Los últimos datos lo confirman: los chilenos están dejando atrás la comodidad del control remoto y aprovechan más el tiempo libre fuera de su casa. ¿Qué alternativas escogen? La carta de los restaurantes, las carteleras de los cines e, incluso, las áreas verdes para el jogging o una simple caminata. "Disfrutar el tiempo libre es una necesidad desde lo fisiológico hasta lo espiritual", resume en una frase la sicóloga Laura Moncada.

Eso es lo que entiende la gran mayoría de los chilenos. Según una encuesta de Laborum.com, las personas que trabajan se dividen en dos grandes grupos: los que sienten un gran relajo en su tiempo libre y otro grupo al que le gustaría incluso tener más tiempo para disfrutar.

Sin embargo, hay un tercer grupo que le cuesta dejar de lado la mochila del trabajo y no disfruta su tiempo de ocio. Se complica. Se aburre. Hasta se irrita. Desmenucemos: según el reporte, se trata de un cuarto de los chilenos. Un 9% reconoce que le cuesta disfrutar de su tiempo libre y otro 9% se siente ocioso y eso le irrita. En un menor porcentaje (6%) están quienes se aburren y buscan actividades ligadas al trabajo. ¿Qué explica que un grupo de personas no pueda gozar de su tiempo fuera del trabajo?

Hay una cuestión cultural que nos pesa. Estamos en una sociedad muy orientada a hacer cosas y que impone el valor de estar ocupado haciendo una actividad productiva que genere dividendos, ojalá, en dinero. "Hay una cultura de que tenemos valor en cuanto a lo que rendimos. Valemos más por lo que hacemos, no por lo que somos", explica Silvia Ascencio, psicóloga de la UC y magíster en Desarrollo y Comportamiento Organizacional. Entonces, el ocio toma una connotación negativa y sentirse ocioso es casi un pecado para algunas personas. Un sinónimo de holgazanería. Una imagen común es la de quien deja pasar el tiempo en un banco de una céntrica calle: él mira la expresión de estrés de la marea humana, y la marea humana le regala miradas de desdén o desaprobación, por flojo. Hoy, la sicología releva la idea de estar sentado en un simple estado de contemplación y con la mente despejada.

Detrás de esa connotación negativa hacia el ocio no hay solamente un afán compulsivo de producir. "El ocio tiene que ver con estar con uno y hay gente que no sabe estar consigo misma. Y no hay nada peor que no saber aburrirse con uno mismo", insiste Ascencio, también académica de la UDP. Se trata de personas que se conocen tan poco a sí mismas, que son incapaces de pensar en otra actividad que les entregue satisfacción o entretención. Entonces, todos los caminos apuntan al trabajo. "En el trabajo encuentran razón de ser, de utilizar su tiempo, de sentirte útil, de ocupar un lugar en la sociedad", comenta María Angélica Zulic, gerenta general de Laborum.

Para esas personas, hay dos alcances que hacer: uno, está comprobado que el tiempo de ocio es clave para la creatividad. Es decir, contrariamente a lo que se piensa, el ocio puede ser muy productivo. Aburrirse con uno mismo puede traer beneficios en el mediano plazo. Un dato sobre ese punto: hace un año, la sicóloga Kyung Hee Kim, del William and Mary College en Estados Unidos, alertó en la revista Newsweek sobre la baja de los niveles de creatividad desde los 90 a la fecha. Eso se traducía en la menor capacidad de producir ideas relevantes, la originalidad y las fortalezas creativas, que tienen que ver con la expresión emocional y verbal y la imaginación.

Segundo alcance: las nuevas generaciones están revalorizando el tiempo de ocio. Uno, porque hay una tendencia a recuperar el valor de uno mismo y de entender que el cuerpo es una máquina que necesita descanso y mantención. Dos, porque hay un cambio en los valores. "Si a una persona le enseñaron desde chica que tenía que trabajar para vivir, no va a tolerar un día libre en la semana. Pero las nuevas generaciones de padres les enseñan a su hijos a valorar el tiempo, para estar más con ellos", dice Ascencio y busca un ejemplo generacional: los yuppies de los 80 que volcaron su vida al trabajo y que no veían a sus hijos despiertos, se perdían el primer día de clases, el primer diente caído y que delegaban en la madre no trabajadora. Esa realidad no se aplica para un ejecutivo de 30 años.

Hay muchas razones que explican que las personas se vuelquen por entero al trabajo. Entre las más conocidas están una personalidad obsesiva y detallista, no tener una vida afectiva satisfactoria, estar en una etapa de la vida con muchas aspiraciones económicas o en una posición de trabajo muy exigente, entre otras. La misma encuesta revela las dificultades que tienen los chilenos para desconectarse de su labor: el 46% dice tener la necesidad de seguir conectado al trabajo -ya sea por teléfono o por internet-, sólo cuando hay un tema importante que resolver y un 13% siente que no se puede desconectar en ningún momento. El problema es que enfocarse sólo en el trabajo cambia todos los hábitos de vida, advierte Laura Moncada, directora Clínica de Atención Sicológica de la Universidad de Chile. El hábito de descansar y divertirse desaparece del escenario de las personas y el trabajo empieza a generar dependencia que no deja espacio para lo demás, al punto que si hay tiempo libre, no se disfruta. "Lo deseable es que las personas desarrollen actividades variadas: intelectuales, corporales, espirituales y que expandan todas las áreas de su vida", comenta. Una vida equilibrada se puede reconocer porque entrega espacios de desafíos intelectuales, de vida de pareja, familia y comunidad, de vida espiritual y de actividades al aire libre, por ejemplo.

APRENDER A DISFRUTARLO
Hay un ejercicio que en los talleres antiestrés, que realiza Silvia Ascencio, no falla, pese a lo repetido que puede leerse: "escriba su epitafio". "Lo que más pide la gente es tiempo. Para vivir más, para hacer las cosas que no hizo, para ver más puestas de sol. Ahí viene el arrepentimiento". Es curioso, dice Ascencio, pero indefectiblemente los chilenos creen que después de jubilar es tiempo de hacer lo que siempre soñaron: un taller de arte o un curso de música. Cosas que pueden perfectamente hacer en su tiempo libre… si lo disfrutan como quieren.