Pelear o no pelear. Ése es el dilema de Turquía: el actor clave en la región que aún no se decide a intervenir militarmente ante el grupo Estado Islámico. Pero, ¿por qué?
Los tanques de la segunda mayor fuerza militar de la OTAN aguardan del otro lado de la frontera en la ciudad siria de Kobane.
Allí los yihadistas de EI amenazan con tomar la ciudad mientras los sirios kurdos, mayoría en la zona, pelean calle a calle con el apoyo desde el aire de los bombardeos de Estados Unidos y aliados árabes.
Este miércoles fuerzas kurdas lanzaron una ofensiva contra los combatientes de EI y se mantienen intensos enfrentamientos.
Pero, en una muestra de las complejidades e intereses regionales y a nivel internacional, Turquía no interviene militarmente y evita que combatientes kurdos crucen a Siria para unirse a la lucha.
Crucial frontera
De lograr controlar Kobane, el grupo yihadista lograría dominar un largo tramo de la frontera de 900km entre ambos países.
El límite ha sido la principal vía de ingreso para los combatientes extranjeros que llegan a Siria para pelear contra el régimen del presidente Bashar al Asad en medio de una guerra civil de más de tres años, y para el contrabando de petróleo desde los campos petroleros que controla EI.
Turquía ha estado bajo una creciente presión para hacer más para ayudar a las fuerzas kurdas en Kobane.
Unas 400 personas murieron y más de 160.000 sirios, en su mayoría kurdos, huyeron de la ciudad en las últimas tres semanas, cuando EI lanzó una ofensiva para tomarla.
Al menos 12 personas murieron en protestas de kurdos en Turquía el martes por la falta de apoyo militar del gobierno.
"Creciente ansiedad"
La molestia no sólo es de algunos sectores dentro del país.
Un alto funcionario estadounidense le dijo al diario The New York Times que "hay una creciente ansiedad sobre Turquía demorando su actuación para evitar una masacre a menos de dos kilómetros de su frontera".
"Después de todas las condenas sobre la catástrofe humanitaria de Siria, están inventando razones para no actuar para evitar otra catástrofe", aseguró el funcionario, que habló de forma anónima para evitar criticar públicamente a un aliado, según el diario.
"Así no es como actúa un aliado de la OTAN mientras hay un infierno del otro lado de la frontera", agregó.
El Parlamento turco autorizó la semana pasada acciones militares contra los yihadistas en Irak y Siria pero hasta el momento no ha actuado.
El Ministro de Defensa dijo la semana pasada que el gobierno no tenía ningún plan inmediato de enviar tropas al exterior ni de aceptar soldados extranjeros en el país.
El presidente Recep Tayyip Erdogan afirmó el martes que sólo con bombardeos aéreos no era posible derrotar a los alrededor de 30.000 combatientes de Estado Islámico que controlan partes del territorio de Irak y Siria, y que era necesaria una operación en el terreno.
"Hemos advertido a Occidente. Queremos tres cosas. Una zona de restricción aérea, una zona segura paralela a esa y el entrenamiento de rebeldes sirios moderados", aseguró.
Ambivalencia turca
El conflicto cerca de su frontera en Kobane ilustra la ambivalencia del gobierno turco.
"La inacción de Erdogan se puede explicar por los dilemas únicos que EI representa para Turquía. Cada respuesta política destinada a resolver estos dilemas crea nuevos retos, desde la política interna a la pregunta latente de la autonomía kurda", escribió en la publicación Foreign Policy Steven A. Cook, del centro de estudios estadounidense Consejo de Relaciones Exteriores (CFR, por sus siglas en inglés).
"No hay salida para Erdogan –añadió–. Acción u omisión: ambas implican amenazas de seguridad y riesgos políticos que el presidente turco preferiría evitar".
Se opone al gobierno de Asad y, aunque ve a EI como una amenaza, no está cómodo con dar la imagen de que fortalece el poder del presidente sirio ni tampoco le interesa fortalecer la capacidad militar de los kurdos, con quienes el gobierno en Ankara mantiene un viejo conflicto que dejó más de 40.000 muertos.
A Turquía le preocupa que las armas que envíen países occidentales a los kurdos iraquíes puedan terminar en manos del PKK (Partido de los Trabajadores de Kurdistán, considerado un grupo terrorista por Ankara, EE.UU. y la Unión Europea), que se ha unido a la lucha contra EI en el norte de Irak.
Cuando en septiembre EI avanzó sobre la ciudad de Kobane, en el Kurdistán sirio, la policía turca se enfrentó con kurdos turcos que querían cruzar la frontera para ayudar a sus correligionarios.
Más de 160.000 personas han cruzado la frontera, y en total Turquía alberga alrededor de un millón de refugiados sirios.
Tiene un costo económico (estimado en US$3.500 millones hasta ahora), pero también político, explica Selin Girit, del servicio turco de la BBC.
"Después de haber luchado contra guerrilleros del PKK kurdo en el sureste del país durante casi 30 años, Turquía no quiere que consoliden su poder en la región, ni ver armas occidentales en las manos del PKK", explica Girit.
Turquía ha estado negociando un acuerdo de paz con el PKK de forma intermitente durante años, y lo último que quiere ver es la destrucción del proceso.
El PKK puede salir fortalecido de la lucha contra EI, pero los kurdos, que representan casi el 20% de la población del país, parecen querer que Turquía se involucre militarmente en Siria como condición previa para proseguir el proceso de paz, añade.
Hugh Pope, vicedirector del Programa de Europa y Asia Central de la organización International Crisis Group, menciona otras posibles preocupaciones para las autoridades turcas.
"Una parte significativa del público turco cree que los sunitas de Siria y Medio Oriente son víctimas de la injusticia y de que, incluso si las tácticas de EI son repugnantes, EI representa un legítimo reclamo sunita".
"Aunque algunas encuestas públicas –señaló Pope– muestran que la mayoría de los turcos ve a EI como una amenaza, un funcionario turco le dijo a Crisis Group que un sondeo interno del gobierno mostró más simpatía por EI en el electorado sunita del partido gobernante. Esto hace que sea difícil para el gobierno turco atacar directamente a EI".