El local de "Don Dani" está lleno de pailas, maceteros, parrilleras, fuentes y jardineras, tanto que su dueño, Daniel Reyes, apenas se ve al fondo, mientras trabaja la greda. Sin embargo, a pesar de que aparentemente a su local no le ocurrió nada tras el terremoto del pasado 27 de febrero, él señala que perdió "al menos 500 piezas, entre grandes y chicas", además de sufrir importantes daños en su horno de barro que arregló, pero que sólo "va a resistir unos tres meses".
Como él, varios artesanos de la zona se vieron afectados con el movimiento telúrico, incluso, a algunos les ha costado retomar su trabajo.
Al igual que en el terremoto de 1985, este verano Juan Mendoza vio cómo sus dos hornos de barro caían al suelo, además de 200 piezas de greda.
Mendoza, quien se ha dedicado toda su vida a la artesanía, señala que tendrá que esperar "bastante tiempo para poder volver a reconstruir. Ahora les pido ayuda a los vecinos que no sufrieron daños en sus hornos", dice.
El valor de cada uno de ellos alcanza los 150 mil pesos, pero mensualmente las ganancias no llegan a los 200 mil. Pese a ello, es optimista y señala que "mientras todo se reordena, tendrán que volver a venir turistas".
De hecho, en la localidad los artesanos abrieron sus puestos al poco tiempo de la catástrofe y se están organizando para recuperar lo antes posible la "normalidad".
Mercedes Solano dice estar "angustiada" y cuenta que de su local se llevaron "tres camionetas llenas de piezas quebradas. Yo había recién copado el lugar de cerámica para los visitantes de ese fin de semana. Todo ese trabajo se perdió". Sin embargo, la artesana relata que algunas piezas se salvaron y que las está vendiendo a la mitad del precio normal, lo que "es agradecido por los turistas".
Por su parte, los restaurantes más tradicionales de la zona también sufrieron daños estructurales. A El Parrón se le cayó la parte más antigua del local, la que según su dueño, Cristián Abuhadba, "será refaccionada con un fachada de ventanales que tendrá un estacionamiento". El restaurante San Antonio, en tanto, abrió hace dos semanas, a pesar de los problemas. "En vez de lamentarnos, nos pusimos a trabajar", dijo su dueño, Carlos Romero.