a Salvador Allende. Salían juntos en una foto, pero en el momento de hacer click se había metido una rubia entremedio; entonces la sacamos de la imagen para que solo aparecieran ambos (risas). En esa ocasión yo conocí a Cortázar cerca del edificio de la UNCTAD y caminamos por la Alameda conversando. Era muy simpático, una persona muy agradable, muy tierna, muy cálida. Y mira lo que te voy a contar. Yo viví unos años en Cuernavaca, en México, y en alguna ocasión Cortázar estaba alojando cerca, en una hacienda-hotel, entonces yo lo llamé para invitarlo a que se fuera a comer una tarde a mi casa, y él me dijo que bueno, pero después me llamó y me señaló que tenía un poco de susto, porque llovía y en Cuernavaca la lluvia es catarata, es un poco aterrante para alguien que no es de ahí. Entonces me llamó para revertir la invitación, y partí en auto. Estábamos como en el momento del aperitivo de esta hacienda-hotel y pedimos dos cubalibre, y llegó la mesera con vasos de papel. Entonces Cortázar, con su acento francés, le dijo: "Señorita, ¿no nos podría traer vasos?". Y la muchacha se desconcertó, porque para ella ésos eran vasos; así que miró los vasos y le preguntó: "¿Cómo vasos?". "Vasos", remarcó Cortázar, y agregó: "Son objetos cilíndricos de vidrio, tapados por debajo y abiertos por arriba" (risas).
Cortázar hizo gestos con Chile en momentos candentes.
Cortázar fue un gran amigo de Chile, de la Unidad Popular, del exilio y del pueblo chileno sufriendo la represión. Una vez, cuando estaba en México, me pidieron desde Chile que hablara con Cortázar porque había sido detenido el secretario general del Partido Comunista, Víctor Díaz, y que le pidiera a Cortázar que llamara al ministro del Interior preguntando por él. Yo hablé con Cortázar, le expliqué quién era Víctor Díaz, y que lo hubieran detenido era muy peligroso para su vida. Cortázar me dijo que iba a llamar, pero que ya estaba con un pie en el avión, rumbo a Francia, donde vivía. Me prometió que lo iba a llamar desde París, y lo hizo, porque después yo recibí una carta, escrita para mí por Ariel Dorfman, en que me transcribió toda la conversación de Cortázar con el ministro del Interior. Cortázar se la transmitió a Dorfman para que él me la retransmitiera a mí y yo viera que había cumplido su palabra.
¿Hay aspectos del trabajo de Cortázar que fueron aliciente para su propia obra literaria?
Yo creo que sí, creo que dentro de la mirada de Cortázar hacia el cuento hay lecciones. Yo era de una generación 10 años menor, tenía cuentos y libros publicados, estoy hablando, ponte tú, del año 68. Entonces tenía una muy buena historia y no me salía. Esa historia la pude escribir después de leer a Cortázar. O sea, Cortázar me abrió un camino de libertad en la narrativa; se puede hacer que un tren baje por la Alameda en un cuento. Yo estaba todavía más sometido a un realismo no rígido, pero sí real, y hay un realismo que es un realismo no real. En la novela no importa que las cosas hayan pasado; lo que importa es que el lector sienta que pueden pasar o que pueden haber pasado. Después de leer, por ejemplo, los cuentos de Cortázar, en que se produce este desdoblamiento de la persona (La noche boca arriba, etc.) pude escribir esa historia que tenía hace un motón de años.
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