LAS MUJERES representan el 50,7% de la población del país, pero alcanzan sólo el 13,9% de los escaños del congreso, dejando en evidencia una brecha de género. Esto pone en la palestra una pregunta que aún no se ha resuelto: ¿Se traduce esta brecha en falta de representatividad de las mujeres en el ámbito político?
Para contestar esta interrogante podemos partir por analizar la experiencia de otros países. Tomemos el caso de la India, donde en 1993 se pasó una enmienda constitucional para las elecciones municipales, en la cual se seleccionaron aleatoriamente un tercio de las municipalidades en las que sólo mujeres podían presentarse como candidatas a la posición de concejal jefe.
La selección aleatoria creó una oportunidad única para que los académicos afiliados al Abdul Latif Jameel Poverty Action Lab (J-PAL), Lori Beaman, Raghabendra Chattopadhyay, Esther Duflo y Rohini Pande junto a Petia Topalova estimaran el impacto de la enmienda. Los resultados de sus investigaciones son elocuentes.
En las municipalidades en las que una mujer era concejal jefe se invirtió más en obras públicas consideradas como prioritarias por las mujeres locales, se redujo la asociación cultural entre la mujer y tareas domésticas y se mejoró la percepción de la efectividad del liderazgo femenino. Aún más relevante fue el hallazgo de que la presencia de una mujer líder llevó a que las adolescentes reportaran mayores aspiraciones profesionales y a que se eliminara la brecha de género en el rendimiento académico. Ya que la selección de los municipios fue aleatoria podemos estar bastante seguros de que los efectos reportados reflejan el efecto de la política y no de otras variables.
En Chile se ha discutido mucho cómo hacer para que más mujeres accedan al proceso político de manera equitativa y sin la discriminación que muchas veces enfrentan en la arena política. Esto, con la expectativa de que con mayor paridad venga mayor representatividad. En la columna publicada en estas páginas ¿Camino alternativo a la paridad? se presentan posibles soluciones al problema de la falta de representación de la mujer en la política, como incentivos financieros, capacitación para líderes mujeres y una ley de cuotas.
Estas soluciones se han probado en varios países, pero el impacto de éstas no ha sido identificado de manera rigurosa, pues raramente van acompañadas de evaluaciones pertinentes. El estudio en India es una excepción que nos da las primeras luces de lo que podría suceder si empujamos políticas que incentiven la participación femenina en la política. Las políticas públicas que se tomen en esta dirección deberían ser evaluadas para concluir si se están cumpliendo los objetivos planteados.
Es posible que una ley de cuotas en Chile lleve a resultados positivos como en India; también es posible que los resultados sean distintos debido a las diferencias entre India y Chile. Nunca sabremos cuál es el efecto real de una ley de cuotas si no evaluamos seriamente la política que se implemente. Para Chile es sustancial implementar políticas para nivelar el campo de juego entre hombres y mujeres, pero igual de relevante es evaluarlas para saber si efectivamente estamos creando sistemas más equitativos.