La niebla del debate político ha oscurecido los puntos más relevantes del caso de Edward Snowden, el exanalista de la CIA que dio a conocer los alcances de la vigilancia de llamadas telefónicas y correos electrónicos por la Agencia Nacional de Seguridad (NSA, por sus siglas en inglés) de Estados Unidos.
¿Es Edward Snowden un traidor o un denunciante de abusos? ¿Violó un juramento solemne o un contrato de confidencialidad?
¿Asistió a un enemigo de Estados Unidos o respetó la Constitución de los Estados Unidos?
Concretamente, ¿de qué se lo acusa?
Está claro que, por el momento, no se le acusa formalmente de traición, un delito sumamente grave, difícil de probar y cuya tipificación la Constitución no deja librada al congreso ni a los tribunales de justicia.
El viernes de la semana pasada trascendió (lo reveló el Washington Post y no fue desmentido) que procuradores federales habrían acusado en forma reservada a Snowden de tres delitos graves ("felonies") ante una corte federal de Alexandria, Estado de Virginia.
Esos tres delitos, cada uno de los cuales puede ser castigado con diez años de prisión son: (1) entregar información clasificada a personas no autorizadas; (2) revelar información de comunicaciones de inteligencia; y (3) robo de propiedad del gobierno federal.
Cabe destacar que ninguno de estos tres delitos constituye "traición" en el sentido estricto que le da la Constitución de los Estados Unidos.
La traicionera palabra traición
Julius y Ethel Rosenberg, que entregaron a la Unión Soviética secretos del programa atómico de Estados Unidos, fueron condenados a muerte por espionaje, no por traición; ninguno de los estadounidenses que espiaron a favor de otro país durante la Guerra Fría fue condenado por traición.
Los políticos y comentaristas que han calificado a Snowden de "traidor" por haber violado su "juramento de confidencialidad" suelen utilizar la palabra en su sentido lato, más amplio, en vez del sentido estricto de la Constitución.
Muchos de ellos utilizan la palabra "betrayal", que también significa traición pero puede interpretarse en un sentido más amplio, sin la rigidez de ésta.
Tal es el caso del comentarista David Brooks, cuyo artículo en el New York Times del 11 de junio mencionó ocho veces el "betrayal" de Snowden: a la honestidad e integridad, a sus juramentos, a sus amigos, a sus empleadores, a la causa de la transparencia del gobierno, a la privacidad de sus conciudadanos y a la Constitución. Pero la palabra clave, "treason", no aparece en el artículo.
Menos prudentes fueron el líder de la bancada republicana (mayoritaria) en la Cámara de Representantes, John Boehner, y la senadora demócrata Dianne Feinstein, que preside el Comité de Inteligencia del senado. Ambos dijeron que el crimen de Snowden era obviamente de traición.
Un caso muy político
Otros políticos chocaron con las objeciones ideológicas de sus propios partidarios, como le ocurrió a la representante Nancy Pelosi, jefe de la bancada demócrata en la Cámara Baja, quien fue abucheada el fin de semana en una reunión política cuando dijo que Snowden había violado la ley.
Eso, a pesar de que poco antes se había curado en salud, al decir que "algunos atribuyen un carácter heroico (a Snowden), pero ustedes no tienen la responsabilidad de la seguridad de los Estados Unidos. Los que sí la tenemos debemos tomar una actitud más equilibrada".
La traición es el único crimen que la Carta Magna de los Estados Unidos tipifica en forma taxativa: dice que consiste en alzarse en armas contra los Estados Unidos o adherir a sus enemigos, dándoles ayuda y asistencia. Agrega que ninguna persona podrá ser condenada a menos que haya dos testigos presenciales del acto de traición o que el acusado confiese ante un tribunal.
A las dificultades de que prospere una acusación de traición (y en el caso de Snowden no se inscribe ninguno de los requisitos mencionados) se podría agregar el elemento al que aludió al canciller ecuatoriano Ricardo Patiño, cuando dijo que esto enfatizaría el carácter político del caso contra Snowden.
La subjetividad de la mentira
Muchos estadounidenses admiran al fugitivo porque, según creen, lejos de traicionar al país su acción sirve para dar transparencia a los actos de gobierno.
El senador republicano Rand Paul, de conocidas convicciones libertarias (que no liberales), dijo que "por lo que sé no ha mentido a nadie. Violó, sí, su juramento de servicio, pero parte de ese juramento es a la Constitución. Lo que hizo es decir la verdad, o sea que el gobierno estaba mintiendo".
Llama la atención el hecho de que Paul haya utilizado la palabra "juramento", que es la más invocada por quienes acusan a Snowden de traición.
Lo que ocurre es que el senador distingue entre los diferentes elementos del compromiso de confidencialidad de los funcionarios con acceso a información confidencial.
La espinosa confidencialidad
Barry Eisler, el ex agente de la CIA ahora conocido como escritor (novelas de acción, temas de espionaje, columnas políticas y de tecnología), asegura que no existe un "juramento de secreto".
La confidencialidad está protegida por el contrato de servicio, dice, y "el juramento cubre la protección y defensa de la Constitución contra todos sus enemigos, externos e internos".
Eisler y los admiradores de Snowden aseguran que se trata de un denunciante de actos que perjudican al público, lo que en inglés se denomina "whistle-blower" (literalmente "el que hace sonar el silbato") y tiene connotaciones positivas desde el punto de vista de los progresistas.
Pero otros sectores aseguran que esa definición es una falacia, porque, como dijo el senador demócrata Bill Nelson, ex integrante del Comité de Inteligencia, "un whistle-blower expone abusos, mentiras o fraudes perpetrados por nuestro gobierno, mientras que este acto en particular expuso métodos legales, supervisados por la justicia, de recolección de inteligencia que han protegido y seguirán protegiendo a los ciudadanos de ataques terroristas".
Así, el caso de Snowden recorre una trayectoria cuyos puntos salientes son las diferentes interpretaciones de conceptos de una claridad supuestamente meridiana, pero que el debate político oscurece: traición, servicio a la constitución, juramento solemne, contrato de confidencialidad, transparencia o preservación de los métodos de inteligencia, responsabilidad pública de los funcionarios, y definición de qué y quien es enemigo de Estados Unidos.