Política, locura y muerte: Beevor narra las vísceras de la II Guerra Mundial

El historiador británico relata paso a paso el feroz conflicto del siglo XX.




Junto al cuerpo muerto del soldado Nakamura encontraron su diario de guerra. Había llegado obligado al frente contra China, pero pronto sería otro más de la sanguinaria milicia japonesa. Entre sus anotaciones, cuenta que un grupo de recién reclutados fue obligado a presenciar una sesión de tortura contra cinco chinos, a los que finalmente mataron. Quedaron horrorizados. "Todos los novatos reaccionan igual, pero no tardarán en hacer lo mismo", anota el cabo Nakamura.

Corre agosto de 1939 y Japón despliega una implacable embestida contra China, que irá mucho más allá de las batallas: violaciones masivas a las mujeres, sistemáticas decapitaciones y torturas a soldados, propagación de peste negra y cólera, experimentos médicos con prisioneros y canibalismo. Una pesadilla.

El horror asolaba el mundo en esos días. Mientras la "furia japónica" estallaba en Asia, en Europa los judíos eran eliminados de las formas más inhumanas pensadas a manos de los nazis. De fondo, casi todo el mundo se convirtió en gran campo de batalla, en el que alrededor de 60 millones de personas murieron: la II Guerra Mundial fue el "mayor desastre de la historia provocado por la mano del hombre", según el historiador británico Antony Beevor.

Reconocido experto sobre el fatídico corazón bélico del siglo XX, Beevor ha demostrado su poder narrativo en libros reveladores y controvertidos que revisan los hechos, como Stalingrado (1998), Berlín (2002) y Día D, la batalla de Normandía (2009). Ahora va por el paquete completo: el libro La Segunda Guerra Mundial es una exhaustiva reconstrucción del conflicto. Disponible en librería Ulises, son 1.200 páginas que avanzan como un río de caudal espeso en que se trenzan venganza, diplomacia y locura.

Caníbales

El "conflicto más cruel y destructivo que haya conocido la humanidad", como anota Beevor, fue una "amalgama de conflictos" determinada "por la guerra civil internacional entre la derecha y la izquierda". Lo sorprendente no es la premisa -una tesis tradicional-, sino la manera en que el autor la despliega en su obra: Beevor urde centenares de relatos para levantar una trama general al estilo de una novela histórica decimonónica. Cuídate, Ken Follett. Hay suspenso y drama, sobre todo terror. Y protagonistas como Hitler, Stalin, Churchill, Roosevelt, etc., pero, especialmente, miles de soldados en el frente.

Apoyado en diarios, cartas y testimonios íntimos de soldados, Beevor consigue visiones muy concretas de las bambalinas de la guerra. "Creo que ya sé cómo podemos salir de esta", exclamó Churchill el 18 de mayo de 1940, mientras se afeitaba, según se lee en La Segunda Guerra Mundial. Luego, el primer ministro británico le explicó a su hijo: "Arrastraré a EE.UU. a la guerra". Como esa, el libro está plagado de escenas privadas que luego iban a tener efecto en el curso histórico: la furia de De Gaulle cuando Francia se rindió, la tensión entre Hitler y Mussolini, la seducción que ejercía Stalin sobre Roosevelt, etc.

A ras de suelo, los soldados pasan frío y hambre. A los alemanes, propone Beevor, les brotó un verdadero antisemitismo: mientras avanzan por Polonia, Ucrania, etc., y se enfrentan a las poblaciones judías, "da la impresión de que quisieran destruir lo que consideraban unas aldeas insalubres y hostiles, para que la infección, que a su juicio éstas suponían, no llegara a Alemania". En un fin de semana de septiembre de 1941 mataron a 37 mil judíos en el barranco de Babi-Yar, en Ucrania. Y eso que Heinrich Himmler aún afinaba su estrategia de Solución Final.

Como si fuera un malabarista, Beevor sigue un estricto hilo cronológico, que lo obliga a moverse por las batallas que explotan en el mundo. De Europa a Africa, de Asia a Norteamérica. En Oriente, describiendo la descarnada y suicida embestida de Japón contra China, la URSS y Estados Unidos, es donde La Segunda Guerra Mundial muestra revelaciones. Por ejemplo, que entre las prácticas de los japoneses contra sus prisioneros se encontraba el canibalismo. Los Aliados, horrorizados, prefirieron omitir la información sobre el tema. El canibalismo ni siquiera se mencionó en los Juicios de Guerra de Tokio, en 1946.

Beevor no entra en detalles morbosos -quizás no los tiene-, pero relata que fuerzas australianas encontraron pruebas de que suboficiales japoneses utilizaron el canibalismo sistemáticamente contra prisioneros americanos, indios, australianos. "Ni siquiera la inhumanidad del Plan de Hambre de los nazis en el este descendió nunca hasta semejantes niveles", escribe Beevor.

Abrumador por la cantidad de información, La Segunda Guerra Mundial no pretende reescribir un episodio tantas veces revisado, sino mostrar cómo se arma un rompecabezas tan complejo y de tantas repercusiones. También, Beevor quiere insistir en las fatales consecuencias de las decisiones de Hitler y Stalin, y mostrar una y otra vez hasta dónde pueden llegar la violencia y degradación del ser humano. Su credo es el del periodista ruso Vasily Grossman: "La obligación del escritor es contar esta terrible verdad, y la obligación civil del lector es conocerla".

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